"Alejandro es grande", resumió Rui Costa el fin de semana alpino en el que resistió a los ataques de Frank Schleck -el último ayer mismo, en el larguísimo Glaubenberg, a más de cuarenta kilómetros de meta, demasiado lejos- gracias en parte a sus piernas, su propia capacidad, y en parte a la protección de Valverde. El murciano, como el sábado en Arosa, se metió al portugués en el bolsillo del maillot y no paró hasta que, fundido y muerto, faltaban apenas tres kilómetros para el final y a unos pocos metros de la cima del puerto de segunda que era el tendido epílogo en Suiza. La acabó ganando, nadie pudo sacarle ayer de rueda, el portugués que hace unos años dio positivo por un estimulante y, tras escapar del ostracismo y la marginación, volvió con el Movistar para aprovechar su segunda oportunidad. Se llevó una etapa en pasado Tour y ahora, con 25 años, la Vuelta a Suiza.