Madrid. Su carrera como entrenador del Barcelona empezó en Premià, con Pedrito como titular del filial de Tercera División. Y con Pedro en el once inicial acabó la noche del viernes en Madrid. Precisamente el punta canario, el futbolista que Guardiola rescató de la nada para invitarlo a participar en el mejor Barça en sus 113 años de historia, fue el héroe de una nueva final, esta vez de Copa del Rey y de nuevo ante el Athletic.
Porque la era Guardiola empezó en Valencia, con una exhibición en la final copera de Mestalla, en mayo de 2009, y acabó cuatro años después, con un nuevo canto al fútbol del cuadro azulgrana. Porque el Pep Team se conjuró para ofrecerle a su técnico, en su despedida, su mejor versión, aquella que le ha convertido en el mejor equipo del planeta.
Entregados al entrenador más laureado de la historia del club, fueron numerosas las pancartas de apoyo, cariño y agradecimiento a estos cuatros años en los que el noi de Santpedor se ha dedicado en cuerpo y alma al Barcelona, hasta sentirse vacío, como el mismo reconoció cuando anunció su adiós.
"Gracias Pep. El ciclo continuará", aseguraba un cartel en la grada del Calderón. Y si la continuidad del ciclo depende de partidos como el del viernes, la pancarta en cuestión no puede tener más razón.
A falta de veinte minutos del final, con el título ya en el bolsillo, la afición culé empezó a corear su nombre, y lo volvió a hacer ayer durante la celebración. En la final de su adiós y, curiosamente, la más fácil de las que ha vivido como entrenador. Cuando el partido acabó, Guardiola se fue a abrazar, uno por uno, a todo su equipo técnico, especialmente a su amigo Manel Estiarte, que deja el club junto a él, y a su segundo, Tito Vilanova, que tomará las riendas la próxima campaña.
Luego se fue a por sus jugadores, con los que se fundió en un abrazo también de forma individual. Especialmente intenso fue el que le dio Messi, el futbolista al que ha convertido en el mejor del planeta y que esta temporada, bajo su mando, ha hecho nada menos que 73 goles. También fue cómplice el que le dio a Piqué, a quien le susurró alguna cosa al oído.
La escena fue el preludio a la celebración posterior, a la vuelta de honor, en la que Pep se echó a un lado para ceder el protagonismo a sus jugadores, y a la entrega del trofeo, el decimocuarto en su carrera como técnico, de diecinueve posibles. Nadie ha ganado tanto en tan poco tiempo. Ningún entrenador jamás ha calado tanto en un club, por imagen, estilo de juego y resultados, como Pep Guardiola lo ha hecho en el Barcelona.