Motorland (Alcañiz). "Ya es suficiente". Lo dijo Armstrong. Lo dejó escrito en su página web el hombre que venció a la muerte, un cáncer testicular que le bajó de la bicicleta en 1996, y después regresó al ciclismo para ponerle letra a la historia más maravillosa jamás escrita. Una de superación. De la muerte a la luna. Ganó siete Tours consecutivos. El tejano enseñó que no hay límites para la resistencia humana. Que la rendición no es una opción. Que siempre hay esperanza. Lo contó todo en una biografía de muerte y resurrección que acabó siendo el libro de cabecera de todos aquellos a los que la muerte les echaba un pulso por la vida. Entre ellos, deportistas. Markel Irizar se encontró un día un bulto en los testículos, condujo hasta la consulta del médico y cuando salió de ella supo que el cáncer le estaba comiendo. Lloró e regreso a casa, pero se secó el surco salino de las lágrimas y prometió que no derramaría ni una más. Que lucharía para sobrevivir. Como Armstrong. A Markel le inspiró el tejano. Y a Contador cuando el cavernoma le tuvo en el filo de la vida. No supieron rendirse. Se lo había enseñado Armstrong, el primer campeón de la historia del ciclismo que dejaba el Tour desde lo más alto del podio, invicto. Regresó cuatro años después, más viejo y castigado, para acabar tercero. Fue una hazaña subestimada. Desde que abandonara el ciclismo andaba preparando para ganar el Ironman de Hawai, la prueba de los hombres de hierro. Duros. Los que nunca se rinden. Armstrong es de esa estirpe. Aunque ayer, se rindió. "Ya es suficiente".

Anunciaba así su renuncia a defenderse de las acusaciones de dopaje por las que la USADA abrió una investigación en junio. La agencia estadounidense quería bajar a Armstrong de la luna. Quitarle sus siete Tours. Y castigarle de por vida. El tejano se revolvió e inició un contraataque basado en llevar la acusación de la USADA a la justicia civil para que esta la deslegitimara. Ninguno le dio la razón. El último en cerrarle la puerta fue, esta misma semana, un tribunal de Texas. Fue su último ataque. Antes del enfrentamiento con la USADA, Armstrong ha preferido rendirse. Con ello evita que sean públicas las acusaciones concretas contra él y las declaraciones de sus delatores. Entre ellos, Landis y Hamilton, que corrieron junto al tejano, se apartaron de su camino, dieron positivo y luego iniciaron una campaña brutal de desprestigio contra él. Pero también sus más fieles gregarios. Sus amigos. Ninguno tan icónico como George Hincapie, que encabeza un grupo de cinco testigos -Zabriskie, Leipheimer, Vandevelde y Vaughters son los otros cuatro- que habrían reconocido haber recurrido a prácticas dopantes para obtener luego una reducción del castigo, una especie de indulto, a cambio de una declaración que enumerara los pecados de Armstrong. "Es una caza de brujas", se queja el texano.

Las acusaciones de dopaje persiguen a Armstrong desde 2005. El año de su retirada, el diario L'equipe se hizo con los resultados del análisis realizado en su orina congelada del Tour de 1999. Había dado positivo con EPO. La UCI no vio motivos para sancionarle. Ahí quedó el asunto. La persecución a Armstrong la despertó Landis en 2010, un año después del came back del americano. Landis escribió un email en el que detallaba las prácticas de dopaje cuando él era miembro del equipo y señalaba a Armstrong. Hamilton, en un programa de la televisión estadounidense, descubrió cómo el tejano le había confesado que la UCI había tapado un positivo por EPO suyo en el Tour de Suiza de 2001. La UCI lo negó, pero reconoció una aportación de 100.000 dólares del americano con la que compró una máquina para analizar sangre. En sus acusaciones para justificar la sanción, la USADA habla de que Armstrong "utilizó o intentó utilizar sustancias prohibidas o métodos prohibidos, incluyendo EPO, transfusiones, testosterona, corticoides y agentes enmascaradores". También le acusa de "traficar con EPO, testosterona y corticoides". Y de tratar de "administrárselas a otros". O de "asistir, alentar, ayudar, instar, encubrir o ser cómplice de uno u otra froma en la violación de una o varias normas antidopaje".

