vitoria

cuando Clarence Seedorf visitó a Cassano fue recibido con un "¡Obama, gracias por venir a verme!". Si hay un futbolista capaz de mantener intacto su ácido sentido del humor mientras se encuentra postrado en la cama de un hospital escasos días después de sufrir un ictus isquémico que pone en duda su futuro, ese es Antonio Cassano. Genial, anárquico, polémico, vividor, entrañable... Son muchos los adjetivos que se han utilizado para definir al delantero de Bari, aunque la verdad es que se trata de uno de esos tipos inclasificables, difícilmente encasillable basándose en parámetros normales. Lo suyo no llega a los límites de su compañero en la azzurra Mario Balotelli, MVP absoluto en lo referente a episodios estrambóticos dentro y fuera del césped, pero tampoco se le queda muy atrás.

"¡Obama, gracias por venir a verme!". Con esa frase, acompañada de una sonora risotada, recibió Cassano, de 29 años, en su habitación del Policlínico de Milán a su compañero Seedorf, a quien en Milanello llaman como el presidente de EE. UU., por su jerarquía en el grupo y por el color de su piel. La alarma en su cuerpo saltó escasos días antes de ello, el 29 de octubre, en el Aeropuerto de Malpensa, donde regresó junto al resto de la expedición del Milan después de jugar en Roma. Tras aterrizar, sus compañeros comprobaron que le costaba hablar, que parecía desorientado y era incapaz coordinar sus movimientos, por lo que dieron la voz de alarma y el jugador fue rápidamente trasladado al hospital, donde, tras ser sometido a todo tipo de pruebas, se diagnosticó que había sufrido un ictus isquémico sin secuelas permanentes. Fueron momentos en los que no estuvo claro si Cassano iba a poder volver a vestirse de corto, aunque 72 horas más tarde se confirmó que el origen del mal estaba en un problema de corazón que era operable, por lo que podría regresar al fútbol. Finalmente se sometió a una intervención quirúrgica y, tras seis meses de recuperación, volvió a enfundarse la camiseta del Milan el pasado 29 de abril, marcando además un gol ante el Siena. Su buen final de campaña ha hecho que Cesare Prandelli haya confiado en él de cara a la Eurocopa y hoy será uno de los hombres a vigilar por la zaga española.

Este episodio con final feliz es un nuevo capítulo de la extensa biografía de un niño grande, un jugador con un talento bárbaro para el fútbol al que, sin embargo, su mala cabeza ha impedido triunfar a pesar de haber gozado de innumerables oportunidades en equipos de campanillas. Y es que cualquiera no puede presumir de que una derivación de su apellido, Cassanata, sea en Italia sinónimo de follón, jaleo y comportamiento contrario al bien de un grupo. El término lo acuñó Fabio Capello, técnico con el que coincidió en la Roma, club que en 2001 pagó 30 millones de euros al Bari por aquel delantero de 19 años criado en las peores calles de la ciudad y que maravillaba por su calidad y descaro. Desde entonces, Cassano las ha tenido de todos los colores con presidentes, entrenadores, árbitros y rivales. Sus cinco años en la Roma fueron de lo más turbulento. Abandonó un entrenamiento por no serle señalada una falta, fue expulsado varias veces por insultar a colegiados y pegar a rivales, discutió con todos sus entrenadores e incluso exigió que el propietario de la entidad, Francesco Sensi, se lo pidiera de rodillas cuando le insinuaron la conveniencia de que se disculpara ante él tras una de las suyas. Esa arrogancia le llevó a enfrentarse a Francesco Totti, gran ídolo del club, y supuso su marcha al Real Madrid en enero de 2006. Al club blanco llegó pasadísimo de peso y tampoco triunfó, por lo que tuvo que marcharse a la Sampdoria, donde ofreció un nivel notable que le valió para fichar por el Milan en diciembre de 2010.

Tras el susto que protagonizó en Malpensa, desde el entorno del jugador, casado desde 2010 y padre de un niño, dicen que su vida ha ganado en serenidad, pero los 29 años que ha vivido han sido intensísimos, como él mismo relata en su biografía, Lo Digo Todo, publicada a finales de 2008. En ella reconoce que sin el fútbol "tendría una vida de mierda, estaría dando tirones porque sería un delincuente; nunca he trabajado porque no sé hacer nada", se jacta de haber tenido sexo "con 600 ó 700 mujeres, una veintena del mundo del espectáculo, y nunca he sufrido un gatillazo", y reconoce haber jugado muchos partidos tras noches enteras de juerga. Además, cuenta anécdotas absolutamente hilarantes. "En Madrid era fácil colar chicas en los hoteles de concentración. Había un camarero que era mi amigo. Su misión era traerme tres o cuatro croissants después de haber tenido sexo. Me los traía a la escalera, yo acompañaba a la chica de turno y hacíamos el intercambio: él se llevaba a la tipa y yo me devoraba los croissants. Sexo y comida, la noche perfecta".

Quizás lo que ocurre con Cassano es que nunca se tomó el fútbol como un fin, sino como un medio para tener una buena vida. "Hasta ahora he vivido 17 años como un desgraciado y nueve en plan millonario. Me faltan todavía otros ocho años para empatar", dijo cuando presentó su biografía. Y es que no hay que olvidar que tras el partido en el que saltó a la fama a los 17 años, tras marcar un golazo que supuso el triunfo del Bari sobre el Inter, ofreció una declaración de intenciones de lo que iba a ser su vida. "¿Qué ha sido lo primero en lo que ha pensado tras marcar ese gol?", le preguntó un periodista. "En que me he hecho rico", respondió el genial Antonio.