Bagneres de Luchon. LA decimosexta etapa del pasado Giro de Italia la siguió Gorka Izagirre, 25 años, desde Alemania, en el interior del autobús de Euskaltel-Euskadi y a través de la web de Biciciclismo y su información on line. Cuando quedaban cinco kilómetros para la meta leyó: "Ataca Ion Izagirre". Luego: "16 segundos de ventaja para Ion Izagirre". Y después no supo nada más porque la página no cargaba y se pasó un buen rato atacado de los nervios. Cuando volvió a coger la señal, la web se refrescó y gritó lo que ponía: "¡Gana Ion Izagirre!". Cuentan que hubo un estallido de felicidad en el bus. Por la noche, Gorka llamó a su hermano para felicitarle, pero no le cogió el teléfono. "Siempre está en su mundo", dice Gorka en la mañana fría y gris de Bagneres de Luchon antes de la última etapa montañosa del Tour que sigue Ion por la tele de su casa de Ormaiztegi. Desde allí describe a su hermano mayor.
Así es Gorka, por Ion.
"Negativo", dice el pequeño de los Izagirre, 23 años. "Gorka es de los que ve siempre el vaso medio vacío". No se aleja mucho Ion para explicar lo que quiere decir. Vuelve unos días atrás en el calendario pero sin salirse del Tour. Es la primera semana de carrera, se van acercando los Alpes y Gorka se siente bien de forma. Está contento, pero un par de reveses le minan la moral. El primero de ellos tiene que ver con el equipo y la mala fortuna que borra del Tour los dorsales de Amets Txurruka, Gorka Verdugo, Mikel Astarloza y Samuel Sánchez, un palo tremendo para todos. El segundo, después de asumir que su función en la carrera francesa ha cambiado, se debe a una cuestión personal. Bajando la Madeleine se echa la mano al bolsillo, se pone a comer y pierde la estela del grupo. Cuando empieza a arriesgar bajando para remontar, Kruiswijk se cae delante de él, le coge respeto al descenso y acaba perdido por los Alpes. Otro episodio similar uno o dos días después acaba por sacarle de quicio. Ion habla una de esas noches con él y escucha al Gorka más deprimido y negativo. No ve el vaso medio vacío, sino seco, sin agua. Dice que todo es una mierda, que todo le sale mal, que no sirve para nada y cosas por el estilo. Está disgustado, pero consigo mismo. Se echa la culpa de todo. "Y es así casi siempre. Se desmoraliza con facilidad incluso cuando no tiene motivos". En esos casos, Ion abre el grifo y empieza a llenar el vaso de agua. Le tranquiliza, le hace serenarse e intenta que vea la realidad tal como es. Le amplia el zoom que Gorka tiene fijado solo en lo negativo. Ilumina su mirada negra. "Trato de animarle, de que no sea tan negativo. Cuando me decía que todo iba mal yo le respondía que no era así, que él mismo me estaba diciendo que estaba muy bien de forma".
Metódico y exigente "Todo pasa porque es muy exigente consigo mismo. Es como si no se permitiese fallar. Se marca unas metas altísimas y si no las cumple por lo que sea, se echa la culpa y se deprime", prosigue Ion, que recuerda que Gorka siempre se tomó la bicicleta muy en serio. "No conozco a muchos deportistas tan disciplinados como él. Es muy metódico con la preparación, la dieta, el descanso. Lo cuida todo al detalle". Ion suele recordar alguna vez que para ir a cenar con amama en Nochebuena o Nochevieja, Gorka pone como condición que él se lleva su propia comida, nada de excesos, mete lo que le marca la dieta en un tupper y eso es lo que come.
