Brañillín. La cara de Dario Cataldo lo dice todo, pero él no cuenta nada. No, al menos, hasta que recupera el aliento, un trozo de oxígeno que llevarse a la boca. El aire es el cuerpo de las palabras y el italiano tiene vacíos los pulmones. Y llenas, hasta desbordar, las piernas. De acidosis. Ha traspasado su límite en el Cuitu Negru, una cuesta en el filo de lo moral. La imagen de Froome, uno de los buenos, haciendo equilibrio sobre la bicicleta ahonda en ese debate. También la vomitona del eritreo Teklehaimanot cuando llega a la cima. ¿Esto es humano?

Responde el propio Cataldo, que de joven ganó el Girobio, el Giro baby, y dos etapas en el Tour del Porvenir, suena como un grande en las vueltas de tres semanas, y que después de ser hace unos meses campeón de Italia contrarreloj conquistó la subida más dura de la Vuelta, la de los porcentajes descomunales, absolutamente extremos. "Tal vez sea exagerado", reflexiona, "pero los ciclistas estamos acostumbrados. Sabemos que en una grande siempre hay un día duro de estos y estamos preparados. Es como el Zoncolan en el Giro. Es duro, claro, pero lo subimos. Creo que se puede hacer".

Lo dice él, Cataldo, que para ganar en el Cuitu Negru y resistir al último esfuerzo desesperado de De Gendt, tercero en el pasado Giro y vencedor en el Stelvio, que le perseguía, tuvo que sacar de donde no había para saltar por encima de la última rampa del 24%. Por un error de cálculo, lo hizo con el piñón de 26 en lugar del 28 que, como mínimo, montaban todos los demás. Así que subió a cámara lenta. Parado. Para cubrir los 200 metros finales necesitó un minuto y 20 segundos. Subió a 9 por hora. De Gendt, su pesadilla, no lo hizo mucho más rápido que Cataldo.

'Purito' lo defiende Purito sí, como una bala. "Desde que vi el recorrido en enero y le leí alguna entrevista supe que él iba a ser el ganador de esta Vuelta", dijo ayer el corredor italiano. A Purito, un tipo de tamaño breve como un suspiro, le gustan esas cuestas cortas y duras. Ha derribado cantidad de muros. El de Huy, Montelupone, Ibardin, Valdepeñas de Jaén, El Escorial y, en esta Vuelta, el de Rapitán y el de Ézaro. "Creo que benefician el espectáculo. Mira cómo estaba el Cuitu Negru de gente. Hasta la bandera. Eso es bueno para nuestro deporte. Algunos lo habrán visto por televisión y estoy seguro de que planearán sus vacaciones para venir hasta aquí y subir con su bicicleta. Es un sitio espectacular y eso gusta. Como vernos a nosotros cómo afrontamos este tipo de subidas". A Purito le va lo de los porcentajes. Aunque luego no quiera hablar de en cuanto cifra sus posibilidades de ganar la Vuelta ahora que solo le queda, dicen, salvar los abanicos de Valladolid y superar subir hasta la Bola del Mundo, otro puerto en el filo de lo humano.