Londres. Copas de champán, algún vodka-tonic de más, bolsas de patatas fritas y hasta zapatos de tacón altos: tras meses de sacrificio, privaciones, duros y larguísimos entrenamientos y vida monacal, los campeones olímpicos de los Juegos de Londres celebran sus éxitos con algún que otro exceso con la satisfacción del deber cumplido.
Ese ha sido, por ejemplo, el caso de Bradley Wiggins, el chico dorado del ciclismo británico, que venía postergando festejos. Una semana antes de comenzar los Juegos se convirtió en el primer ciclista de su país en ganar el Tour de Francia. No pudo relajarse porque enseguida llegaba la cita olímpica. La victoria en la prueba contrarreloj le liberó definitivamente. Hubo fiesta en un hotel londinense y Wiggins tuiteó fotos levantando un vaso en señal de brindis. Se declaró "borracho como una cuba" por culpa de los vodka-tonics, y por ello recibió críticas. "Tiene derecho a celebrarlo", dijo en defensa del campeón Andy Hunt, jefe de la delegación británica. "Tal vez él estaba un poco deshidratado y el vodka-tonic tuvo mayores efectos de los que hubiese tenido en circunstancias normales", añadió.
Jessica Ennis, ganadora del oro en la prueba de heptatlón, anticipó que, en caso de victoria, lo festejaría con "dos copas de champán y una bolsa de patatas fritas". La atleta, de 27 años, aseguró que estaba deseando poder "dormir hasta tarde, comer comida basura y disfrutar unas copas de vino". Relajarse no parece ser un verbo que haya conjugado rápidamente Greg Rutherford, que dio al Reino Unido un sorpresivo oro en salto de longitud: "Pasé la gran parte de la noche contemplando el techo para asimilar lo que había pasado", aseguró al ser cuestionado por los medios de comunicación.
Más habituado a las victorias, el jamaicano Usain Bolt no sufrió conmoción ninguna cuando festejó su medalla dorada en los 100 metros junto a tres deportistas suecas, integrantes de la selección femenina de balonmano, que, según varias fuentes, habían avisado que no abandonarían Londres hasta fotografiarse con el hombre más rápido del planeta. El remero Mark Hunter, en cambio, prefirió alejarse de la Villa Olímpica y festejar su medalla de plata en Mahiki, un conocido bar londinense que organiza fiestas para atletas. "Son los Juegos Olímpicos, es tiempo de divertirse y socializar en la segunda parte de la semana", dijo Hunter.
Otros como el nadador estadounidense Ryan Lochte y su rival sudafricano Chad le Clos eligieron Chinawhite, donde se sirve un cóctel dorado hecho con cognac y champán y que tiene unos anillos de oro hechos a mano en el fondo del vaso. El precio es accesible solo para verdaderos campeones con bolsillos repletos de billetes: 3.131 dólares. En el mismo club estuvo Rebecca Adlington, la nadadora británica que ganó dos bronces y que es fanática de los zapatos de tacón alto. En Pekín 2008 y después de ganar dos medallas de oro, Adlington se llevó de regalo un par de color dorado regalo del alcalde de su pueblo, Mansfield.
Consultado sobre las celebraciones de los deportistas participantes en Londres'12, el Comité Olímpico Internacional (COI) dejó clara su postura a través del portavoz Mark Adams: "Por supuesto que pedimos a todos los atletas que beban moderadamente después de sus competiciones".