Pontevedra. Javier Aramendía empezó a ser ciclista en la cuesta de su casa de Funes. Vivía en el barrio alto, iba a clase en bicicleta y cuando volvía tenía que subir la rampa si quería comer. Tenía siete años. Ahora, con 25, la bicicleta sigue alimentando su vida, pero hubo un momento que estuvo en el abismo. A finales de la pasada temporada, el navarro, que corrió en Euskaltel-Euskadi durante cuatro años después de saltar del Orbea, donde apuntaba alto, se planteó cerrar esa etapa. Pensó dejar de ser ciclista y de subir la cuesta de casa en bicicleta para comer. Le ocurrió que perdió el apetito, que al sacrificio físico inherente al deporte de la bicicleta, se le sumó el sufrimiento mental. La cabeza, el interruptor del ciclista, no le iba. El ciclismo no le divertía.
"Soy feliz. Vuelvo a disfrutar de mi hobby", dice Aramendía en Pontevedra, tras cubrir solo, claro, los 40 kilómetros de la crono de la Vuelta en la que corre, día sí y día también, por delante del pelotón. Lleva 560 kilómetros escapado, ha cogido cuatro fugas y ha subido otras tantas veces al podio a por el premio de la combatividad. Salvo los fenómenos, bromea, Contador y estos, nadie ha recibo tantos ramos de flores como él en semana y media de carrera. Ya lo anunció en Iruñea. "No vengo a pasearme". Ni a correr detrás de los World Tour. "La Vuelta es dura, ya lo sé, pero más duro fue el Giro del año pasado -fue su debut en una grande, con Euskaltel-Euskadi, y acabó el 115, pero donó su sudor para que Antón y Nieve ganaran sendas etapas-". Lo de la dureza que menciona tiene que ver con la mentalidad a la hora de afrontar una carrera de tres semanas. Hay ciclistas, explica, que se pasan la primera semana escondidos para guardar fuerzas; en la segunda, aún deciden esperar un poco más; y cuando ya llega la tercera es demasiado tarde. "Es lo que suele ocurrir, pero yo no estoy para perder el tiempo. Tengo 25 años y no puedo esperar a que suene la flauta. Tengo que buscarme la vida. Y la única manera de dejarte ver es esta. Además, estoy demostrando que no he venido a pasearme, que merecía estar en la Vuelta". Se reivindica Aramendía porque los últimos años en Euskaltel-Euskadi tras su esperanzador salto desde el Orbea no fueron buenos. Se diluyó. "Es cierto que no di mi nivel". No se disculpa, pero habla de unos problemas en la pierna, "se me cargaba sin explicación", que le lastraron durante bastante tiempo. Y de que luego, lo que se le cargó fue la cabeza. Saturado, desilusionado, tocado, a finales del año pasado hubo un momento en el que se planteó dejarlo. Luego, aceptó la oferta del Caja Rural, el equipo de su tierra. Y la de Indurain. Con el campeón navarro tiene un cierto parecido físico. "Me lo dicen bastante. Puede ser que me parezca, pero no tengo sus piernas". Claro. Ni él ni nadie. Las de Aramendía le han dado, de momento, para no parar en lo que va de Vuelta. "Y seguiré así hasta ganar una etapa. Siento que voy a más", dice el navarro, un fugitivo feliz.