Bolougne-sur-mer. Cuando le preguntan por qué el Tour aceptó la propuesta para salir de Donostia en 1992, Jean Marie Leblanc, entonces director de la carrera, suele decir diplomático que en ese momento, aunque latente la amenaza terrorista, el riesgo al boicot, "el contexto era favorable". Luego, prosigue hablando casi en un susurro de que aquel año en España, Madrid había sido designada Capital Cultural de Europa, Barcelona, sede de los Juegos Olímpicos, y en Sevilla se alojaba la Exposición Universal, "con lo que nosotros pensábamos que había que hacer algo por reparar esa injusticia y lo hicimos". Hace hoy veinte años, un 4 de julio, el Tour arrancó con un prólogo en las calles de Donostia. Lo ganó…

"Era el primer año de Miguel Indurain con el dorsal 1", recuerda Eusebio Unzue, director entonces del Banesto de Miguel y Perico que un año antes había vencido en su segundo Tour, el primero con el navarro. "No recuerdo una salida con tantos elementos unidos para propiciar que aquel fuera el fin de semana más emotivo, seguramente el más intenso sentimentalmente hablando, de los que he vivido. No vi jamás tanta emoción reflejada en los rostros de los aficionados". Los elementos eran el fenómeno Indurain y el hecho de que tras ganar el Tour un año antes saliera de amarillo desde Euskadi, a unas decenas de kilómetros de su casa de Villaba. "Era una oportunidad histórica de lucir el primer Tour de Miguel en casa". Que Indurain ganase aquel prólogo no hizo más que alimentar la euforia. "Nunca había ocurrido algo parecido. Se unieron tantos factores que todo aquello estalló en una fiesta".

Unzue recuerda a Indurain tranquilo, "como siempre. Todo el mundo sabe que su rostro nunca reflejaba su actividad interior, pero entonces yo estaba convencido y ahora lo sigo estando de que sentía de una manera especial todo aquello que le rodeaba. Hasta para él era difícil abstraerse de lo que estaba pasando".

El prólogo lo ganó Indurain y la primera etapa con salida y meta en Donostia, el francés Dominique Arnould tras un día gris en el que Zulle, pese a tener que cambiar de zapatilla -acabó con la de Xabier Aldanondo-, le quitó el amarillo al navarro. Al día siguiente el Tour salió de la capital guipuzcoana con destino a Pau. Fue la única etapa pirenaica de aquella edición. Se la llevó el alavés Javier Murgialday, Virenque acabó de líder e Indurain, Bugno, Chiappucci y Mottet se quedaron solos en el Marie Blanque.

Presidente de la Federación Vasca desde 1986, organizador de la Vuelta al País Vasco y la Clásica de Donostia y representante del movimiento que impulsó la salida del Tour de la capital guipuzcoana, Jaime Ugarte se recuerda plantado en la muga despidiéndose de la grande bouclé cuando el pelotón enfiló los Pirineos tras cinco días "sensacionales". "Que Miguel saliese de amarillo y que, además, ganase el prólogo fue lo que alimentó la apoteosis", reflexiona Ugarte, que recuerda el Tour como si fuese "el circo americano" porque, "ellos lo hacían todo, montaban y desmontaban, nosotros solo teníamos que darles la carretera".

el equipo euskadi Hay más motivos por los que Ugarte recuerda aquella salida del Tour. Ese fin de semana se le acercó José Alberto Pradera, diputado general de Bizkaia, y le preguntó qué le parecía la idea de crear un equipo profesional vasco para dar salida a la descomunal cantera que veía cortado su camino en aficionados. Sería un proyecto de carácter nacional, con una filosofía de cantera y el sustento social y administrativo de Euskadi. "¡Cojonudo!", le respondió instintivamente Ugarte; "yo te apoyo en lo que haga falta". Un año después, en 1993, nació la Fundación Euskadi, de la que dependía el Equipo Euskadi que debutó en el pelotón en 1994 soñando algún día con correr el Tour. Con el de este año lleva una docena, todos desde 2001. No fue el Equipo Euskadi lo único que creció sobre la huella que dejó el Tour en Donostia. Cuando cruzó la muga y se adentró en los Pirineos, la carrera francesa no se fue del todo. Algo quedó en Euskadi.

"El impacto había sido mayor aún de lo calculable", dice Ugarte. Y abunda Unzue: "Mucho de lo que hay ahora en el ciclismo es consecuencia de Indurain, pero también de aquellos tres días que el Tour vivió en el País Vasco". En las cunetas estaban los niños que descubrieron por primera vez el Tour y se quedaron prendados. Varios niños de entonces son los ciclistas que ahora corren el Tour.

los niños del tour de donostia En el Boulevard donostiarra estaba aquel sábado de prólogo Mikel Astarloza, un niño que ya sabía lo que era el Tour, "solía ir con osaba a los Pirineos", pero que, de todas maneras, se quedó perplejo "con la velocidad". "Yo había estado en el Tourmalet, que lo subían despacio, claro, así que cuando vi cómo corrían por el llano… No era de Indurain, pero aquel día me impactó. Acababa de ganar el Tour, era la estrella de aquel prólogo y cuando pasó por delante su imagen me marcó. Me pareció un gigante". Astarloza también fue a la salida del día siguiente y, cuando el Tour se fue, cree recordar que le dijo a ama que él quería correr el Tour. "Me quedé enganchado para toda la vida".

Astarloza, de regreso al Tour estos días, suele decir que no entiende su vida sin la carrera francesa, del mismo modo que no se entendería la carrera deportiva de Haimar Zubeldia, que también está de vuelta en el Tour tras un año de ausencia.

Hace 20 años, Zubeldia era cadete de segundo en la sociedad Dana Ona, que el domingo después del prólogo fue soltando a los chavales uno a uno en los cruces por donde pasaba la carrera. Les daban un banderín y un peto. A Haimar le tocó una carretera en Aginaga, a un palmo de su casa de Usurbil, que solo conducía a un caserío, y como los baserritarras estaban junto a él viendo la carrera, recuerda que se pasó "todo el día a la bartola". Así descubrió el Tour Zubeldia, desde un cruce.

Juanma Garate, que este año no corre el Tour pero nadie olvida su ascenso a la luna al ganar la etapa del Ventoux en 2009, tuvo que hacer campo a través para descubrirlo. Subió con la cuadrilla hasta Jaizkibel en línea recta desde Irun, por el bosque. Tenían hasta un maillot amarillo. Lo llevaba el chico que en la salida anterior en bici había llegado el primero. Cuando salieron a la carretera, les impresionó la seguridad. "Había un policía cada 20 metros. Nos asustamos". Cohibidos por la seguridad e impresionados por Indurain. "Iba de amarillo, no lo olvido. Creo que tengo fotos de aquel día hechas por mí"

Egoi Martínez no conserva ninguna foto de aquella época, pero sí miles de imágenes en la memoria. La primera que tiene del Tour es la TVT de Perico, pero no lo sintió hasta que llegó con sus aitas al avituallamiento de Tolosa. Como era de Lemond, se puso al lado del auxiliar del equipo Z que estaba con las bolsas y los bidones. No olvida los silbidos para que los corredores supiesen dónde estaba. Ni su atuendo. Era yankee e iba vestido con gorro, botas y pantalones tejanos. "Yo no recuerdo haberle dicho a ama que quería correr el Tour, pero sí que volviendo para casa en coche tenía unas ganas enormes de andar en bicicleta", zanja Egoi, uno de los niños que descubrió el Tour hace 20 años en Donostia.