Kiev. todo comenzó para Iniesta en Brunete, una localidad en la periferia de Madrid, cuando disputó con el Albacete un torneo infantil, en 1996, en el que su equipo perdió la final ante el Racing. En el club cántabro había un niño llamado Jonatan Valle que hacía malabarismos con el balón. Pero como mejor jugador del torneo fue elegido un tal Andrés Iniesta. “Este niño no falla nunca”, dijo como explicación el técnico serbio Radomir Antic, parte del jurado que decidía el premio individual. Pese a que le tiraban más los colores del Real Madrid, decidió aceptar la oferta del Barcelona y con doce años se marchó a la residencia de La Masía.

Y allí, donde vivía, muy cerca del Camp Nou, se acordaba, y mucho, de Fuentealbilla. Sobre todo cuando sus padres y su hermana, que lo visitaban los fines de semana en la ciudad catalana, emprendían cada domingo el viaje de vuelta al pueblo de Albacete en el coche familiar. Pero todas esas lágrimas derramadas entre las paredes comenzaron a tener pronto su premio. Fue campeón de Europa sub’ 16 y sub’ 19 con la selección española. También fue subcampeón mundial sub’ 20 en Emiratos Árabes en 2003, tras perder la final contra Brasil por 1-0, en un torneo en el que marcó el tanto de la victoria en semifinales contra Colombia.

Este verano, tras conquistarlo todo con el Barcelona y después de ser el héroe del Mundial 2010 de Sudáfrica, celebrará haber sido el mejor jugador de la Eurocopa, la segunda en sus vitrinas, casándose el próximo domingo con Anna, su novia y madre de su hija Valeria. Y el jugador del Barça, ese chico humilde al que todos elogian, paseará en el futuro a su niña de la mano por la calle Andrés Iniesta de Fuentealbilla, ese lugar de La Mancha que le recordará ya para siempre.

su concepción del fútbol Su forma de actuar en el campo y sus palabras fuera evidencian que solamente concibe el fútbol como un juego de equipo, por lo que rehuye los premios individuales, como el de mejor jugador de la Eurocopa concedido ayer por la UEFA. “El fútbol es un juego de equipo, ¿quién decide quién es el mejor?”, se preguntó Iniesta antes de la final ante Italia.

Quienes decidieron que sucediera a su compañero Xavi como mejor jugador del torneo continental fueron los once miembros del equipo técnico de la UEFA, que se tomaron más horas de las habituales para elegir al mejor futbolista de un equipo campeón, que en Polonia y Ucrania volvió a ser tan coral como en Austria y Suiza en 2008 y en Sudáfrica en 2010. Tras golear por 4-0 a Italia, Iniesta fue elegido hombre del partido por tercera vez en el torneo, pese a que Xavi había preparado dos goles, acertado el 87 por ciento de sus pases y dirigido la mejor actuación de España en la Eurocopa. A diferencia de lo sucedido en Johannesburgo, Andrés no había marcado el tanto del triunfo, no era el héroe. Poco le importaba. “El gol nunca fue lo máximo del fútbol para mí”, afirmó con su timidez habitual en las catacumbas del estadio Olímpico de Kiev, un poco “avergonzado” por el reconocimiento individual en la final. “Da igual quién haga los goles, no juego para ganar Balones de Oro, sino para ser feliz, para disfrutar con mi juego. Si luego valoran lo que hago, encantado”, sostuvo sin importarle mucho los premios. Ni los goles, ni los trofeos, ni los títulos. Iniesta, de 28 años, juega por algo menos tangible.

Si lo sé, no marco” “El fútbol es mi vida, no entendería mi vida sin el fútbol. Desde niño estaba con el balón, disfrutando, nunca imaginé, porque es imposible de imaginar, que conseguiría mi segunda Eurocopa. Nunca pensé en llegar a conseguir todo esto, solo quería disfrutar y ser jugador profesional. Espero que pueda seguir disfrutando del fútbol”, culminó un discurso que recordó que, más allá de un gran negocio, el balompié fue y es un juego de niños. Su “Si lo sé, no marco” de las celebraciones del campeonato en Sudáfrica tuvo mucho de broma, pero también evidenció el carácter del jugador de tez pálida abrumado por tener al mundo entero a sus pies. Aunque Iniesta sea quizás el máximo exponente, la ausencia de egos está extendida en la selección española, ya histórica al haber hilvanado tres grandes títulos, y es compartida por el técnico, Vicente del Bosque, que en la víspera de la final afirmó: “Soy un descreído de este tipo de premios individuales”. Un discurso coincidente en un equipo en el que es difícil encontrar a un hombre que destaque por encima del resto, ya que sin David Villa no hubo un goleador y en la maquinaria de toque y posesión de pelota todos forman parte del engranaje. En Fuentealbilla le esperan sus abuelos para felicitarle, y en Can Barça Tito VIlanova, orgulloso del MVP más reservado.