Valladolid. Tras la hazaña de su hermano en Fuente Dé, Fran Contador, los ojos aún hinchados de las lágrimas y la emoción, se salió de la rueda de la Vuelta y se marchó a Madrid. "Por trabajo", dice. Así que no ve si las copas de los árboles de Valladolid, o el trigo y los girasoles en los campos, se agitan con el viento. "¿Hace mucho?", pregunta. Cuando escucha que no, que no corre ni una brizna de aire, suspira y lo agradece. "Fíjate lo que cambia la vida en un momento", reflexiona; "el día de descanso estábamos pidiendo lluvia, viento, frío, lo que fuese con tal de que pasara algo y ahora rezamos para que todo se quede como está". Él, de todas maneras, no reza. Lo hace su madre por él.
La que ha liado su hermano.
Pues sí, ¿verdad? Creo que nadie se lo podía imaginar. Ni el equipo ni él mismo. Si se hace un guión no sale mejor. Yo pensaba en una etapa tranquila y un ataque de Alberto. Sabía que iba a probar, pero a tres kilómetros de meta o así. No a 60.
Usted suele decir que le basta con mirar a su hermano a los ojos para saber lo que trama. La noche antes del ataque estuvo con él en su hotel, ¿y no intuyó nada?
Qué va. Alberto siempre está muy concentrado. Hablé con él, pero ni me imaginaba que pudiera estar pensando en algo así. Seguramente, en su foro interno lo estaría valorando y a lo mejor no se lo había dicho a nadie. No sé, pero si hizo lo que hizo es porque pensaba que podía ser una opción, aunque ni siquiera en carrera se le notase. Cuando compite va muy centrado, siempre tiene la misma mirada. Es difícil ver a través de esos ojos y saber lo que piensa.
En meta los ojos de su hermano se humedecieron y se echó a llorar.
No es muy común que lo haga, pero hay que tener muy en cuenta todo lo que representaba esa victoria. Hay un sentimiento muy fuerte detrás de ella. Todo el calvario por el que hemos pasado estos dos años hace que lo que ocurrió en esa etapa sea mucho más emocionante. Aparte de que fuera épico, un día precioso para el espectador, esas lágrimas tienen mucho que ver con el sufrimiento que ha pasado.
¿Usted no lloró?
Yo me acordé de muchas cosas y me emocioné. Fue todo muy intenso. Y sí, cuando llegó a meta se me escapó alguna lágrima.
¿Suponía una liberación?
A mí se me vinieron a la mente todos los malos momentos que hemos vivido.
¿Ese triunfo borra lo sufrido?
Mucha gente nos dice eso, que esto hará que olvidemos todo lo ocurrido, pero no es así. Lo que nos ha pasado va a ser imposible olvidarlo. Quedará siempre ahí. El tiempo irá aliviando ese dolor o lo irá haciendo más lejano, pero nunca lo vamos a olvidar. Es algo que nos ha marcado.
Pero su reestreno, la primera victoria y el primer maillot de líder, sí cierra esa etapa.
Cuando le vi entrar y repasé todos los acontecimientos de los últimos meses sentí una emoción terrible. ¿Liberación? No sé, sé que era algo muy sentimental. A partir de ahora, con algo más de calma y en frío, empezaremos a asimilar lo que hizo y valorarlo aún más.
Con usted en la meta estaba presente su madre.
Estaba emocionada. Cuánto sufre. No sé lo que rezará la mujer en cada carrera de tres semanas que corre Alberto. No sé si da más pedales mi hermano o reza más mi madre. Es un sufrimiento para ellos. Mi padre no puede ni ver las etapas porque se pone demasiado nervioso. Como mi madre cada vez que hay alguna bajada, o tensión en el pelotón. Cada carrera es un mal rato para ellos.
¿Y para usted como hermano?
A mí me encanta el ciclismo y muchas veces me gustaría poder separar mi condición de hermano de Alberto con la de aficionado a este deporte. A veces desearía ser un forofo más, echarme a la cuneta y disfrutar desde ahí del espectáculo. Pero esa condición de hermano y de mánager no me permite hacerlo. Es difícil separar una cosa de la otra.
Usted le suele decir a su madre cuando le llama por teléfono en las grandes que no se preocupe por Alberto, que sabe cuidarse solo. Pero por si acaso, usted no se separa de él.
Todo el mundo necesita a alguien al lado que le escuche y le eche una mano. Conmigo habla, me dice lo que piensa, lo que le preocupa y me pide mi opinión.
¿Alberto es tan duro como parece?
Mentalmente es muy fuerte. Nunca se va a dar por derrotado. Ni en el deporte ni en la vida. Es así. Siempre tiene que ganar, hacerlo lo mejor posible, mejorar… Lucha para ser el mejor en todo, no solo sobre la bicicleta.
¿Siempre ha sido así?
La vida le ha hecho así. El hombre se ha llevado muchos palos. Creo que deportivamente no hemos pasado un solo año sin problemas de un tipo o de otro. Eso le ha hecho más fuerte y le ha enseñado a valorar lo que realmente es importante y merece la pena. De niño era cabezota y rebelde, pero él iba madurando como cualquier otro chico hasta que empezaron los batacazos. Ninguno más trascendental para entender por qué Alberto es como es como es el del cavernoma cerebral que tuvo y la intervención a vida o muerte. Entonces no sabíamos si iba a volver a montar en bicicleta e incluso si haría una vida normal, podría conducir un coche o lo que sea. No sabíamos nada. Ni él. Supuso una lección de vida irrepetible. Salió de aquello cambiado. Le hizo mirar la vida de otra manera, valorando las cosas en su medida.
¿Eso le ayudó a soportar el tema del clembuterol?
El golpe más duro de su vida fue el del cavernoma, pero lo del clembuterol fue muy, muy duro para él. No contaba con ello. Cuando tú haces bien las cosas y te acusan de algo que no has hecho, te meten en una maraña de procesos, abogados y asuntos legales que no conoces resulta un poco desesperante. De alguna manera nos sentíamos solos, sin una mano a la que agarrarnos y eso es duro.
Olvídese del campeón. ¿Llegó a temer por su hermano, la persona, durante el tiempo de sanción?
Nunca. Sabíamos que lo único que teníamos que hacer era luchar para que todo saliera bien. Es lo que hicimos y por eso nuestra conciencia estaba tranquila. Es lo que sentía Alberto. Cuando lo haces todo para defender tu inocencia no tienes nada que reprocharte. En todo el tiempo que duró el proceso nunca temí por la salud de Alberto. Tampoco tras el veredicto. Yo sabía que era una persona muy fuerte y lo confirmé. Había momentos en los que era él el que nos animaba a los demás.
Ni siquiera entonces pasó momentos de debilidad.
No, no, claro que los pasó. Es imposible pasar por un trance como ese sin venirte abajo en algunos momentos. No puedes aislarte de un mundo en el que a diario están saliendo noticias sobre ti que, además, eran totalmente nuevas para nosotros. Fue desesperante. Y por supuesto que tuvo momentos complicados.
¿Como para mandar todo al infierno?
¿Y dejar la bici? No, tampoco temí por eso. Siempre supe que resistiría.