Madrid. El Athletic y el Barcelona, los dos reyes de copas con 23 y 25 títulos, respectivamente, buscarán hoy en la final de esta competición coronar una temporada en la que han sido protagonistas pero sin suficiente recompensa hasta ahora. La despedida de Pep Guardiola como entrenador culé y las ansias vizcaínas por terminar con una sequía de títulos de casi tres décadas, son algunos de los muchos alicientes de este choque que tendrá como escenario el estadio Vicente Calderón de Madrid.
El Athletic encara la final de la Copa con la intención de olvidar el duro varapalo sufrido hace un par de semanas en Bucarest, donde perdió la segunda final europea de su historia, y ganar su primer título desde 1984. El equipo bilbaíno parece que poco a poco ha conseguido superar la tremenda decepción que le supuso fracasar en el segundo intento de abrillantar su exitosa historia en el fútbol español con un torneo continental que le parecía vedado por la evolución del fútbol y su singular filosofía de jugar con futbolistas de la tierra. Esencial en ese sentido ha sido la labor sicológica de su entrenador, Marcelo Bielsa, quien ha convencido a sus jugadores de, entre otras cosas, hacer "de la necesidad virtud" y comportarse como "soldados" dispuestos a "darlo todo" por la causa. Una causa que no es otra que la de aprovechar la excelente campaña que ha completado el Athletic para responder con un éxito que figure en los anales del club al tremendo cariño de una afición que se ha desplazado en masa para animarle.
cierre del círculo El triunfo ante el Barcelona permitiría al Athletic acabar con una segunda decepción consecutiva el inolvidable primer año bajo la batuta del no menos singular técnico argentino; volvería a hacerle sentirse de nuevo el rey de copas que ha sido durante décadas y le facilitaría el arranque de la próxima temporada, que debería iniciar el 2 de agosto si pierde. Para conseguirlo, Bielsa tiene decidido que, pese a lo que pasó en la capital rumana, donde su equipo no fue capaz de competir como quería ante el Atlético de Madrid, volverá a echar mano de su indiscutible equipo de gala, el formado por Iraizoz; Iraola, Javi Martínez, Amorebieta, Aurtenetxe; Iturraspe, De Marcos, Herrera; Susaeta, Muniain y Llorente.
En la acera de enfrente, el Barcelona se ha conjurado para brindarle a su técnico un último título -sería el cuarto de la temporada y el decimocuarto en cuatro años de diecinueve posibles- y cerrar la exitosa era Guardiola de la misma forma que comenzó: ganando la Copa del Rey al Athletic Club. El 13 de mayo de 2009, con Mestalla como escenario, el conjunto azulgrana inició la etapa más gloriosa de su historia goleando al equipo que entonces dirigía Joaquín Caparrós (4-1), tras remontar el gol inicial de Toquero con tantos de Touré Yaya, Messi, Bojan y Xavi.
Cuatro años después, la mitad del once que Guardiola alineó en su primera final como técnico no estará en el Vicente Calderón: Touré Yaya, Bojan y Samuel Eto'o dejaron el club y Dani Alves y Puyol están lesionados. La de Alves y Puyol no son las únicas bajas que el Barça tiene en defensa, ya que a ambas se suman las de Abidal y Fontàs, además de la de Villa. Guardiola, por tanto, deberá recomponer la zaga -tónica habitual esta temporada- utilizando al joven del filial Montoya para ocupar la plaza en el lateral derecho. Adriano, quien atraviesa el mejor momento de la temporada, es fijo en el lateral izquierdo, mientras que Piqué y Mascherano -los únicos centrales sanos- formarán en el eje. En el centro del campo, Sergio Busquets será el escudero de Xavi e Iniesta, mientras que Pedro, Cuenca y Tello pugnan por acompañar a Messi y Alexis Sánchez en la punta de ataque. Aunque tampoco se descarta que Iniesta pueda adelantar su posición, lo que habilitaría la entrada de Thiago o Keita en la medular.
Descabalgado de la final de la Liga de Campeones por el Chelsea, el Barcelona ha tenido casi dos semanas para preparar a conciencia este partido, algo poco habitual en el conjunto azulgrana, acostumbrado a batirse en duelo cada tres días. Este margen de tiempo ha permitido a Guardiola recuperar a algunos jugadores que arrastraban problemas físicos e intensificar la carga de los entrenamientos, con descansos de dos días por semana.