Brive-La-Gaillarde

LA subida a Peyragudes fue tan excitante y Luis Abril, secretario general de la Presidencia de Telefónica, lo pasó tan mal frente al televisor en Madrid que, por una vez, agradeció no vivir esa angustia en el coche del conjunto Movistar, junto a Eusebio Unzue, como tantas otras veces hizo en la época de Banesto y los Tours de Francia maravillosos de Miguel Indurain. Abril, a quien nadie tiene que inyectar la pasión por el ciclismo porque es algo que lleva tatuado en el ADN, piensa en el equipo ciclista como el gran patrocinio de la multinacional española de telefonía. El buque insignia de su imagen. Su patrón, no puede ser otro que Alejandro Valverde, cuyas victorias tienen el eco de las grandes gestas. Basta comprobar el impacto de su excepcional cabalgada del jueves en los Pirineos.

El ataque final a Peyragudes fue, también para Alejandro, tan intrigante y el desenlace tan incierto, que el murciano se pasó gran parte de la noche del jueves recorriendo una y otra vez en su mente el último kilómetro. "He dormido mal", reconocía ayer. Angustiado. Estuvo horas dando vueltas en la cama imaginando un final dramático bajo el cielo de plomo de los Pirineos. "Cuando iba llegando a la línea de meta tenía tanto miedo a que me pillaran por detrás que luego no he podido quitármelo de la cabeza".

Por la cabeza del corredor murciano pasaba hace unos meses, en enero sin ir más lejos, pero seguramente desde mucho antes, subirse al podio del Tour de Francia en su regreso al ciclismo tras dos años en la sombra, sancionado. Cuando le preguntan por ese capítulo amargo de su vida, dice que ya pasó, pero que, de todas maneras, sacó su provecho en forma de una vivencia personal que le ha enseñado a valorar las cosas cotidianas. Pero, en realidad, prefiere hablar de ciclismo. Nada más volver al primer plano repetía una y otra vez que tenía piernas para competir en el Tour por uno de los tres primeros peldaños.

Duro arranque La carrera francesa, cuya historia está por encima de la de cualquier ciclista, no entiende de jerarquías, es democrático y maltrata o todos por igual. Al murciano le dio una buena tunda la primera semana y siguió atizándole durante la segunda. Cuando salió de los Alpes, el chico estaba hecho una piltrafa. Se había caído tres veces, le habían desmoralizado averías tan inoportunas como que le hizo poner pie a tierra en la base de La Planche des Belles Filles e irritado errores tan desesperantes como el de la rotonda de Boulougne-Sur-Mer que dejó en el imaginario su duelo explosivo con el inalcanzable Peter Sagan, un fenómeno convertido ya en estrella mediática. "Hubo momentos jodidos", reconoció ayer, feliz, el murciano. "Llegué a pensar que el Tour no era para mí, que la mala suerte nunca me dejaría llegar hasta donde creo que puedo llegar". ¿Hasta dónde es eso? "Al podio, claro. Creo que tengo piernas para ello", asegura. Lo malo y lo bueno del Tour han dejado a Valverde instalado en el mismo pensamiento que antes de comenzarlo.

La victoria del jueves en Peyragudes, de todas maneras, tiene un peso que no se mide únicamente en kilos, sino en la medida, cualquiera que sea, con la que se calcula la trascendencia emocional de los acontecimientos. Esta ha calado muy hondo en el corazón de Valverde. "Está entre las tres mejores de mi carrera deportiva, en el podio. Junto a la que le gané a Lance Armstrong en Courchevel en 2005 y la que conseguí en enero en Australia". Aquella, la del Tour Down Under, fue emotiva porque era la primera tras su regreso a la competición después de su obligado parón. Entonces, se rompió. Lloró como nunca antes, peor igual que el jueves en Pirineos. "Lloraba de alegría, pero también por sentirme liberado".

Juegos, Donostia ¿y Vuelta? La felicidad con la que Valverde afronta la mañana en Blagnac, la ciudad de Airbus, es tan evidente y agradable que la pregunta, ahora que está eufórico, quiere ahondar en su ambición buscando una respuesta a la altura de su fama. ¿Y ahora qué? "De momento, los Juegos Olímpicos. Quiero hacerlo bien y luchar por algo importante, aunque con ese circuito es difícil. Luego, seguramente, estaré en Donostia -ya ganó la clásica en 2008 después de llevarse también una etapa en el Tour- y me estoy planteando correr la Vuelta. Todo depende de las ganas que tenga de ir, pero lo doy casi por hecho", asegura posando ya la mirada en los importantes retos que deberá afrontar a corto plazo.

Valverde no se agota, aunque en la Vuelta, además de abanderar al Movistar con su impactante e indudable poder mediático, puede tener un papel secundario en carrera -aunque resulte difícil de creer, en primera instancia- a la sombra de Juanjo Cobo, actual campeón, o Beñat Intxausti, el corredor vizcaino que rozó un triunfo de etapa en el pasado Giro de Italia y dicen que pedalea hacia la carrera española con mejores piernas que entonces.