FRANCIA: Batum (9), Parker (15), Diaw (15), Turiaf (0) y Gelabale (4) -cinco inicial-, Seraphin (2), Traore (2), Bokolo (0), Pietrus (10) y De Colo (2).
ESPAÑA: P. Gasol (10), Rudy (9), Navarro (12), Calderón (5) y M. Gasol (14) -cinco inicial-, Rodríguez (0), Reyes (2), San Emeterio (2), Llull (8) e Ibaka (4).
Parciales: 22-17, 37-34 (descanso), 53-51 y 59-66.
Árbitros: Maranho, Kennedy y Christodoulou. Sin eliminados.
Incidencias: 14.826 espectadores en el O2 Arena de Londres.
Pues sí, España vuelve a estar en unas semifinales olímpicas de baloncesto. Será la tercera vez en su historia y la segunda consecutiva para una generación de jugadores que se empeña en desmentir a sus críticos porque siempre encuentra la manera de seguir adelante. En estos Juegos Olímpicos de Londres no le acompañan la inspiración ni la forma física, pero el gen competitivo y la calidad siguen estando ahí para salir de los apuros, por importantes que sean. Francia puso ayer todas las piedras en el camino, dominó durante muchos minutos el marcador y tuvo el partido en sus manos. Pero no tiene lo que tiene España: el talento, eso que separa a los grandes de los simplemente muy buenos.
Sin acierto en el perímetro, con poca movilidad en ataque y una defensa demasiado pasiva, España sufrió de lo lindo desde el primer minuto para avanzar en un partido de carreteras secundarias. Los jugadores de Sergio Scariolo tuvieron que coger pico y pala para abrir zanjas, caminos hacia el aro, que Francia había cerrado de la única manera que podía: utilizando su superioridad física, no tanto de centímetros, sino de músculo.
Vincent Collet tenía claro su objetivo. Incomodar a Pau Gasol fue la consigna que envió a sus pívots que no hicieron otra cosa que pegar su cuerpo al del jugador de Sant Jordi. El líder de la selección no estuvo nunca cómodo ni encontró la manera de generar juego. La zona francesa era impenetrable y España carecía de la movilidad y, luego, el acierto para anotar. Como Diaw y Pietrus, coincidiendo en cancha, sí aprovecharon el desprecio de la defensa española para anotar triples, los galos se hicieron con el mando con ventajas que llegaron a ser de ocho puntos en el segundo cuarto.
Los dos equipos llegaron al descanso con porcentajes pésimos en el tiro, entre que costaba lanzar y que el arbitraje permitía todo tipo de contactos. España parecía atrapada por la presión y por un escenario en el que, a priori, tenía las de perder. Scariolo movía lo mínimo su quinteto, pero hacía falta algo que cambiara la dinámica. Fue un parcial de 0-9 para abrir el tercer cuarto lo que cambió la iniciativa mental. Francia estaba cumpliendo su plan, pero se veía por detrás. Parker trató de recuperar el control con unos buenos minutos que se prolongaron hasta el tercer minuto del último parcial (55-52).
El momento decisivo En ese momento, probablemente, se le escapó el partido a la selección del gallo. Turiaf, que ha quedado en mero repartidor, falló dos tiros libres y Parker desperdició una bandeja sencilla para elevar la ventaja gala de forma casi definitiva. A la hora de la verdad, a Francia le entró el pánico y todos los tiros que metieron antes golpeaban ahora el hierro. El base de los San Antonio Spurs volvió a caer en la tela de araña de la defensa española y sin su creatividad y verticalidad, su equipo se queda en nada porque nadie más genera es capaz de genera juego. Llamativamente, en esos minutos ejerció Llull de base y con sus piernas dio un giro de tuerca a la defensa española y demostró que ese podía haber su papel perfectamente desde el inicio del torneo.
Un palmeo de Ibaka y un mate en contraataque del jugador madridista pusieron el 57-58 antes de cuatro minutos de oscuridad y absoluto despropósito en los que nadie anotó. Francia, con 3 canastas de 18 intentos en este cuarto, no podía aspirar a vencer a un equipo que es mejor, aunque durante este torneo no lo haya parecido. Dos tiros libres de Rudy y un tapón del propio jugador a Parker precedieron a la canasta de Marc Gasol que liberó toda la tensión acumulada.
Los franceses no supieron canalizar su frustración por la derrota y cometieron dos faltas innecesariamente duras sobre Rudy y Navarro, quizás para hacer pagar a los españoles por las dudas que dejó la derrota ante Brasil. El caso es que Francia volvió a perder en un gran torneo ante un rival que tiene atravesado. Nunca lo tendrá más sencillo, pero dejó pasar una oportunidad histórica. España volverá a pelear por las medallas por sexta ocasión en siete años porque, pese a todo, sigue sabiendo ganar cuando toca.