Vitoria. Olaizola II, Xala, Beloki, Nagore... son algunos de los pelotaris que han tenido que aplazar sus respectivas finales. Y es que desde que en 2002 la Liga de Empresas se encarga de gestionar los partidos celebrar una final el día pensado parece misión imposible. Las razones de los numerosos aplazamientos han sido muchas: lesiones musculares, enfermedades y hasta un partido de la Real Sociedad han impedido que la lucha por la txapela se dispute en la fecha prevista. En total, de las últimas 31 finales disputadas, trece han tenido que ser retrasadas.
La final de la jaula de este año está marcada por los aplazamientos que han tenido que pedir ambos finalistas. Primero fue Aimar Olaizola quien solicitó retrasar el partido debido a problemas en su espalda. Luego, cuando todo estaba listo para el gran encuentro, su rival, Oinatz Bengoetxea, enfermó y tuvo que solicitar que el encuentro del Ogueta se aplace hasta el próximo día 16, quince días después de la fecha inicialmente prevista.
Sin embargo, esta historia no es nueva, todo lo contrario. Desde el nacimiento de la Liga de Empresas, los aplazamientos han sido algo habitual. Ya, en la primera final organizada por la LEP. M, la del campeonato del Cuatro y Medio de 2002, Olaizola II pidió el aplazamiento del partido una semana porque tenía la mano derecha tocada. Ese partido lo ganó Aimar a Barriola, en la que fue la primera txapela profesional para el de Goizueta.
La polémica saltó el año pasado en el Manomanista. La final tuvo que aplazarse dos veces. Primero a petición de Olaizola II, que sufrió una tumefacción palmar en su mano derecha. Con Aimar al cien por cien, Xala fue operado de apendicitis, una enfermedad de última hora que estuvo a punto de dejar al delantero sin final. La LEP. M decidió sustituirle por Bengoetxea VI, pero la presión pública hizo que el de Lekuine disputara el partido. Una oportunidad que aprovechó para llevarse la txapela.
Solo en 2005, 2009 y 2010 se jugaron las tres finales en la fecha prevista. Bengoetxea VI y Olaizola II se unen a esta particular maldición y se convierten en los decimoterceros pelotaris que aplazan la final.