1º Joaquim Rodríguez (Katusha)4h.24:32''
2º Alberto Contador (Saxo Bank)a 8''
3º Alejandro Valverde (Movistar)a 13''
GENERAL
1º Joaquim Rodríguez (Katusha)44h.50:35''
2º Alberto Contador (Saxo Bank)a 13''
3º Christopher Froome (Sky)a 51''
dumbría. El miércoles de la crono de Pontevedra Txente García Acosta da esquinazo al pelotón de la Vuelta, se sale de su rueda y conduce hasta la Costa da Morte. Lleva una cámara de vídeo consigo. Cruza los bosques de eucaliptus, la Galicia enigmática y rural, las meigas, y se zambulle en la inmensidad azul del Atlántico. Corre por su perfil hasta O Pindo, un balcón sobre el océano. Por allí le da al play.
Lo que graba lo ven a la mañana siguiente, ayer, los chicos del Movistar mientras se visten en el interior del autobús. Sentados, observan lo que les espera. La carrera rápida por la costa, el paseo de O Pindo, el puente estrecho sobre la desembocadura del río Xalas y su cascada, el aún más estrecho giro a la derecha en busca de las primeras rampas del mirador de Ézaro y, al fin, la pared. En el asiento del autobús no duelen los porcentajes. Los del 30%, el 20, 300 metros al 18 y burradas por el estilo. Pero asustan. Los chavales de Euskaltel-Euskadi pasan por el mismo trance cuando se preparan para salir. El vídeo les muestra el camino. Horrorizados, hay quienes ya hablan de la cuesta de la muerte.
Es un pasillo breve en distancia pero largo en agonía. Son 2.000 metros que se tarda una vida en cubrir. Algunos temen perderla. Por eso, por si acaso, se aseguran de no quedarse sin dientes y se arman atrás con un 30 de piñón, o un 29, un 28… Nadie baja de ahí. O eso, o el Compact, el triple plato salvador. Es su salvavidas.
Ataca Antón Es lo único a lo que pueden agarrarse para sobrevivir cuando llega la ola. Ézaro es un mar enfurecido. Mikel Astarloza, que es de Pasaia, remó en la trainera de San Pedro de crío y algo sabe del tema, lo afrontó con la mirada desafiante de los viejos lobos de mar. Los otros tres que llevaban remando todo el día junto a él -Cameron Meyer, Amael Moinard y Kevin de Weert- se bajaron rápido del barco. Ante la tempestad, las olas de tropecientos metros, los porcentajes, se quedó solo.
Quizás esperaba a su capitán, Antón, que venía herido, dolido por el arponazo del día anterior en la crono. "Hoy es otro examen importante para él, para su moral", decían por la mañana en su equipo. El vizcaino se lanzó en su busca y para eso se tiró de cabeza al mar bravo de Ézaro. Su ataque, el primero serio que lanza en esta Vuelta, le refrescó la memoria, le recordó lo que ya sabía, que es bueno, muy bueno, ha trabajado bien en verano y tiene piernas para remar más arriba en la general, que es lo que busca. De todas maneras, ayer a Antón y Astarloza se los tragó la misma ola. La más grande jamás vista. La del 30% después del último kilómetro.
Ahí se ahogaron muchos. Froome, que es inglés y quizás le hayan contado la historia del naufragio del HMS Serpent en el que murieron 172 marineros británicos, todos menos tres, frente a la Costa da Morte, la ola le dio un buen revolcón. Sufrió como nunca y chapoteó como pudo para salir a flote. A Valverde también le pasó por encima, estuvo bajo el agua un momento, se lo tragó, y cuando volvió a la superficie vio arriba a Purito y Contador. Los dos estaban en la cresta del 30%.
'Purito' regula Surfeaban sobre la misma tabla después de un ataque del catalán al que se subió con su baile de piernas Contador. Al principio, el madrileño pensaba en ganar, al fin, una etapa. Luego, tras girar el cuello y comprobar la escabechina, el resto de rivales con el agua al cuello, Froome desaparecido, cambió de opinión, que le den a la etapa, y se puso al timón para poner rumbo al puerto final de Madrid. "Me propuse distanciar a la gente". Es lo que contó luego.
Cuando el madrileño arrió la vela, Joaquim Rodríguez se asustó y sacó el remo del agua. Pensó: el mar es traicionero. Se calmó. Paciencia. Para sobrevivir. Se lo recomendó desde el coche Jaime Hernández, su auxiliar, que le contaba cómo era ese paisaje que desconocía porque no lo había explorado. Al principio, cuando le contaban lo de los porcentajes, le hablaban de que no fuera tonto y pusiera muchos dientes a los piñones y pocos a los platos, Purito pensó que exageraban, que no podía ser para tanto, que eso era un cuento, historias de meigas. Cuando nadaba para alcanzar la cima, se creyó la leyenda. "Me he retorcido bien". Aún así, se guardaba una última palada. A 200 metros volvió a meter el remo en el agua, aceleró y dejó tirado a Contador. Purito fue el primero en salir vivo del mar enfurecido de Ézaro, de la cuesta de la muerte. Ya en la superficie, mientras trataba de tomar aire, de respirar, le cogieron del manillar, le zarandearon de un lado a otro sin dirección ni sentido y acabó bramando, como un mar furioso, de indignación. Contador, que había salido a flote ocho segundos después que él -más cuatro de bonificación-, también asistió mosqueado al enfrentamiento de uno de sus auxiliares con la policía, o con un corredor, no se sabe muy bien. La orilla era un todos contra todos. A ella fueron llegando Valverde, que se dejó 13 segundos más ocho de bonificación, Gesink (20+12), Froome y Dani Moreno (23+12) y Antón (27+12).
Purito, claro, sigue capitaneando la Vuelta, pero ahora con 13 segundos de ventaja sobre Contador, 51 con Froome y 1:20 con Valverde. "Soy el más fuerte", bromeó el catalán en meta, para luego bajar el tono, ponerse serio y asegurar que desconoce hasta dónde podrá llevar el timón de la carrera. "Espero que hasta Madrid, pero en estos tres días que vienen de montaña -desde mañana hasta el lunes- puede ocurrir de todo. Seguro que Alberto nos va a poner las pilas. Yo intentaré aguantarle hasta donde pueda, pero si de algo estoy seguro es que al día siguiente de descanso no llegamos los cuatro metidos en un minuto". Alguno, calcula el líder, no sobrevivirá.