vitoria. Intentó levantarse, pero no pudo. El chasquido que acababa de escuchar procedía de su rodilla, clavada sobre la pista de hielo. Jan Simko, delantero eslovaco del Puigcerdá, había caído con todo su peso sobre él tras correr un contraataque y enfilar la portería del Escor-Auto Abendaño. Mientras le trasladaban en ambulancia al hospital, Ander Alcaine, portero del equipo vitoriano, supo que, para él, la final de Liga tocaba a su fin. "Vi que empezaba a patinar hacia mí muy rápido. En realidad es uno de los jugadores más rápidos que he visto. Cuando llegó a la portería un defensa le incomodó un poco y él se abalanzó, quiero pensar que sin querer, justo sobre mí", explica mientras manosea una de las dos muletas que durante las próximas semanas se convertirán en su particular Sancho Panza.

Desde que el pasado fin de semana sufriera la rotura del ligamento lateral interno en el segundo partido de las finales, este estudiante de Odontología, probablemente el mejor portero de la Liga, ha perdido la cuenta de las veces que le han preguntado si la lesión fue fortuita o, por sorprendente que pueda parecer en el mundo del deporte, buscada. "No quiero creer que un jugador vaya a hacer daño a otro sólo para ganar un título. Es cierto que en la Liga española el portero es un puesto muy importante y tal vez pudieron pensar, bueno, si nos quitamos de encima a Ander pude resultarnos más sencillo. Pero no sé si fue queriendo o sin querer, eso sólo lo sabrá él", asevera el cancerbero de 22 años, una de las grandes figuras del hockey nacional pese a su juventud. "La gente de otros equipos me dice que seguro que fue a propósito, en el Puigcerdá dicen que no… No lo sé. La realidad es que es un equipo que acostumbra a romper los partidos como sea si van perdiendo y la mayoría de rivales contra los que han jugado han tenido problemas con ellos por su estilo de juego, como nos está pasando a nosotros. Si su intención era que yo no jugara más y tener esa ventaja la jugada les ha salido mal, porque Andrei -Andrei Karashchuk, meta suplente- hizo un partidazo", recuerda.

Nacido en Jaca, Ander Alcaine llegó a Vitoria el pasado verano procedente del Briançon Diables Rouge francés. Días antes de aterrizar en el conjunto alavés se convirtió en el primer español en acudir al campamento de desarrollo de los Toronto Maple Leafs, uno de los clubes históricos de la NHL norteamericana. Ganador del premio al mejor goalie (portero de hockey) en los seis mundiales que ha disputado, la posibilidad de compaginar sus estudios universitarios con su pasión por el hockey decantó la balanza en favor de la oferta del Bipolo. De hecho, la entidad alojada en el BAKH acaba de llegar a un acuerdo para renovarle una temporada más para que pueda iniciar su puesta a punto con la tranquilidad de conocer su futuro el curso que viene. Pero para poder recuperarse cuanto antes y pensar en su vuelta a las pistas Ander debe dar un paso que aún le cuesta: asumir su lesión. "Todavía no soy consciente de la lesión que tengo. No lo he asimilado. La gente me llama para darme ánimos y me ve demasiado contento. Sé lo que tengo y sé que voy a estar un tiempo fuera, pero haber ganado allí y tener la posibilidad de quedar campeones de Liga este sábado me hace estar así de contento y tomarme esto bastante bien. Seguro que esta final ya no se nos escapa", intuye sonriente sentado en un banco junto al pista de hielo del BAKH.

De momento, Ander será sometido a un tratamiento de plasma que podría reducir a la mitad los tres meses de baja estimados inicialmente. Aunque sueña con estar disponible para la Copa, que se celebrará en poco más de un mes -"Sería un milagro", admite- es consciente de que a día de hoy no puede pensar más que en el trabajo diario. En eso y en los exámenes, claro. "Tendré que ir a hacerlos con muletas", responde entre risas. Lo que sin duda la lesión no le impedirá es estar presente el sábado a las 20.00 horas en el BAKH apoyando a sus compañeros en un partido que, si se decanta a favor de los vitorianos, supondrá el primer título liguero para el Escor-Auto Abendaño. Y con una Liga en el bolsillo, las muletas son un incordio menor.