VITORIA. "Podíamos haber conseguido la pole", lamentaba el sábado Fernando Alonso, después de que una avería producida por la rotura de una pieza del valor de un euro le enterrara en la décima posición de la parrilla de salida del Gran Premio de Italia. Esto después de la caótica y peligrosa jornada de Bélgica una semana atrás. Un compendio de contratiempos que arrojaban un considerable chance a sus rivales, especialmente a Sebastian Vettel, el más próximo al asturiano en la clasificación general, a 24 puntos antes de rodar en Monza. En este turbio pasaje se veía envuelto Alonso, quien, aseado, escrupuloso, cogió la fregona y dio un repaso a la actualidad. Limpió su casa, la de Ferrari, la de los tifossi.

La obra maestra de Alonso comenzó en esta ocasión desde las catacumbas, la oscuridad de la décima pintura, excesiva para Il cavallino rampante. Una diestra salida le hizo ganar dos plazas y otras dos fueron mediante el método del adelantamiento, en cantidad ayer en La Pista Mágica. El asturiano rodaba sexto expirada una vuelta; lo mejor, lo hacía sin la asunción de excesivos riesgos, certero en las elecciones. Ahí se estancaría con Schumacher, freno de Alonso para las seis siguientes vueltas. Entretanto, Lewis Hamilton estiraba al grupo, reaccionando para inmiscuirse en la carrera por el título, necesitado de jornadas como la de ayer, donde no hubo debate alguno respecto al vencedor. Seguido, en este orden, viajaban Massa, Button y Vettel, siendo este último la expectativa.

La prueba italiana multiplicó sus alicientes cuando Alonso, ya quinto, se perfiló como persecutor de Vettel. Con la presa a la vista, el asturiano cobró calma y paciencia. Exilió el riesgo y, afincado en el inteligente conservadurismo, sacó una hoja de calco para copiar la estrategia de Red Bull; la iniciativa, la presión, era traspasada a Vettel, que necesitaba más para sí mismo. Porque aunque pilotaba entonces en condición de recortar diferencias en la general, dos puntos eran miseria.

Alonso sumó intensidad en la antesala de la primera y única visita al garaje. Tensó sus registros y se instaló a poco menos de un segundo del margen del vigente campeón alemán. Sin embargo, ese primer envite no confundió a Vettel, que, por milésimas, ocupó lugar preferente en el pasillo de los boxes. Fernando levantó el pie casi emparejado, pero el temor estaba infundado.

Con más de media carrera ante el morro de sus monoplazas, ambos, Vettel y Alonso, se enzarzaron en una refriega que pudo ser decisiva mirando hacia la consecución del cambio de reinado de la Fórmula 1. El asturiano, sobrado en semejante circunstancia, apretó aún más. Las tuercas crujieron. En la salida de una curva del giro 27 de los 53 previstos, prácticamente en paralelo la máquina de uno y otro, Vettel cerró a Alonso y éste traccionó con sus cuatro ruedas sobre el césped italiano. Una maniobra la del germano que le supuso un drive through de sanción (lo aplicó en la vuelta 32), con lo que se descalabró hasta la novena plaza, antes de padecer, de nuevo, problemas en el alternador de su monoplaza que condenaron a la retirada (giro 48). "Yo no he echado a Fernando a la hierba", protestó por radio el germano. Fue el fin para Vettel, que se descuelga vertiginosamente en su candidatura. Si bien, Alonso rebasó al alemán en pista, implacable ante todo lo que se oponía en su horizonte.

A la corriente de este reguero de bajas se alistó Button en el abrazo número 34 a Monza. Su McLaren, alojado en segunda posición, se detuvo sin remedio. El panorama se antojaba pintoresco para Alonso, y todavía lo sería más cuando Webber, tercero en el Mundial al aterrizar en La bota del Viejo Continente, también claudicaría tras realizar un trompo y su equipo decidir por falta de neumáticos poner punto final al más que aciago gran premio.

Massa, segundo a esas alturas, completó la labor de equipo de Ferrari e hizo hueco para abrir paso al adelantamiento de Alonso. El asturiano subía provisionalmente al segundo peldaño, rodando a más de 15 segundos de un incontestable Hamilton que, por excepcional, apenas fue captado por la realización de televisión en su tercer triunfo del año.

pérez escala sin cuerda No obstante, Sergio Checo Pérez no había dicho la última palabra. El mexicano venía como alma que porta al diablo. En su primer stint conservó neumáticos duros para ensamblar posteriormente los blandos, lo que le dio un increíble resultado en las postrimerías, donde llegó a obligar al equipo McLaren a mandar un mensaje a Hamilton reclamándole unas décimas más de velocidad, a pesar de la ventaja inicial de más de 15 segundos. Pérez, con el riesgo del desfallecimiento de sus calzos, desbancó a Alonso, quien, tercero, con siete carreras para la conclusión, cedía sin problemas, haciendo un zoom para aproximarse al título, dando una manita de limpieza al turbio color que habían adquirido sus intereses, tras Bélgica y una desgraciada jornada sabatina. Alonso vuelve a estar fortificado, ahora por 37 puntos sobre precisamente Hamilton.