Pamplona. Iruñea es un horno. Caen del cielo 'treintaypico' grados de calor montados en sus rayos de plomo amarillo. No hay quien respire. Cuando llega Igor Antón al hotel Muga de Beloso, a mitad de la cuesta que sube de Burlata a la capital navarra, elige para charlar un murete atizado por el sol junto al jardín de césped recién cortado. Viene de entrenar, está sudado y no quiere enfriarse, pero se sienta, le empieza a golpear el calor e inmediatamente mueve su cuerpito ligero de escalador hasta una sombra. Desde allí habla como si estuviera corriendo ya la Vuelta. Esta vez prefiere hacerlo así. "Si se ponen a tiro no las voy a despreciar, pero he conseguido ya cuatro etapas (una en 2006, dos en 2010 y otra en 2011) y ganar más no es primordial para mí. Lo que ahora quiero es ser regular, mantener la concentración durante 21 días, luchar la general", dice. Para eso, cuenta, debe aprender a conservar fuerzas, a guardarse, a estar en la sombra. Desde allí habla de sus ambiciones en la general, del enfrentamiento con Contador a quien ya ganó hace año y medio en el Zoncolan, y de su relación con la Vuelta, la carrera que vertebra su carrera ciclista.

"Ya me puedo retirar". ¿Recuerda? Lo dijo usted hace un año tras ganar en Bilbao.

Estaba eufórico. Lo de Bilbao no lo voy a olvidar nunca. Fue algo muy intenso porque ocurrió en casa, en el regreso de la Vuelta a Euskadi y después de tres semanas en las que no encontraba las piernas y nada me salía bien. Dicen que el Tour es la carrera que más te da, pero a no ser que algún día llegue una etapa de la carrera francesa a Bilbao y la gane, veo difícil que vuelva a sentir algo como lo de entonces.

Un año después no se ha retirado y aquí está, a las puertas de otra Vuelta.

Y espero seguir viniendo más años. Esta es mi séptima Vuelta. Es la carrera que más veces he intentado disputar. Y en todas he conseguido algo de lo que me proponía.

Si en Bilbao estaba usted en su cima emocional, ¿qué le motiva ahora?

Siempre me gusta tener objetivos personales por encima de lo que me marquen o exijan los demás. El año pasado, por ejemplo, quería sacarme la espina del Angliru y Peña Cabarga, que son los dos puertos que no subí cuando me caí en 2008 y en 2010. Solo quería subirlos, nada más. Lo hice y me sentí satisfecho. Ahora tengo otras cosas en mente. Si se ponen a tiro no las voy a despreciar, pero he conseguido ya cuatro etapas en la Vuelta y ganar más no es algo primordial para mí. Lo que quiero ahora es ser regular, poder mantener la concentración los 21 días y luchar la general, hasta donde llegue. ¿Que luego soy quinto? Pues genial. ¿Qué hago podio? Lo firmo ahora mismo. ¿Ganar? Que se den las circunstancias de 2010 es muy difícil.

Lleva pensando en esta Vuelta todo el año. ¿Llega como quería?

Las comparaciones son odiosas, pero los datos y las sensaciones me dicen que estoy mejor que el año pasado, eso sin duda. Tengo menos palizas en las piernas que entonces. He preparado esta carrera muy bien, aunque el año, es cierto, no me ha salido como yo esperaba. Pero eso no quiere decir que no esté confiado. Espero que ese puntito que no he cogido durante toda la temporada me salga aquí.

Arrate, santuario del ciclismo vasco, llega el tercer día, este lunes. Usted que es tan místico, ¿no le motiva inscribir allí su nombre?

Es complicado. Es una etapa que me encanta, pero llega pronto y la gente está con muchas fuerzas. Un año estuve cerca de ganar (en la Euskal Bizikleta de 2008 perdió ante Capecchi la etapa y la general), pero el equipo siempre lo ha hecho bien. Con Samuel, con Laiseka… Estamos en casa, ante los nuestros, y eso es una motivación, pero es difícil porque será una sola subida y todo el mundo ira a degüello. Más que para ganar, es un día para no perder.

La Vuelta, la Vuelta, la Vuelta… ¿por qué le obsesiona tanto esta carrera?

Porque es la que mejor se me ha dado y la que mejor se adapta a mis características. Hay mucha montaña, subidas explosivas, menos cronos, estás más cerca de la familia, pisas un terreno conocido… Pero no deja de ser una carrera de tres semanas y nada resulta sencillo. A veces escucho cosas como que en la Vuelta todo es más fácil y me dan ganas de montarles en una bicicleta y ponerles a subir, por ejemplo, el Cuitu Negru. Aunque es cierto que, dentro de lo que cabe, la Vuelta es una carrera más humana que el Tour y yo le tengo cogida la medida.

En la Vuelta ha vivido usted una vida. Por un lado, las alegrías: cuatro etapas, los días de líder…

La Vuelta de 2010 fue impresionante. Volver a ese nivel será complicado, pero estoy en ello. Conseguir las cosas cuesta, pero cuando las alcanzas después de tanto trabajo saben mucho mejor.

Por otro, las amarguras: las duras caídas (2008 y 2010), los sinsabores… ¿Estas se llevan siempre en el bolsillo del maillot?

