Cap d'agde. Esta historia es sobre un hombre y su montaña. El hombre se llama Thijs Zonneveld, es holandés, exciclista, periodista y joven, 31 años, por lo que tiene todavía la cabeza llena de ideas maravillosas y delirantes. No distingue entre sueño y realidad, así que no sabe aún si lo que sueña es la vida o la propia vida es un sueño. Ya le llegará la mañana de descubrir la diferencia, aunque mejor que no se tome la molestia, pero de momento, Thijs sigue ahí, en el limbo, la nube, o, mejor, sentado sobre su montaña imaginaria. Una de 2.000 metros que describió en sueños hace un año en un artículo publicado en una famosa página web holandesa. La situó allí, en Holanda, el país llano donde la tierra apenas se levanta 300 metros. Aquel delirio es ahora una realidad. O casi. La montaña pedalea. Avanza. Ha pasado de la cabeza de Thijs a la de los ingenieros que, esos sí, tienen los pies bien anclados a la tierra y un lápiz que traza líneas que hacen tangible lo voluble. Ahora estudian si es viable y, si todo marcha bien, en cinco años el sueño de Thijs podría empezar a coger altura.

Primero, de todas maneras, está el hombre. Thijs es ahora el periodista holandés de la melena rubia y el porte atlético que sigue el Tour en buena compañía, la flaca, su bicicleta. Llega a meta, la baja del coche y se recorre los últimos kilómetros de la etapa. Luego, con la mente fresca y despejada, escribe. "Hay pocos deportistas que puedan expresar con palabras y sobre el papel lo que se siente ahí dentro, en este caso el pelotón. Si sabes hacerlo, tienes un lugar asegurado en el periodismo", cuenta Zonneveld, que corrió unos cuantos años en bicicleta, los primeros en Francia, en el equipo filial del Cofidis, y luego, un año en el Camargo cántabro. Vivió en Santander, rodeado de montañas. Pero no fue ahí donde deseó tener una para admirarla desde la ventana de su casa holandesa.

"Desde pequeño pensaba que a Holanda le faltaban las montañas. Las echaba de menos cuando iba a jugar a las cordilleras de Francia o España y volvía a casa y lo veía todo llano", dice. De todas maneras, ningún regreso a casa más desalentador que el del verano de 2011. Había estado con un amigo en Alpe d'Huez, la única montaña holandesa -así se le llama: la montaña de los holandeses, porque hubo una época en los años 70 y 80 en la que sus ciclistas la hicieron suya con sus victorias-, y de vuelta a Holanda le dijo a su acompañante que no podían seguir viviendo de una montaña que, realmente, no era suya, que había que hacer algo. "Le dije que necesitábamos nuestra montaña". En principio, fue una broma, y así lo escribió en la web más seguida de su país. "No esperaba para nada lo que después generó mi artículo".

Una idea en marcha De ahí viene su montaña. Fue tras ese artículo que escribió Thijs que la idea cogió velocidad. La gente se lo tomó en serio y solo un año después la fundación Die Berg Komt Er cuenta con un centenar de patrocinadores, universidades y escuelas trabajando fascinados en torno al proyecto. De momento, estiman que necesitan aún un año o dos para saber si realmente es viable levantar una montaña donde nunca la hubo. "Pero si todo sigue por este camino, dentro de unos cinco años el proyecto puede empezar a materializarse". Será como un bebé que crecerá paulatinamente y sin descanso: primero tendrá 300 metros, luego 900, luego 1.200… "Aunque todavía es pronto para hablar de medidas. No sabemos si podemos hacerla de 300 o de 2.000 metros y, en todo caso, cómo la vamos a levantar".

Los ingenieros piensan a plazos. En una primera fase la montaña estaría hecha de materiales conocidos como piedra, acero, hierro, mientras que para las siguientes etapas prefieren esperar a ver qué depara el futuro. "Estamos hablando de un proyecto que se materializará dentro de muchos años y tal vez entonces existan cosas nuevas que nos puedan servir. Tenemos que ser flexibles en eso", dice Thijs, que imaginó una montaña para el deporte, con carreteras para los ciclistas, pistas de esquí, zonas rocosas para los escaladores y todo lo que se pueda esperar de una montaña y luego asistió admirado a lo que viene a llamar el enriquecimiento popular y profesional de un proyecto que ha derivado en algo tan interesante para él como una plataforma de innovación.

"Ya no es solamente una montaña para el deporte o el divertimento", explica. "Es mucho más. Hay ideas nuevas, como la de hacer un túnel en el que a un lado se situaría una turbina para aprovechar el viento y generar energía eólica que podría iluminar a 30.000 hogares. Sería una energía limpia y la idea ya se ha tomado en cuenta en Austria, que piensa también en hacer un túnel similar en las montañas que ellos sí tienen", zanja Thijs, el hombre que imaginó una montaña.