Duración: 36:03 minutos de juego.

Saques: 6 de Olaizola II y 1 de Bengoetxea VI.

Faltas de saque: 1 de Olaizola II.

Pelotazos: 145 pelotazos a buena.

Tantos en juego: 10 de Olaizola II y 2 de Bengoetxea VI.

Errores: 1 de Olaizola II y 6 de Bengoetxea VI.

Marcador: 8-1, 9-1, 17-2, 18-4, 20-5, 21-5 y 22-5.

Botilleros: Asier Olaizola acompañó desde la silla a Aimar Olaizola; mientras que Asier García estuvo junto a Oinatz Bengoetxea.

Apuestas: El dinero salió a la par, con tendencia hacia colorado.

Incidencias: Gran entrada en el Labrit de Iruñea.

PAMPLONA. Fue demasiado cruel el destino con Oinatz Bengoetxea. El manista de Leitza, abrazado a las buenas sensaciones, aterrizaba al Labrit con la velocidad entre los dientes, con el arma cargada, y se fue vacío y lento, sudando la tristeza. Ominoso el día de un Bengoetxea VI sin ninguna oportunidad, la eliminatoria se tiró rápidamente por un Aimar Olaizola que engañó a sus dudas y las arrancó de cuajo desde el primer saque. Sacó una locomotora el goizuetarra en su mano diestra para alejar el miedo, para abatirlo, para sentarse sobre él y sonreír sobre su cuerpo inerte. Porque no necesitó recomponerse el de Goizueta tras un mal arranque, como contra Julen Retegi, sino que tiró de diestra para derribar la atalaya de un Bengoetxea incapaz de alcanzar su juego. Aimar, oculto durante dos semanas, amaneció en la alfombra roja de una semifinal Manomanista más grande, más genial y más radiante que nunca. No en vano, irradió electricidad a su diestra, castigando a pared la defensa de aire del leitzarra, que no pudo ni un ápice evitar que lo hiciera. Y es que, el maltrecho brazo de Aimar emergió como un rayo, como un martillo, como un trueno, de tamañas características que le hizo completar un partido perfecto, en el que le salió todo. Oinatz, mientras, era un juguete roto en sus manos. Si Bengoetxea buscaba el aire en el saque, Aimar encontraba con la diestra, casi siempre a bote, gozar el cuero y mandarlo muy atrás, obligando a Oinatz a defenderse como gato panza arriba; si el de Leitza trataba de ponerse a bote en el saque rival, entonces, Aimar tiraba de remate. Así hasta arrollar a Oinatz y sus miedos.

Porque el de Goizueta fue un rodillo toda la semifinal. Si bien él reconocía que hacía mucho tiempo que no gozaba de esa manera con la diestra, su despliegue fue imperial. Maniató a su contrincante, secuestrando su velocidad; y le llevó por el camino de la amargura cercándole en la pared izquierda, sin posibilidad de sacar sus virtudes con el cuero en la mano. Alargó en un instante el luminoso Olaizola II, cercenando de inicio, en apenas una docena de pelotazos, ya el choque. Segmentada la contienda con un 4-0 de salida, a Oinatz no le quedó otra cosa que abrocharse la camisa de héroe. Pero tal reacción se antojaba imposible, porque la suerte y la clase de Olaizola mataban las dudas que podían crear su velocidad y sus florituras. No obstante, Aimar ni se relajó ni se vino abajo, puesto que su brazo derecho no sufría dolor alguno, y sus incertidumbres se quedaron en el vestuario. Siguió percutiendo el manista de Goizueta sin descanso, sin dejar resquicios a la duda, evitando al de Leitza y sus opciones de realzar su juego. Amplió las distancias como un martillo y tiró por tierra, entonces, cualquier oportunidad de resurrección. Hasta el 17-2, Oinatz no había hecho ni aparición por el Labrit -no por sus errores, sino por mérito contrincante-. De hecho, su único tanto en juego hasta un dos paredes travieso marca de la casa en el segundo cartón había sido una falta de saque de Aimar, que se fue demasiado larga. Después, su pasión decayó hasta el descanso final, porque aguantar cada dentellada de Aimar era una tortura.

Por lo demás, el de Goizueta jugó en envite demasiado brillante, con chispa, juego y físico perfecto, dominando a un peligroso Bengoetxea, fino físicamente, que arribaba en el templo iruindarra para conseguir el billete a la final pero acabó sufriendo la rabia contenida de un tótem enorme. Porque con los datos en mano, Aimar jugó a placer con su brazo dolorido, golpeando 58 pelotas a buena, de las 81 que hizo en total. Si Aimar necesitaba despojarse de las dudas, ayer un quitanieves le ayudó. Y ya está en la final del 24 de junio, donde espera desde la semana pasada Juan Martínez de Irujo.

Por otro lado, el Cuatro y Medio navarro ya está decidido. Por Aspe comparecerán Abel Barriola, Mikel Idoate, Juan Martínez de Irujo y Julen Retegi; entre los cuatro se jugarán una plaza en la final iruindarra. Por Asegarce, entretanto, serán de la partida Iker Arretxe, Oinatz Bengoetxea y Aimar Olaizola: el leitzarra y el de Luzaide se cruzan en el primer envite y después esperará el de Goizueta para embocar la final.