Ion dice que su hermano es un ciclista con mucha visión de carrera, valiente y bravo, que domina todos los terrenos sin destacar en ninguno salvo la maestría con la que desenreda los descensos, una habilidad que, sin duda, adquirió en su infancia ligada al ciclocross siguiendo los pasos de su aita, José Ramón Izagirre, doble campeón de España en la década de los 80. "Es un corredor completo, que rinde en las grandes, puede luchar por cualquier tipo de etapa y lo borda también en las carreras de un día". Se le da bien todo. Como persona es, en cambio, de extremos. De bajos muy bajos y de altos muy altos. "Lo mismo que cuando lo ve todo negro hace falta apoyarle, cuando las cosas le van bien no es necesario decirle nada. Va solo. Y vuela".
Como en este Tour en una tercera semana fantástica. Fue quinto el pasado domingo en Foix, tercero el miércoles en Luchon y ayer volvió a meterse en la escapada en el epílogo de los Pirineos. "Nunca me he sentido tan bien en mi vida". Antes, por la mañana en Luchon, dedica cinco minutos a hablar de su hermano.
Así es Ion, por Gorka.
"Tranquilo, muy tranquilo. Tiene sus ideas, su manera de pensar y no le preocupa lo que pase a su alrededor. Diría que es simple, o que no se complica lo más mínimo. Vive feliz en su mundo", describe el mayor de los Izagirre, que siempre hizo ese papel y protegió a su hermano cuando compartían cuadrilla y Ion era de los más pequeños. "En cambio, él siempre estaba incordiando. Yo me encendía fácil. Era de sangre caliente. Recuerdo una vez cuando estábamos en el caserío de Mutiloa que reñimos en el frontón, nos empezamos a pegar, él salió corriendo y cuando se alejaba agarré una piedra y se la tiré. Le di en la cabeza y le hice una brecha. Enseguida me arrepentí de lo que había hecho y estuve toda la tarde pidiéndole perdón". Gorka, además de un pedazo de corredor, es un pedazo de pan. "Ion dicen que es más vivo. Puede ser, pero lo que estoy seguro es de que en carrera lo es y mucho. Corre muy tranquilo y lee muy bien todo lo que está ocurriendo".
Los detalles de Ion Gorka repasa la trayectoria de su hermano y la compara con la de otros jóvenes con futuro y reconoce algunas diferencias importantes. "Mientras otros como Sagan y estos corrían Mundiales desde juveniles, él ha ido evolucionando poco a poco hasta alcanzar a un nivel muy alto. Tiene 23 años y llegará lejos, muy lejos. Ahora lo está demostrando, pero yo siempre le vi detalles sorprendentes que me hacían imaginarme lo bueno que podía llegar a ser", asegura.
Ninguno más revelador, de todas maneras, que el de hace un par de años, cuando fichó por Orbea. Ese invierno Ion se marchó a Irlanda de Erasmus y estuvo allí tres meses. Volvió en enero. "Vino con ocho kilos de más. Estaba gordo, gordo". Gorka, que no comprende el ciclismo sin el sacrificio y el cuidado extremo, le reprendió como ha tenido que hacer otras veces porque Ion no comparte su idea extrema de las disciplina. Es más despreocupado. "¿Cómo vienes así?", le recriminó entonces como un padre a un hijo. "¿Qué te crees que es correr en profesionales? Esto no es aficionados. O te lo tomas más en serio o…". Ahí quedó el rapapolvo.
En unas semanas Ion debutó con el Orbea en Mallorca. Uno de esos días, Gorka estaba en la calle con los amigos, subió a casa y se metió en la página web de Biciciclismo para ver qué había hecho su hermano. Esperaba tener motivos para llamarle y darle una lección pero se quedó con las ganas. "Empecé a mirar la clasificación y me lo encontré enseguida, el decimosegundo. No me lo creía. Pensé que estaba mal y le llamé para confirmarlo. Me dijo que no, que estaba bien, que había hecho el doce. Yo flipaba porque sabía en qué condiciones había ido allí. Entendí lo lejos que podía llegar en esto". En eso están Ion y Gorka, igual de buenos. Pero diferentes.