VALVERDE, Alejandro (Movistar) 3h 49:37''

RODRÍGUEZ, Joaquín (Katusha) m.t.

FROOME, Chris (Sky)m.t.

GENERAL

VALVERDE, Alejandro (Movistar) 8h 46: 56''

INTXAUSTI, Beñat (Movistar)a 18''

RODRÍGUEZ, Joaquín (Katusha)a 19''

La etapa de hoy, 4ª: Barakaldo-Valdezcaray: 160,6 km. TVE-1, 16.10 horas.

Arrate. Algo sabe la bruja, que en abril le dice a Beñat Intxausti que va a ir al Naranco a verle ganar y el zornotzarra, anda ya qué dices, se vuelve esa tarde con el maillot amarillo de la Vuelta a Asturias cuyo epílogo es la subida al mirador de Oviedo. Qué bruja eres, le susurra Beñat a Edurne, su novia, que ayer, pleno agosto, el calor y el regreso de la Vuelta a Arrate -no lo hacía desde que en el 74 ganara Tamames- logra subir hasta el santuario sin placa de coche y al mediodía, hora punta -para eso también hay que ser bruja-, y cuando llega saca la bola de cristal y advierte. "Ya verás, ya verás…".

No ganó Intxausti en la cima vasca, demasiado diesel para una subida que pide toneladas de pólvora, pero a la sombra y sin hacer ruido, de puntillas sobre sus piernas delgadas y tostadas por el sol, se colocó segundo en la general. Está en un lugar privilegiado a rueda de Valverde, su compañero de equipo, este sí, pura dinamita, un ciclista con dos recortadas en lugar de piernas. Tiene quinientos metros de locura. Sale disparado. Le llaman el bala. Así entró en Arrate para ganar, además del maillot rojo, la etapa para desazón de Joaquim Rodríguez, a quien rebasó en el último palmo y le dejó con cara de circunstancias al ver la foto-finish. "Soy imbécil", se flageló el catalán, que había respondido mejor que ninguno, fresco y frío, fácil, a los seis latigazos con los que Contador les castigó en la subida.

El primero en apretar el gatillo, de todas maneras, fue Valverde, que está como una moto y como no sabe hasta cuándo le durara la gasolina (viene del Tour y los Juegos, de una temporada cargada con más de 60 días de competición, mucho en el ciclismo moderno) acelera cuando intuye que se le presenta una buena ocasión para añadir una nueva muesca en el revólver. Arrate era una. Así que a cinco kilómetros del santuario, después de que el Sky dejara colocado maravillosamente a Froome a los pies de Arrate, tras digerir todos el ritmo endiablado de Jesús Hernández y Dani Navarro, vaya revolcón para los corazones, menuda manera de estrujar las piernas, el murciano soltó un arreón de los que no buscan respuesta, duro y seco, y cuando se giró, al de un rato, se encontró con que solo Contador, Purito y Froome le sostenían la mirada. Detrás, el grupo se desmigaba. Cobo, el campeón vigente que después del Tour estuvo k.o. por unos problemas bucales que solo se solucionaron cuando le sacaron la muela del juicio, pedaleaba fuera de punto y derretido por el calor, que era extremo. Froome, luego, dijo que había sido como correr en África. El inglés es keniano, allí nació. Algo sabrá.

Como sabe Antón que su motor no le da para seguir los impulsos de su corazón caliente que quiere domar, enfriar, tranquilizar, para que sintonice con sus piernas fibrosas de escalador de aliento largo y juntos, corazón, cabeza y músculos, alcancen el sueño de la general -un puesto acorde a su categoría que aún no ha alcanzado- por el que pelea por enésima vez en la Vuelta. El vizcaino hizo de enlace entre el grupo de la dinamita que eran Contador, Valverde, Purito y Froome, y el que les perseguía, en el que iba oculto por la maleza, entre otros, Intxausti. "Me han dejado toda la tostada a mí", protestó Antón, que vio desde cierta distancia el castigo de Contador.

Fueron seis latigazos. El primero, inmediatamente antes de alcanzar la pancarta de cuatro kilómetros, fue corto pero intenso, lo soportaron sin problemas Valverde y Purito, pero hizo sufrir a Froome, retorcido sobre la bicicleta, aunque el inglés regresó a la estela del trío. Y con él, después, el grupo que arrastraba Antón. Contador volvió a la carga a falta de 3,4 kilómetros con el mismo tipo de latigazo duro y, también, la misma respuesta inmediata, esta vez, también del escalador vizcaino, que pasado el tramo más duro y abarrotado de Arrate se puso en cabeza. Desde allí asistió al tercer latigazo del chico de Pinto. Y rabioso, donde casi no había pendiente, acabó partiendo el grupo, que quedó reducido a los cuatro del principio: él, Valverde, Froome y Purito. Otros tres acelerones del madrileño en el tramo de descenso no descolocaron a sus tres rivales. Pero impidieron que llegara Antón con sus sombras.

Purito se confía El último latigazo de Contador, el sexto, fue el menos doloroso y sirvió para que Valverde y Purito, que pensaban en la etapa, se dieran codazos para entrar primeros en la fatídica curva a la derecha situada a 500 metros. Salió de allí por delante, ágil y vivo, el catalán, que tenía fresca la llegada porque la subió en abril, en la Vuelta al País Vasco, mientras el murciano, que no trepaba hasta Arrate desde hacía tres años, se dejaba gobernar por el miedo y perdía esa batalla.

No quedaba más guerra. El que gestiona en cabeza la última curva gana en Arrate. O eso pensaba Joaquim Rodríguez, que pensaba que ganaba seguro, se confío, no levantó los brazos por no caerse y ni siquiera se imaginó lo que pasó. Que Valverde no se dio por vencido, apretó el gatillo por última vez y el impulsó le valió para adelantar al catalán por la derecha. Purito, que estaba encendido de felicidad, se quedó pálido. Apagado. De un pisotón. Perdió por milímetros. Se lo dijo la foto finish. Y se flageló. "Soy un imbécil. No tendré nunca otra oportunidad como esta de ganar en Arrate". Por la tarde no se le había quitado el disgusto. Desde el hotel en Bilbao escribió en Twitter: "Como decía mi padre, hasta el rabo todo es toro. Qué razón tenía mi padre". A rueda llegó Froome, que privó a Contador de los cuatro segundos de bonificación. Y después, el grupo de Antón en el que también venía, cómodo y oculto, sin hacer ruido, Intxausti, que no ganó la etapa pero es segundo en la general y emite señales inequívocas (su extraordinario relevo en la cuesta de Santo Domingo en el tramo final de la crono por equipos o su notable subida de ayer a Arrate) de salud y frescura. Algo sabe la bruja. ¿Qué dirá su bola?

Casi dos minutos después pisó Arrate Castroviejo, el líder vizcaino desde la crono por equipos de Iruñea que ayer se puso sobre su túnica roja el buzo de trabajo y entregó su sudor al equipo. Frente al santuario, se cruzó con Valverde, con el que se fundió en un abrazo que simbolizó el cambió de liderato en el Movistar, un equipo enrachado pese a que en Arrate, el campeón Cobo sufriera para dejarse 50 segundos no importantes, pero sí significativos.