Hay partidos que se pueden analizar en función de los números, de las estadísticas. El que ayer tuvo lugar en el Mediolanum Forum de Milán debe interpretarse desde el plano anímico, espiritual. El Caja Laboral salvó el primer match ball de la temporada con una exhibición de orgullo y fe que permitió acariciar sabores de tiempos pretéritos. En una cita árida, muy complicada y que se fue complicando más conforme pasaban los minutos, el cuadro azulgrana tiró de épica y dio un paso al frente que puede marcar un antes y un después en su evolución.
ElCajaLaboral, que apenas había regalado gestas de esta magnitud desde el mazazo sobre la mesa que supuso la victoria en la final liguera ante el Barcelona, volvió atrás en el tiempo para recuperar las señas de identidad que han forjado la leyenda de este club. Ayer en Milán volvió a verse al Baskonia de siempre. Un equipo que ha escrito su historia a base de exhibiciones de coraje e ilusión reapareció para acabar arrasando a su paso a un Armani Jeans Milán que inició la contienda con la ventaja anímica que suponía el hecho de recibir a un equipo muy necesitado y que al final salió trasquilado.
Resulta complicado descifrar hasta qué punto puede influir el encuentro en el crecimiento colectivo de la plantilla baskonista. Pero da la impresión de que necesitaba una catarsis de este nivel para soltarse los grilletes y dejarse llevar. Hasta la fecha, sobre todo en la Euroliga, el cuadro azulgrana había arrojado mejores sensaciones que resultados. En Milán borró de un plumazo cualquier premisa. Explotó las virtudes que lo han convertido en un conjunto muy atractivo para su afición, creció en los aspectos en los que aún se detectan ciertas carencias y dio un paso al frente para superar las adversidades y situarse en un punto que no da la impresión de que tenga retorno.
Una acción desafortunada, una más, sirvió como interruptor para despertar del letargo al que el conjunto italiano había conducido el partido. Andrés Nocioni, pura esencia del baskonismo, se transformó en el Cid. Tras haber tirado del carro durante los dos primeros cuartos y el arranque del tercero, una colisión con mala caída lo dejó fuera de combate. Ya antes, en el primer minuto, un resbalón lo había mandado al banquillo. Pero el Chapu sabía que la de ayer no era noche para deserciones. Había que situarse en primera línea del frente y dar la cara. Nadie como él para darla.
Nocioni ganó el partido desde el hospital. Contemplar al tipo más duro que se ha enfundado jamás la camiseta azulgrana asustado en el suelo, inmovilizado por las asistencias médicas y saliendo en camilla de la pista generó mucha incertidumbre en jugadores y cuerpo técnico. El partido estaba igualado (55-50) y daba la impresión de que la marcha del argentino supondría la estocada final para un equipo que está soportando lo insoportable en una temporada en la que ya sólo falta que se venga abajo el Buesa Arena. Quedaba dos salidas: rendirse o lanzarse a la desesperada a por una victoria que resultaba obligada, mortal de necesidad. Y nadie dudó qué dirección escoger.
Ivanovic decidió soltar algo de cuerda y confiar en las escasas piezas disponibles de las que disponía, más aún después de que Oleson tuviera que marcharse por faltas. El montenegrino fió la suerte de su equipo al talento, al compromiso. Y la plantilla respondió con una exhibición de carácter espectacular.
Liderado por su capitán, un San Emeterio que ayer dio la medida que lo elevó a los altares del baskonismo para la eternidad, el Caja Laboral fue agigantándose hasta reducir a la mínima expresión a su rival. El equipo de Scariolo, sólido durante todo el partido, se vio desbordado por un torbellino azulgrana mientras el marcador, que había marchado parejo durante todo el envite, acariciaba la que cada vez quedaba más claro que iba a ser la primera victoria azulgrana de este curso en la Euroliga.
Para cuando Scariolo quiso reaccionar y devolver a cancha a sus titulares, incluido un Bourousis que retrató los problemas que sufre el cuadro vitoriano ante los grandes pívots, era ya demasiado tarde. El Caja Laboral se había transformado en el Baskonia. En el Baskonia de siempre. En elTAU de toda la vida, el de las noches mágicas.Había recobrado la esencia que nunca debió perder.
Hubo tiempo incluso para que algunos jugadores que nadaban en la intermitencia dieran un nuevo paso al frente dentro de la evolución de un equipo que requería de una dosis como esta de autoestima para empezar a acompañar de resultados las agradables sensaciones que venía ofreciendo. Todavía habrá pasos atrás y dudas, pero dentro de unos meses nos acordaremos de la noche de Milán.Del día en el que se ganó por el Chapu. De la noche en la que el CajaLaboral volvió al fin a ser el Baskonia.