VITORIA. El Gran Premio de Mónaco fue una carrera verdaderamente sintomática. El espejo de lo que acontece. Una bendición con tanto latifundio, tanto propietario para la gloria. Resulta que en las calles del Principado, rosas y champán, se consagró la máxima expresión de igualdad que puede acontecer en la Fórmula 1: seis ganadores en las seis primeras carreras, inédito en la historia. Ocurrió en una prueba disfrazada de emoción, en la que, sin embargo, pudiera haberse dado la concesión de una prolongación de 100 vueltas sin que hubieran acontecido adelantamientos en pista entre los más destacados. La ratonera monegasca, divino balcón para el público, apenas concede mayor margen que el de los pistops. Y dada la igualdad vigente entre monoplazas, el funambulismo sobre el cable que divide, se camufló con un final ceñido, de apariencia caprichosa, pero que no lo fue en cuanto a que no hubo movimientos y se antepuso la defensa de intereses.

Todo aspirante a estas alturas, dado lo ajustado del presente, sabe que quien mejor encarne a una calculadora será campeón. Es la hoja de ruta del equilibrado y pragmático Fernando Alonso, que ya es líder y cuya voluntad va tomando forma, precisamente por eso, por paciencia, por prudencia, por tesón, y por minimizar los males cuando arrecia la tempestad, en lugar de por pretender la apetitosa parcialidad de cada carrera. Sus metas son modestas, más bien objetivas, como ayer, cuando antes de la prueba se confesaba en la parrilla para Antonio Banderas: "Dice que podio, que podio, que hoy se puede". La meta, afincarse en el pedestal. Ser tercero fue suficiente para consumar unos intereses que enfocan con telescopio, allá, hacia el epílogo del curso, momento para entablar conclusiones.

Así llegó la primera victoria de la temporada para Mark Webber, por enfundarse en la calma. Después de cuatro cuartos, su momento de podio, igualdad mediante, llegó. El campeonato, su voluntad y destino, está siendo demócrata, ayer se personó en el piloto australiano. El Mundial está siendo un hotel cinco estrellas para la competencia, que vive hospedada de manera indefinida. Y eso que, contradictoriamente, Webber no encontró rival en su empeño de victoria. La carrera, a pesar del envoltorio, del resultado global que antoja un vibrante destino, fue estéril. De hecho, entre los favoritos a la corona, solo Alonso y Vettel avanzaron respecto a sus lugares de salida. El asturiano se apropió de una plaza y lo hizo en el paso por boxes, lo mismo que Vettel, sustentado en una agónica estrategia de una parada que a la postre todos calcaron, como remedio al triunfo del alemán, que también se vio beneficiado por el caótico arranque de la prueba, por el desastre de Grosjean. La organización llegó a estudiar la maniobra de Vettel, que recortó el trazado por fuera de la pista, aunque lo hizo para evitar la colisión, fue su única escapatoria y, como tal, quedó indemne de sanción.

Carambola de Grosjean En los primeros metros de la carrera, el accidente de Grosjean alteraría y establecería consecuentemente el orden de la prueba. El francés, encajonado entre Alonso y Schumacher, tocó al primero y, carambola, rebotó contra el segundo. El Lotus se cruzó en la pista y cada piloto libró la escabechina como pudo. No lo hicieron Kobayashi y De La Rosa, los primeros damnificados, a quienes seguiría en la primera vuelta Maldonado, sol y sombra el venezolano tras ganar su primera carrera en Catalunya.

La organización ondeó entonces la bandera amarilla, pero no decidió la entrada del coche de seguridad hasta que los bólidos habían superado de nuevo la zona del accidente, poniendo en peligro la integridad de los comisarios que evacuaban al monoplaza accidentado. Mónaco asistía así a su particular media de una entrada del safety car al año.

En la cuarta vuelta se retomaría la carrera, una cadeneta en apariencia, con coches por eslabones, milimétricamente acompasados, con la separación propia del juego del corro de la patata. En términos publicistas, un desfile por una pasarela de moda. Fue la compañera impuntual que es la lluvia, precisamente por su inestable condición, la que trajo las morbosas especulaciones. Una gama de predicciones, porque un abanico son las fuentes informativas y su credibilidad. En Mónaco, donde nació el mito Senna, el remojo puede suponer terminar como un trineo de bobsleigh en las vallas protectoras.

Webber cortaba el viento, Rosberg le achuchaba y así, seguidos, separados por apenas un segundo, en este orden, viajaban Alonso, Massa, Vettel, Raikkonen, que hacía tapón a otra hilera de monoplazas, y Schumacher, entre otros. Solo la primera, y a la postre única, visita al pasillo de los garajes impuso cambios. Sucedió en el giro 29 de los 78 configurados, el escogido por Webber y Hamilton. Alonso lo hizo en un supersónico giro después y rebasó al inglés de McLaren. Con esta primera visita de la mayoría, Vettel, y estirado durante 15 vueltas, pasó a ejercer de líder.

Cambio de planes general Ante el panorama, Hamilton fue quien puso palabras para ilustrar desde su radio la situación errónea generalizada en los cálculos. "Al ritmo que rodamos la estrategia puede ser de una sola parada". Él, al igual que todos los pilotos punteros, habían previsto dos; un sorprendente Vettel, que había arrancado noveno, y Red Bull estaban en lo cierto.

La corrección fue simple: no volver a detenerse. Pan para todos. De este modo, al realizar el alemán su primera parada en boxes, vuelta 46, cayó hasta la cuarta posición. Volvía a la cabeza su compañero de fatigas Webber, secundado por Rosberg y éste por Alonso. La tensión comenzó a chispear, paradójicamente, con las primeras chispas de agua, restaban 10 vueltas por completar en las calles monegascas. Los trazos del dibujo eran geniales, la hipótesis de un fantástico desenlace agudizado por la probabilidad de lluvia que llevó al osado Vergné a suicidarse al montar gomas rayadas. Los coches se alinearon, un equilibrio brutal, semejante que nadie podía con nadie. El conservadurismo apretó sus tenazas y Webber resultó un ilustre representante de la democracia que conforman él, Button, Alonso, Rosberg, Vettel y Maldonado. Seis pilotos para seis victorias.