Valladolid

fran Contador dice que su hermano suele estar tan concentrado en carrera que resulta difícil leer a través de su mirada. El martes por la noche, día de descanso, los ojos de Contador no le dicen nada a Fran, que le ve tranquilo y feliz pese a que lleva toda la Vuelta chocándose contra el muro rojo que es Purito y su maillot de líder. Hablan de todo o de muchas cosas, pero Fran cree escuchar que su hermano le cuenta que tiene pensado atacar en Fuente Dé, como todos los días, que no se rinde. Menciona el lugar. A tres kilómetros de meta o por ahí y a ver qué pasa. Fran se va a dormir sin imaginar lo que ocurrirá al día siguiente. Ni él ni nadie. "Tampoco creo que supiesen nada en el equipo, ni sus compañeros", dice el hermano de Contador. "Quizás ni siquiera Alberto supiese lo que iba a hacer, pero estoy seguro de que en su foro interno manejaba la idea. Si hizo lo que hizo es porque pensaba que podía ser una opción".

Maneja esa idea Fran sin saber o sin acordarse de que su hermano sabía lo que hacía. El que no lo olvida es Juan González, que fue director del chico en aficionados, en el Iberdrola y el Würth-Once, y cuenta que el ataque de Contador en el Collado La Hoz no es original, sino una copia de otro, también suyo, pero hace ya una década, en el Circuito Montañés de 2002.

a tres kilómetros de la cima "Fue una etapa parecida a la del miércoles, si no más dura", explica González, que recuerda que Contador atacó también a tres kilómetros de la cima de La Hoz, se fue solo, bajó hasta el desfiladero de La Hermida y ahí se le unió Javier Ramírez Abeja. Y después de pasar Potes, un tal Juan Olmos. "A final, le mandé atacar en Los Llanos y se fue solo". Le cogieron a 500 metros de la meta de Fuente Dé donde el miércoles sí consiguió rematar su hazaña.

"era impredecible" Tanto recuerdo hace recordar con nostalgia a Juan González la imagen de aquel chaval madrileño que venía con su amigo Jesús Hernández y que se jugaba los duros a las cartas con Jordi Grau y el hermano pequeño de Joaquim Rodríguez en aquellas partidas del Comando Madrid contra el Comando Catalunya. Así conocían a los dos grupos. También rescata del archivo lo inquieto que era Contador. Que no paraba y atacaba todo el día, en cualquier momento, en cualquier lugar. "Era impredecible". Nadie le podía frenar. Así que le dejaban.

"No se podía hacer otra cosa", dice González, que también habla de lo bueno que era chico. "El mejor escalador de España, pero llamaba más la atención que siendo como era, tan delgado y poca cosa, fuera tan bien en contrarreloj". Fue, entre otras cosas, campeón de España de la lucha contra el tiempo. "Pero entonces no creo que nadie pudiera decir que iba a llegar tan lejos". Nadie lo imaginaba. Nadie lo esperaba. Tampoco que atacaría el miércoles en el Collado La Hoz para darle la vuelta a la Vuelta, para voltearla de una cornada profunda. Solo la memoria de Alberto Contador, sus piernas, se acordaba que ya había intentado algo así diez años antes. Sabía lo que hacía.