Valladolid. Los días llanos nunca pasa nada. O eso se dice. Así que a alguien se le ocurrió ponerles apellido a esas etapas: de transición, que es como decir que no cuentan. Desde entonces andan moscas los corredores con los periodistas que hablan así de los días llanos en los que nunca pasa nada. Se lo dicen a Valverde en Valladolid, al final de una etapa llana y nada más poner pie a tierra, y el murciano que va segundo en la general, es el primero tras Contador, mueve la cabeza y señala la pantalla del potenciómetro donde tiene puesta la media de la etapa. 48 por hora. A cuchillo, como todos los días en la Vuelta más histérica que se recuerda. A Mikel Landa, que va como una moto en este final de carrera que es la de su estreno en una grande -buena señal-, le preguntan por el motivo y no sabe qué responder salvo que, supone, todo el mundo quiere ganar una etapa y pocos equipos lo han hecho hasta ahora. Entre ellos el suyo, Euskaltel-Euskadi, que mira con deseo la travesía quebrada de hoy hasta Segovia o a la Bola del Mundo, a ver si allí surge Antón.
Ayer no era día para él, sino para los ciclistas musculados a los que les quedan fuerzas. Día de rodadores. Día también para que Contador gozara del éxito y del maillot de líder, el primer rojo después de vestirse de todos los colores (amarillo, rosa y oro). "¿Qué tal te ves?", le preguntaron. Y dijo que no sabía, que se imaginaba que bien, pero que no se había mirado en el espejo.
Prefirió mirarse para dentro. Aún anda digiriendo la hazaña del miércoles y se pasó parte de la mañana pensando en lo que había hecho, en las vueltas que da la vida y en que, mira qué cosas, hace tan poco él estaba rebanándose los sesos buscando la manera tumbar a Purito, que era un muro infranqueable. Con el catalán habló ayer de la etapa de Fuente Dé. Y con Valverde. "Hemos comentado cómo fue". "Alberto estuvo espectacular", abundó el murciano; "pero yo fui a lo mío y, al final, todos contentos". Menos Purito, que lamenta lo ocurrido pero no se corta las venas ni, mucho menos, se rinde.
Purito, que nadie lo dude, no ha enterrado en hacha de guerra. Luchará, claro que luchará. Primero, por la segunda plaza de Valverde. Y, si se pone a tiro, por la Vuelta. Se ve en cosas tan pequeñas como la de que Vicioso esprinte por la bonificación a seis kilómetros de meta para que no la cogiesen otros. No se vio mucho más en la etapa del pánico por el viento porque no soplaba ni una briznita de nada. "Aun así, había que estar atentos a las caídas", dijo Contador. Una de esas le pilló a Nairo Quintana y el colombiano casi tiene que hacer las maletas. La de Bennati volverá a casa más llena porque, al fin, estrenó su palmarés del curso. Fue, claro, al sprint y ante Swift, que se vio ganador y perdió por un riñón. El último golpe le dio al italiano la victoria. Es la fe. Quizás le empujó desde donde quiera que esté Weylandt, el belga que murió tras una caída en el Giro de 2010 y era su compañero y amigo. Weylandt ganó hace cuatro años en Valladolid. Lo recordó Bennati y se lo dedicó. A él, a su abuelo, Gino, que también andará por ahí, y a Chopi, el masajista del RadioShack que ingresó en el hospital durante la Vuelta por un ictus.
alain laiseka