Son cosas que recuerdas y piensas en ellas, pero me siento más orgulloso de lo que he conseguido que frustrado por las veces que me ha ido mal. Me siento realizado, aunque creo que me queda dar un paso más en esta Vuelta.

¿Qué paso es ese?

Redondear con algo importante en Madrid todo lo que hasta ahora he hecho en esta carrera.

¿Le sigue pesando demasiado la presión?

No, creo que ya no. Pero pregúntales a los demás a ver si no la tienen. Pregúntale a Contador si no la siente. La presión siempre está ahí, lo que hay que hacer es aprender a convivir con ella. Hay días malos en esta profesión que hay que saber superarlos sin dejarte la vida en ellos. Y hay momentos previos a las carreras en los que te haces muchas preguntas. ¿Lo habré hecho todo bien? ¿Realmente llego como quería? ¿Qué sucederá? ¡Bah! Al final acabas zanjando la cuestión diciéndote que lo que tenga que ser será. Se trata de no darle tantas vueltas, salir a por todas y que la carretera te ponga en tu sitio.

¿Y se sigue poniendo nervioso antes de una cita como esta?

Vuelve a preguntar a cualquiera, a Voigt mismo, que tiene 41 años, y te dirá que sí, que se sigue poniendo nervioso. Eso es así. Es una de las cosas que más cuesta controlar.

¿Los nervios son su mayor enemigo?

O mi mayor aliado. Los nervios son los que te mantienen en tensión, alerta. Aunque es cierto que te pueden llegar a consumir, también hacen que no pierdas la concentración.

Que se siga poniendo nervioso también significa que continúa apasionándole este deporte.

También. Solo sé que cuando más nervioso estoy es cuando más carne en el asador he puesto. Es como si no te permitieses fallar después de haber trabajado tanto por un objetivo. Eso te genera nerviosismo.

¿Qué hace usted para tratar de relajarse?

A veces somos masocas. Miramos, leemos o ojeamos la prensa, lo que nos pone más nerviosos. Para distraerme, yo suelo leer o ver la tele. O, estos días, por ejemplo, me entretiene mirar cosas en Youtube. Algunas son de risa. Otras, no. Me gusta todo lo que tiene que ver con la cocina y la comida. O escuchar a Eduardo Punset. Me parece una persona interesante. Habla mucho de cuestiones como la búsqueda del equilibrio mental, la ciencia o la felicidad. Lo explica todo muy bien, incluso con humor.

¿Igor Antón es feliz?

Sí, aunque los días no salen siempre como uno quiere. La vida no es un camino de rosas, pero yo me siento un privilegiado. Mi equipo de toda la vida tiene asegurado el futuro y yo acabo de renovar dos años. ¿Qué más puedo pedir?

Dicen que en la Vuelta, por el asunto de los puntos, usted va a correr más calculador que nunca. ¿Puede hacer eso, correr de una manera diferente a como entiende usted, tan pasional, el ciclismo?

¿No me pega nada verdad? No me va, pero lo tendré que hacer. Ahora mandan los puntos.

¿Va a ser más conservador por buscar esos puntos?

No exactamente. Voy a correr de otra manera porque voy a buscar la general. Trataré de ser regular y conservar fuerzas. Pero no es fácil. Para no dar más de la cuenta algún día hay que ser muy equilibrado. Se trata de ser inteligente, conocerme bien… A ver si lo puedo hacer.

Lugares para expresarse no le faltan en esta Vuelta: hay diez finales en alto.

Incluso la crono, de 40 kilómetros, tiene un puerto de tercera. Es una buena Vuelta para mí. Se va a decidir la semana de Asturias, los tres días entre Ancares, Lagos de Covadonga y Cuitu Negru. A la Bola del Mundo creo que llegará bastante decidida.

Cuando se presentó la Vuelta en enero, usted se frotaba las manos con tanta montaña, pero entonces no sabía aún ni que Contador sería suspendido ni que regresaría para estar en la salida de Iruñea. ¿Qué se le pasó por la cabeza cuando supo que el madrileño sería su rival en agosto?

Dos cosas: una, que tendría enfrente al peor rival, y, la segunda, que eso es bueno para la Vuelta porque va llamar mucho la atención. Creo que lo he dicho en otras ocasiones, pero ser capaz de sorprender a Contador o estar cerca de él te da mucho más valor como ciclista que si no está él en carrera.

Ganar al mejor siempre llena más.

Eso es. Yo siempre pongo el ejemplo del Zoncolan en el Giro de 2011. Si no hubiese estado Contador, habría sido la leche, pero estando él aún tiene más valor lo que conseguí. Guardaré esa victoria como la mejor de mi carrera.

¿Qué Contador espera?

El mejor Contador de la historia creo que fue el del Giro del año pasado. Puede que no esté como entonces, pero es tan bueno que con un punto menos es capaz de ganar lo que quiera. Mira el Tour de 2011. Venía hecho polvo del Giro y les tuvo a todos contras las cuerdas hasta el último momento. Espero a un Contador que con su capacidad de encauzar toda la rabia que tiene que tener encima, con su cabeza, esté peleón como siempre. Hombre, también espero que tenga un día malo. Él también es humano, ¿no?

La cosa va de escaladores. ¿A quién más ve delante?

A muchos: Froome, Van den Broeck, Gesink, Mollema, Purito, Dani Moreno, Capecchi, Cobo, Valverde… O Intxausti, que tiene capacidad para estar ahí.