Donostia. Hay condenas que son para siempre. Cadenas perpetuas. A Luis León Sánchez le cayó una de esas hace una semana en Londres, frente al palacio de Hampton Court donde arrancaba la crono olímpica sobre una rampa de madera que el murciano enfiló con la potencia de los pura sangre para, ni una pedalada después, media como mucho, acabar antes de empezar abochornado, incrédulo, quieto y con la bicicleta, la Giant negra y preciosa del Rabobank, tumbada a sus pies, herida de muerte. Se le había roto la cadena. Esa imagen dio la vuelta al mundo. Una condena. Perpetua. "Desde entonces no he podido quitármelo de la cabeza. He estado dándole vueltas y vueltas al asunto todos estos días. Salió todo al revés y eso es difícil de olvidar", dijo ayer Luis León en Donostia, donde se liberó de ese lastre con un ataque a nueve kilómetros de pura fuerza en un repecho y sostuvo magistralmente hasta la meta del Boulevard, donde se colocó a rueda de Marino Lejarreta. Ya tiene dos clásicas en su palmarés, una menos que el eterno y amado vizcaino, recordman de la prueba homenajeado ayer por la organización y, en cierta manera, muy apegado a Luisle, que debutó en profesionales en el Liberty Seguros cuando él era director en el equipo de Manolo Saiz. "Cuando ataca, Luisle sabe que es para llegar", alabó orgulloso la determinación del chico Marino, que también podría estar hablando de él mismo y sus cabalgadas épicas desde Jaizkibel hasta Donostia en los años 80, cuando la montaña guipuzcoana, un precioso mirador sobre la costa vasca, era determinante, juez y bisagra de la carrera.
El valor de Izagirre Ayer, antes de que se desencadenase Luis León, quiso que lo volviese a ser Gorka Izagirre, un chaval de Ormaiztegi que corre sin grilletes, que es cuando más bello es el ciclismo. Izagirre, de todas maneras, tampoco es un loco. No se da cabezazos contra un muro. O contra el viento, la pared invisible que detestan los ciclistas, que ayer soplaba del norte y, lo que es lo mismo, de cara en la subida a Jaizkibel. Así que la primera pasada solo sirvió para acabar con el desfile de Javier Aramendia y Adrián Palomares. Para poco más salvo para desgastar las piernas bajo el calor de agosto, 32 grados o por ahí, alguno más que manaba del asfalto. Y la segunda subida casi lo mismo porque Tiralongo marcó el paso contra el viento protegiendo a su líder Vinokourov, el campeón olímpico que había decidido acabar su carrera de claros y oscuros en Donostia y quería hacerlo con dignidad, cosas del orgullo de los kazajos, que, de todas maneras, no pudieron evitar la desbandandada en el tramo final de Jaizkibel. Atacaron unos cuantos que se empotraron contra el viento y regresaron en busca de cobijo. Todos menos Izagirre.
Se catapultó cuando olisqueo la pancarta de montaña, se lanzó cuesta abajo con la destreza y el arrojo de los jóvenes y finalizado el descenso tenía un puñado de segundos, algo más de una docena. No estaba solo, le acompañaban Sergio Henao, Rafa Valls, Tomasz Marczynski y Rafal Majka. "Había que intentarlo de lejos", dijo luego. "Era la única manera de ganar", abundó el guipuzcoano, que organizó el grupo, discutió brevemente con Henao, y acabó convenciéndoles de que, con el viento a favor hasta Donostia, había alguna posibilidad de sorprender al grupo, donde venían agazapados Valverde, Joaquim Rodríguez, Gerrans, Luisle, Porte, Dani Moreno y los demás.
Antón, a gusto A Izagirre le cuadró todo, hasta aguantaron los cinco el arreón del Movistar, menos sus propias fuerzas. Se le agotaron subiendo Arkale, una cuesta con escalones que duele como el demonio cuando en las piernas pesan más de 200 kilómetros de plomo. Gorka, que ya se olía ese desenlace porque con el el calor pegajoso de todo el día no había comido ni bebido lo necesario, se hundió allí. Y allí despegó Joaquim Rodríguez con un ataque de los suyos, lo suficientemente seco y duro para dejar el pelotón en un puñado de resistentes. Diez, no más. Él, Valverde, Urán, Moreno, Avermaet, Dan Martin... Esa mezcla no cuajó y les atraparon a diez de meta. Un kilómetro después surgió Luis León, que se desencadenó.
En el Boulevard le sobraron siete segundos sobre el grupo que lideraron al sprint Simon Gerrans y Gianni Meersman. Con ellos iban Zubeldia, mejor vasco en el Tour y decimocuarto, e Igor Antón, undécimo en su último ensayo antes de la Vuelta que comienza el sábado en Iruñea y en la que lleva pensando todo el año. "Es difícil hacer comparaciones", respondió mientras arrastraba la silla en la que estaba sentado cuando le preguntaron por su estado de forma; "pero siento que estoy mejor que el año pasado. O, al menos, cerca de la pedalada que buscaba. Hoy he dado un pasito más hacia ese punto que busco, pero creo que me falta otro más que espero encontrar durante la Vuelta".