viena. El deportista austríaco de alto riesgo Felix Baumgartner se convirtió ayer en una leyenda con un salto estratosférico en el que rompió la barrera del sonido y que fue seguido en directo por millones de personas en todo el planeta.

Sobre los cielos de Roswell (EE.UU.), la ciudad a la que dio fama un supuesto incidente con un ovni en 1947, el único extraterrestre que se vio ayer fue el austríaco, que saltó al vacío desde una altura de 39.000 metros.

El antiguo instructor de paracaidismo en los comandos de elite del Ejército austríaco y esporádico doble de películas de acción de 43 años rompió tres récords mundiales, en una jornada con el sabor de la vieja épica de los pioneros que pusieron a prueba los límites humanos frente a los elementos.

Así, se convirtió -según cálculos que aún deben de ser ratificados- en el primero en superar la velocidad del sonido sin ayuda mecánica, en arrojarse en paracaídas desde el lugar más alto, y subir en globo al punto más alejado de la tierra.

"Queremos extender los límites de la humanidad un poco más", dijo Baumgartner horas antes de comenzar el desafío.

Sus récord anteriores, como el salto desde el edificio más alto del planeta, el rascacielos Taipei 101 (Taiwán), de 509 metros de altura, y de otros lugares emblemáticos como la estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, resultan en comparación casi inocentes aventuras sin riesgo.

Su filosofía de vida se puede resumir en una frase que dijo tras completar el salto en Río de Janeiro: "No merece la pena morir en un salto. Pero al menos matarse saltando desde la estatua de Jesús tiene algo de gloria".

Con estos antecedentes no es necesario explicar su alias: Felix Sin miedo. Otro detalle de su personalidad: en uno de sus brazo lleva tatuado un mensaje definitorio, Nacido para volar.

Los riesgos del paracaidismo estratosférico, en los que cualquier error le podrían haber costar la vida, tampoco le han atemorizado.

Cualquier error con una caída a semejante velocidad podría haberle llevado a caer en barrena, lo que le hubiera hecho perder la consciencia o sufrir una hemorragia cerebral.

Desde 1988 colaboró con Red Bull, el actual patrocinador de la denominada "misión estratos", y que ha financiado la mayor parte de sus aventuras. Un equipo médico y de expertos en ingeniería aeronáutica han desarrollado durante cinco años la "Misión estratos" con Baumgartner, y la cápsula y el traje presurizado que han creado le protegió en un entorno hostil para vida.

Su principal asesor fue el poseedor del récord, batido ayer de salto en paracaídas desde mayor altitud: Joe Kittinger, de 84 años, y que se arrojó en 1960 cuando era miembro de las Fuerzas Armadas de EEUU desde una altura de 31 kilómetros.

Según los cálculos, Baumgartner habría sobrepasado la velocidad del sonido unos treinta segundos después de iniciar la caída libre, al alcanzar 1.173 kilómetros por hora, para después perder velocidad por mayor densidad de la atmósfera terrestre.

El deportista se convirtió ayer en el primero en romper la velocidad del sonido sin ayuda mecánica. Foto: efe

Colocándose el traje. Foto: efe

Convertido ya en leyenda. Foto: efe