Sanxexo. La Vuelta se baja del avión en Galicia y lo primero que recibe es una bofetada de aire fresco. Hay nubes y oscurece el cielo. Y un viento enrabietado con gusto a mar que mueve las copas de los pinos. Lloverá. Así que las playas se vacían en Sanxenxo, donde los ciclistas pasan el día tumbados en la cama con las patas para arriba. A media tarde, unos aprovechan para que les pase revista el fisioterapeuta. A ver si les arregla. Otros prefieren airearse y arrastran los pies por el paseo que se asoma al Atlántico. Descansan cuando la Vuelta cambia de costa, de clima, de terreno y de tercio. "Viene lo decisivo", se frota las manos Contador, que saliva pensando a medio plazo, el fin de semana y el asalto a la gran montaña -Ancares, el sábado; Lagos de Covadonga, el domingo, y Cuitu Negru, el lunes-, los puertos largos y duros que, dice, le vienen mejor que las subidas explosivas de la primera semana. De allí, de nueve etapas eléctricas bajo una tormenta de fuego, el calor, viene crecido Joaquim Rodríguez. Trae el maillot rojo en la maleta. Líder. ¿Lo será tras la crono de mañana en Pontevedra? "Me gustaría, pero no", responde. Lo tiene todo calculado.
Dicen los que le conocen bien que Purito no perderá ni un segundo de sueño pensando, o temiendo, lo que pueda ocurrir en la contrarreloj, su calvario. Que se pasará la tarde de hoy tras la etapa, como el día de ayer, de cachondeo, la mejor medicina, con Vicioso, Dani Moreno, Losada y los demás. Que no le dará vueltas al asunto. Si se le pregunta a él, contesta que ya no se raya con las cronos. Antes, sí. Se mordía las uñas. Por eso, cuenta, ha trabajado dentro de las posibilidades para conocer bien la bicicleta de contrarreloj, saber cuándo, cómo y dónde tiene que lazarla y aprender a acoplarse, pero reconoce que su progresión tiene un límite, él mismo, su propio cuerpo, su genética, la manera en que sus padres le fabricaron. Pequeño y escalador, un misil en las cuestas con porcentajes imposibles.
"Con mi físico", acaba diciendo para escenificar su límite en las cronos, "no doy más". Aunque sí más que hace dos años en Peñafiel. Entonces también salió de líder calculando el tiempo que debía perder para tener opciones de recuperarlo en el asalto final a la Bola del Mundo y lo que pasó fue que se dejó la vida en las rectas infinitas de la Ribera del Duero. Le aplastó el reloj. Se quedó sin tiempo para recuperar. "Fue una de las peores cronos de mi vida", recordó ayer. "Pero aquella era llana y recta y se podía hacer sin frenos, mientras que esta es muy diferente. Tiene una subida dura y una bajada técnica". La reconoció ayer por la mañana y regresó al hotel contento. "Es aún más complicada de lo que me imaginaba". A la tarde, había echado cuentas. Sabe que los 53 segundos de ventaja que tiene con Froome, el minuto con Contador y el 1:07 con Valverde son insuficientes. "Con 40 kilómetros, unos 50 minutos de pedaleo, me dejaré entre 2:30 y 3:00 con el mejor", calcula.
El más listo Así lleva toda la Vuelta. Su maillot rojo, el tiempo que saca, la ventaja, es un traje fino de sastre. Se lo ha hecho a medida. Cada segundo que ha sacado a sus rivales en los finales excitantes de la primera semana están conseguidos con las piernas, claro, y pensados con la cabeza. De momento, le vale para levantar la cabeza un palmo por encima de Froome, Contador y Valverde.
Los cuatro llevan días analizándose. Purito, Valverde y Froome coinciden en que a Contador le falta ritmo, pero que está más fresco y crecerá con el paso de los días; Contador, Froome y Purito señalan la clase de Valverde, su fuerza, pero esperan que el cansancio le tumbe; Purito, Valverde y Contador están inquietos con Froome, un peligro incierto porque estuvo terrible en el Rapitán, valiente en la Gallina y, dicen, sufridor en Montjuïc, aunque la crono de mañana descubrirá su potencial; Froome, Valverde y Contador dicen a una voz que Purito es el más listo.
Lo de listo no le hace mucha gracia al catalán, que se rebela como si con ese calificativo restasen valor deportivo, físico, la fuerza, las piernas, la calidad, a sus logros. "No soy ni más listo ni más tonto. Lo que pasa es que me gusta estudiar las cosas, observar, pensar. Hay que hacerlo de vez en cuando. Es bueno correr con la cabeza", reivindica. Así ha corrido la primera semana. Con la calculadora. "Sumando y restando". Segundos. Les lleva unos cuantos a sus tres rivales. En torno a un minuto. "No es suficiente para aguantar en la crono", dice. Eso lo tiene calculado.
También que Froome, Contador y Valverde, pero sobre todo los dos primeros, le pasarán mañana por encima. Hay quien piensa que el inglés debe meterles un buen palo, y que si no lo hace será la señal más clara de su declive físico tras la paliza del Tour y los Juegos. Contador es de los que maneja esa idea. "Dependiendo del resultado de la contrarreloj, veremos la táctica que empleamos", dice. Ofensiva si el maillot rojo se le sigue resistiendo y defensiva si se lo quita a Purito. "Aunque si las sensaciones son buenas es difícil estarse quieto".
En toda la primera semana no lo ha estado. Esos ataques incesantes los interpreta Valverde como un síntoma de nerviosismo, sobre todo el de Montjuïc, fuera de lugar, incomprensible salvo que se interprete como un error. "Para nada estoy nervioso", le responde Contador. "La verdad es que estoy bastante tranquilo". "No está nervioso, sino activo", cree Purito. "Se mueve para ponernos en apuros y eso es señal de que está bien. Si no lo estás, no te meneas", piensa el líder de la Vuelta "cañera" y los cuatro magníficos. "Aunque puede que alguno de los cuatro salte por las aires cualquier día y se meta alguno que ahora viene por detrás". Quizás, qué bueno sería, Antón, el quinto magnífico.