TOMBLAINE-LA PLANCHE DES BELLES FILLES. ¿Para qué esperar?, se dijeron los angelitos. Y no esperaron. Qué diablos. En la primera cuesta seria del Tour, la corta y explosiva Planche des Belles Filles, el Sky, el equipo del cielo, se fue a por él sin reparar en gastos. Es un equipo millonario que tiene a las mejores piernas del Tour. Boasson Hagen, Rogers, Porte, Froome, Wiggins… Ayer les pusieron alas a las zapatillas y venga, para arriba. Al cielo. Sin esperar. Para el resto, salvo Evans, el campeón resistente, fue un infierno.
A Van den Broeck, la esperanza belga, el cielo se le cayó pronto encima. O lejos. A una docena de kilómetros se le salió la cadena y descarriló. No volvió a subirse al tren del Sky. Ni él ni Alejandro Valverde, que estaba tirado en la cuneta un poco más adelante, con la rueda delantera pinchada que le cambió lo más rápido que pudo el siberiano Karpets y con un cabreo de narices que le duró los ocho kilómetros que se pasó persiguiendo y esquivando cadáveres cuesta arriba en La Planche des Belles Filles. Cuando llegó, agotado, muerto, negro, dijo lo que pensaba: "Esto es una mierda". El Tour no sonríe al murciano. "Estoy bien, pero me dan ganas de irme a mi casa", bramó. Se había dejado otros dos minutos. Como en Metz.
Al menos, ellos no vieron la escabechina desde primera fila, ni se les llenaron los ojos de miedo, ni se les achicaron los pulmones, ni tragaron saliva mientras mascullaban '¡ay madre!' o, en inglés, '¡oh my God!', y aflojaban la marcha, levantaban el pie del pedal, sacaban el intermitente y se echaban a la cuneta buscando el aire, las piernas, el ritmo, las ganas de vivir, todo eso que les había quitado el Sky a cuchilladas.
una tortura Cada pedalada era un poco más profunda. Una tortura. Comenzó con Boasson Hagen en el tramo de acercamiento al puerto, un falso llano por el que el noruego, una mula, llevó al pelotón a toda velocidad, acabó con la resistencia de los últimos fugados -Luisle, Albasini, Sorensen, Fofonov y los demás- y llevó al límite a unos cuantos corazones. Cuando llegaron las primeras rampas, muchos explotaron. Gilbert, Sagan, los chicos potentes de la primera semana, pero, también, favoritos como Leipheimer o Gesink, atornillados al asfalto negro, caliente y brillante recién echado.
Con los porcentajes, el 11 y el 13 %, algún descanso entre ellos, cayó por su propio peso el cuerpo musculado de Hagen. Quedaban cinco kilómetros. Y otros tantos maillots del Sky. Se puso delante el de Michael Rogers, tres veces campeón del mundo contrarreloj y reciclado en el equipo inglés como gregario en la montaña. Su ritmo fue otra puñalada. No soportaron el dolor ni Basso, las piernas duras del Giro, ni Frank Schleck. El grupo era un esqueleto. Iban quince. Cuatro del Sky cuando Rogers se echó a un lado y su lugar lo ocupó Richie Porte, otro contrarrelojista que ahora escala de maravilla. Le dio otro meneo al grupo y…
sufre samuel Samuel empezó a boquear como un pez fuera del agua. No era su ritmo y se tiró en marcha para no quemar el embrague. "Era mejor no cebarme y marcar mi paso porque los del Sky nos estaban ahogando", dijo luego. Se mantenían a flote Evans, anclado a la sombra de Wiggins y Froome, Nibali, Taaramae, Menchov y Haimar Zubeldia, que, enorme, resistió hasta que se apartó Porte a dos kilómetros y Froome tomó el último relevo que también hundió al ruso del Katusha.
Quedaba el último escalón del puerto, las rampas del 20% en el último kilómetro. Wiggins, que corre como una computadora, la mirada clavada en la pantalla del SRM, los datos, la potencia, echaba de vez en cuando la vista hacia atrás y se sorprendía de que les siguiese tan poca gente, de la escabechina, porque, contó luego y fue lo que más asombró de todo lo que ocurrió ayer, ellos no subían a tope. "No íbamos al cien por cien". Se lo decían los vatios, a un palmo aún del umbral. También se dio cuenta el inglés de que no serían capaces de hacer descarrilar a Evans, fuerte y atento a su lado, así que se acercó a Froome y le dijo que se apartara un poco, se dejara caer, buscara refugio y pensara en la etapa. "No merecía la pena seguir intentando dejarle".
Froome, que nació en Kenia pero a la vista es inglés, rubio, pálido, alto y huesudo, sacó otra impresión cuando el australiano se adelantó en la última curva, a 350 metros, lanzó su ataque para ganar la etapa y él, que pensó que el liderato de Wiggins no corría peligro, remontó por la derecha tan desgarbado que parecía que se iba a romper, pero tan efectivo que sacó de rueda a Evans. "Mi impresión es que si no ha podido seguirme es porque las piernas no le daban para más", reflexionó tras ganar la etapa. A un par de segundos llegó el campeón resistente con Wiggins a rueda. Nibali, enganchado al trío hasta la última rampa, se dejó 7''; 19'', Taaramae; 46'', un estupendo Zubeldia que se coloca sexto en la general a menos de un minuto del líder; 50'', Menchov, que, de todos modos, estaba contento; 1:31 Samuel, que dijo que no perdía la esperanza y que el Tour, Alpes y Pirineos por delante, aún es muy largo.