Besançon. Los cinco supervivientes de Euskaltel -Rubén Pérez, Azanza, Egoi Martínez, Pablo Urtasun y Gorka Izagirre- salieron de la etapa jurásica de Porrentruy con la sensación de haber pedaleado sobre una pesadilla y al llegar al hotel temieron seguir sufriendo el drama durante la última cena con Samuel Sánchez, al que tendrían que mirar a los ojos que pocas horas antes se habían vuelto de cristal cuando la ambulancia le sacaba del Tour hecho unos zorros. Al bajar al restaurante, sentarse, levantar la vista y enfocar el rostro de Samuel, vieron otra cosa: una sonrisa.

Como si hubiese leído a los taoístas y sus teorías que atribuían a una simple sonrisa, una variación milimétrica en la curvatura de los labios, el poder universal de contagiar la felicidad -piensan que la salud de una persona es directamente proporcional a las veces que sonríe en un día-, Samuel improvisó una sesión suave de risoterapia durante la cena. Silenció el drama en lo más hondo de su ser, lo intimó, y a los compañeros que le miraban con respeto por temor a tocar la tecla equivocada, les mostró su lado más terapéutico. Les dio ánimos, desdramatizó el asunto explicando que el ciclismo era así y que era algo que ya sabían ellos y les habló de lo positivo, que estaba entero, bien de salud, aunque no les ocultó la pena de marcharse de esa manera de un Tour que creía podía haber sido tan bueno, o más, que el anterior. Hizo también algunas bromas y, al despedirse, les dijo que para cuando ellos saliesen en la etapa él ya estaría en casa. Fue un guiño. Todos rieron.

La terapia alcanzó su efecto. Por la tarde, los corredores aseguraban notar la fría caricia del vacío. Estaban perdidos. Alguno refrescó el sentimiento de desamparo de la Vuelta 2008, cuando Igor Antón patinó en el descenso de El Cordal y, roto por todos lados, se marchó a casa dejándoles sin nada que hacer ni nada por lo que luchar. El domingo, igual. Hasta que llegó Samuel. De la alegre cena los corredores y el resto del equipo salieron con otra cara, animados.

Samuel ejerció hasta el último minuto de líder, psicólogo y motivador, reto que asumió desde su despedida nocturna Gorka Gerrikagoitia, que no acostumbra a pasarse las noches de habitación en habitación pero lo hizo el domingo, exigido por lo delicado de la situación. Sobre las 23.30 fue sentando en el diván a sus cinco ciclistas. Habló con todos menos con Gorka Izagirre, que a esas horas ya estaba en brazos de Morfeo. Les dijo, como Samuel antes, que había que seguir adelante, que no era momento de hundirse ni deprimirse y que, sí, que las cosas cambiaban, pero que también se abría su oportunidad personal para demostrar su valía ciclista más allá del trabajo de gregario que Samuel les había agradecido antes generosamente.

Por el contrario, el director vizcaino se ha enfrentado a la realidad cambiante sin cambiar nada, ni hábitos ni horarios ni siquiera el tono exigente de la voz, que es la mejor manera de que los corredores no deambulen durante las dos semanas que quedan de Tour.

Gerrikagoitia no ha parado de repetirles a los corredores que hay que cambiar el chip sin perder la motivación. Que en lugar de defender -a Samuel-, ahora deben pensar en atacar, en ganar, una etapa, o las que se puedan, pero sin perder la cabeza. "No se trata de atacar por atacar, sino de hacerlo sabiendo aprovechar las oportunidades", dice el director vizcaino, que ayer por la noche volvió a repasar lo que queda de Tour y marcó las etapas propicias para que triunfe una escapada. Hay unas cuantas y tiene corredores para cogerlas. Luego, agotado por un día histérico, se fue a la cama. Era tarde ya, pero no pudo dormir bien. Eran los nervios, la tensión. No daba crédito a lo que había ocurrido. "En los trece Tours que ha corrido Euskaltel, este equipo no ha vivido una situación similar a esta. Es increíble. Parece una pesadilla, pero estoy con ánimo. Si no lo estuviera y pensara que no sirve de nada seguir aquí, sería el primero que tendría que abandonar el barco. Pero no es así. Creo que tenemos muchas cosas que dar en este Tour. Pienso que sobre la pesadilla podemos poner un sueño". Tiene dos: un triunfo de etapa y el maillot blanco de Gorka Izagirre.