se acabó. Todo principio tiene un final, y el de Vitoria como sede de la Copa del Rey 2013 tocó ayer a su fin. Han sido cuatro días en los que la capital alavesa en general y el Buesa Arena en particular han ejercido de centro neurálgico del baloncesto nacional aunando ilusión, emoción y también alguna que otra decepción. De cualquier forma, seguro que las personas que de una u otra forma han formado parte de esta Copa acabarán quedándose sólo con lo bueno. Y de eso han tenido mucho en esta ciudad. Nuevas amistades, buen baloncesto y mil y un anécdotas que se han adherido a su piel a lo largo de estos días. Porque, aunque cada una de las ocho aficiones presentes tendrá su propia historia que contar, todas confluirán en un único sitio: Vitoria.
Una vez más, la ciudad y sus ciudadanos pueden sentirse orgullosos tras ser protagonistas y anfitriones de un evento de estas características. Unida a la celebración del carnaval, la Copa del Rey ha llenado sus calles de visitantes y personalidades de todos los ámbitos. Por el Buesa Arena ha pasado desde Zeljko Obradovic hasta Xavi Hernández, desde el Rey hasta el Malaguita, desde el ministro Wert hasta los jugadores del Alavés bufanda azulgrana en mano. Los hosteleros y comercios han gozado por unos días de un salvoconducto para amortiguar sus ingresos, aunque el tiempo no haya acompañado demasiado. El BAKH durante los encuentros de la Mini Copa, la fan zone situada junto a la ciudad deportiva, la zona lúdica del Iradier Arena… Todos han ejercido también de pequeñas sedes dentro de un espacio global en el que no se ha producido ningún incidente destacable que empañara la armonía general.
Pero la Copa ya es historia. Atrás queda la ilusión baskonista por sumar el séptimo trofeo y los gritos de rabia mientras enterraba poco a poco la semifinal. Atrás queda la explosión de júbilo del Barça tras alzarse con el título, o los jugadores del Gran Canaria subiendo a la grada para abrazar a sus aficionados. Atrás quedan los ánimos a Ibon Navarro, los pitos al Rey, los disfraces del sábado de carnaval, el Gangnam Style, los tragos de cerveza, los pintxos en el Casco Viejo, el pío-pío, la noche vitoriana y el vacío interior que dejó ayer a muchos el punto final de la competición. Durante estos días, Querejeta ha dejado caer que le gustaría que Vitoria se convirtiera en "sede permanente" de la Copa del Rey. Un anhelo complicado que algunos firmarían a buen seguro con los ojos cerrados. Mientras tanto, queda el poso de la satisfacción del trabajo bien hecho y la esperanza de que, más pronto que tarde, sea una Final Four el acontecimiento que vuelva a convertir a la capital alavesa en el punto de encuentro de los amantes del baloncesto.