Annonay Davézieux. Antes de levantar el pie y ver cómo se convertían en dos manchas que cada vez se hacían más pequeñas en el horizonte, Frank Schleck cuenta que escuchó a Wiggins pedirle a Froome que fuera más despacio cuesta arriba en La Toussiere. Luego, se montó el lío. A cinco kilómetros de meta, cuando el dúo del Sky sepultaba la rebelión de Nibali, Van den Broeck y Pinot, el keniano aceleró, se marchó solo y en la operación dejó en evidencia a su líder y el del Tour, repentinamente débil. Todo volvió a su sitio en un instante. Desde el coche Sean Yates reaccionó y, en la que dice es la decisión más dura que le ha tocado tomar en su vida, mandó parar a Froome, que giró la cabeza, buscó a Wiggins y le esperó sin rechistar para volver a metérselo en el bolsillo y llevarle sano y salvo a meta.
El episodio da para una tesis completa sobre la fidelidad y sus límites, hace recordar historias tan truculentas como la de la convivencia entre Bernard Hinault y Greg Lemond en la Vie Claire en los Tours de 1985 y 1986 que acabaron ganando uno cada uno y tiene a los chicos del Sky y a su director respondiendo continuamente a la pregunta que cuestiona la jerarquía en el equipo inglés. Los tres repiten que es incuestionable. No son los únicos.
El respeto al orden establecido es un mantra que repiten los corredores del Sky como si fuese una cuestión de honor. Caballeros británicos. Aunque muchos no lo sean.
No está en el Tour estos días, sino en casa entrenando para la Vuelta, lo que le genera una envidia sana que no puede reprimir al ver todas las tardes cómo Francia, el calor, los Alpes, la velocidad y todo eso que es la carrera francesa entra en su salón a través del televisor, pero Xabier Zandio (Iruñea, 1977), el único vasco en el mejor equipo del mundo, repite como repiten sus compañeros en el Tour que la jerarquía no se cuestiona.
"Tienen muy claro desde el principio que Wiggins es el líder para el Tour porque es el más sólido de los dos. Está todo muy medido", dice Zandio. "Y, de todas maneras, Froome jamás le traicionaría. Los que hablan de que podría hacerlo no saben lo que dicen. A Chris hay que conocerle. Entiendo que otra gente piense que en su lugar tiraría para adelante sin mirar atrás, pero él no haría eso porque es un buenazo que siempre sonríe y está dispuesto a hacer lo que le manden. Ya lo hizo el año pasado en la Vuelta y en ningún momento cuestionó las órdenes. De verdad, pocos saben lo buen tío que es".
Zandio sabe de lo que habla. Recién aterrizado al equipo y, aún ahora, Froome es de los que se le acerca cariñosamente y le da palique para que no se sienta al margen del grupo. "Sabe que tengo dificultades con el idioma, que me arreglo y entiendo algunas cosas pero que, por ejemplo, cuando nos sentamos a la mesa a cenar y se ponen a rajar no me entero de nada. Es consciente de ello y por eso se acerca muchas veces a hablar conmigo".
Eso ayudó en la adaptación de Zandio, que después de toda la vida en casa, junto a Unzue, hace dos años hizo las maletas y se marchó al Sky, un equipo monstruoso. "No lo niego, al principio estaba acojonado. Desde fuera, me parecía un equipo muy grande del que se escuchaban cosas que asustaban. Que eran muy serios, muy estrictos… Iba cagado de miedo". Lo perdió en un momento. En la primera reunión en Italia con Dave Brailsford, el ideólogo del equipo que creció en el borde del anillo del velódromo de Manchester, donde tiene aún un pequeño despacho desordenado de paredes vestidas de fotos de los grandes campeones ingleses de la historia. "Empecé a hablar con él y enseguida mi idea se vino abajo. Pensaba que era serio y frío, y, qué va, nada de eso. Me pareció una persona llana y cercano". Xabier Zandio dice que ocurre lo mismo con el equipo: "Desde fuera parece que es serio, rígido, estricto, frío, muy inglés, y resulta que por dentro es un equipo muy cálido y agradable. Tenía miedo cuando llegué al equipo pero ahora estoy ya como en casa".
El Sky engaña Sobre el Sky se han escrito historias maravillosas que lo equiparan a la NASA. "Son leyendas. Es más lo que se dice por ahí que lo que es. Es cierto que Dave (Brailsford) es muy cuidadoso con los detalles. No escatima en nada". Al famoso autobús del equipo, por ejemplo, no le falta de nada: cada uno tiene sus cascos para escuchar música, internet, unos asientos especiales y todas las comodidades. "Pero no dejan de ser detalles que, además, ya han incorporado otros equipos. Luego tenemos un par de científicos del deporte, que es como ellos llaman a los fisiólogos, y toda clase de ayudas para el ciclista: un psicólogo que yo no he consultado pero que dicen es muy bueno, el mejor material, la ropa… Pero es como los demás equipos. No hay nada especial. El Sky es normal. Se habla de cosas que… pero engaña".
Como Wiggins, su símbolo. "Parece serio y no lo es tanto. Es bromista, aunque su humor sea inglés. Es un buen tío. Un líder agradecido. Siempre te da las gracias cuando pasa un momento tenso. O cuando llegas al autobús. Te dice: "Good job" (buen trabajo). Tengo el oído duro, el inglés me cuesta, pero eso lo entiendo". No desmerece, sin embargo, el líder del Tour de Francia a su fama de metódico. Zandio dice que, como en el caso de Brailsford, ese perfeccionismo debe ser herencia de la pista, donde una décima de segundo te puede condenar. "Es muy metódico con los entrenamientos. Y muy cabezota. Si se le mete algo en la cabeza trabaja sin descanso para conseguirlo. El Tour, por ejemplo, lleva unos cuantos años trabajando para ganarlo y ahí está", dice Zandio, el único vasco en el mejor equipo del mundo.