Bruyneel, decepcionado La renuncia de Armstrong a defenderse abre un proceso sancionador que puede acabar con su suspensión de por vida y la retirada de todos sus triunfos desde 1998, el año de su regreso tras derrotar al cáncer. Eso incluye los siete Tours consecutivos que ganó desde 1999 a 2005, su podio en 2009 y la medalla en la crono olímpica de Sydney 2000. Por el mismo caso ya habían sido sancionados a perpetuidad por la USADA el profesor Michele Ferrari, el médico Luis García del Moral y el preparador Pepe Martí, todos vinculados al americano. El médico Kepa Zelaia y Johan Bruyneel continúan su defensa. El mánager belga declaró el domingo en una entrevista a este periódico que no cejaba en la lucha, pero que era una cuestión de orgullo porque no tenía ninguna vinculación con la agencia estadounidense y el daño moral superaba ampliamente a una inverosímil sanción profesional.

Ayer, Bruyneel escribió un texto en su blog en el que se mostraba decepcionado por Lance y por el ciclismo. "Las cosas han llegado a una etapa donde Lance siente que él ha tenido suficiente y ya no está dispuesta a participar en la campaña de la USADA", sostiene. "Lance nunca se ha retirado de una lucha justa, por lo que su decisión pone de relieve lo injusto que ha sido este proceso".

Armstrong pasa página El comunicado lo hizo público ayer y lo inicia sin rodeos. "Llega el momento en la vida que cada hombre debe decir: 'Ya es suficiente'. Para mí, ese momento es ahora. Sobre mí han dicho que hice trampas y tuve una ventaja injusta para ganar mis siete Tours de Francia desde 1999. En los últimos tres años he sido objeto de dos investigaciones federales a cargo de Travis Tygart que las ha convertido en cazas de brujas inconstitucionales. Esta persecución ha cobrado un peaje demasiado alto a mi familia, mi trabajo y mi fundación, que me lleva a tomar esta decisión: terminar con este sinsentido". Armstrong señala a la USADA y la acusa de seguir adelante con un proceso en el que no hay pruebas físicas de su culpabilidad y de buscar "acabar conmigo a toda costa".

"La USADA ha jugado un papel de abusón", protesta Armstrong. "Ha amenazado a todo el mundo con sus métodos y ha desafiado a quien los cuestionaba. Supuestamente, ha llegado a acuerdos con ciclistas que tendrán impunidad ante sus reglas si me delatan, ciclistas que siguen en activo". "Sé quién ganó esos siete Tours", prosigue el tejano; "en la competición más dura del mundo solo gana el más fuerte. Nadie puede cambiarlo. Tampoco Travis Tygart".

"Hoy paso página", concluye Armstrong, que no teme las consecuencias de su decisión. De hecho, la asume y anuncia que se comprometerá con el trabajo que inició antes de ganar su primer Tour: "Estar al servicio de las personas y las familias afectadas por el cáncer, especialmente en las comunidades marginadas". También se ocupará de cuidar "a mis cinco hermosos (y enérgicos) hijos. "Y a intentar ser el cuarentón más en forma del planeta". Lo tendrá que hacer sin dorsal, pues el castigo que propone la USADA le apartaría de por vida de la competición.

Es lo que busca Travis Tygart, director general de la agencia estadounidense, que ayer se felicitó tras conocer la declaración de Armstrong. "Hoy es un día triste para todos nosotros que amamos el deporte y a nuestros héroes. Éste es un ejemplo doloroso de cómo la cultura del ganar a toda costa, si no se controla, infringe la legalidad". La USADA deberá justificar la sanción que propone presentando pruebas ante el propio corredor y la AMA, y, sobre todo, la UCI, el único órgano que puede aprobar una sanción internacional contra un ciclista. También tiene la potestad de invalidarla, lo que podría llevar el caso ante el TAS si la USADA no estuviera conforme.

Ayer la UCI no quiso pronunciarse sobre el asunto y en un escueto comunicado se limitó a recordar el reglamento que establece el siguiente paso a seguir por la USADA: la justificación de la sanción. Luego, vino a decir, ya se verá. Así que, de momento, Armstrong conserva su palmarés, sigue en la luna. Aunque con la renuncia a defenderse haya colocado él mismo la escalera para bajar a la tierra.