1ª ETAPA

José Joaquín Rojas (Movistar)3h 57:44

Wouter Poels (Vacansoleil)m.t.

Fabian Wegmann (Garmin)m.t.

GENERAL

José Joaquín Rojas (Movistar)3h 57:44

Wouter Poels (Vacansoleil)m.t.

Fabian Wegmann (Garmin)m.t.

La etapa de hoy, 2ª: Güeñes-Gasteiz. 165,7 kms. ETB-1, 15:15 horas.

Güeñes. Tras ocho puertos y cuatro horas, la primera etapa de la Vuelta al País Vasco se jugó en una baldosa y la decidió Rojas en una décima de segundo. Por donde quería pasar, entre la valla y el cuerpo de Wouter Poels, no cabía un pensamiento. Y menos un ciclista. Los esprinters son como los buenos futbolistas con visión: ven amplios y largos pasillos donde no los hay. Por allí no cabía nada ni nadie. Tampoco Rojas. Pero cupo. La magia consiste en no pensar.

Si lo hubiese hecho, si se hubiese tomado una fracción de segundo para sentir el viento fuerte y frío que soplaba de derecha a izquierda anticipando la llegada de la lluvia -quizá a partir de hoy, seguro durante el resto de la Vuelta al País Vasco-, el caos a su alrededor, la anarquía de un sprint sin esprinters, el revoltijo y el peligro inminente, habría dejado de pedalear. Habría recordado, quizás, que hace una semana, en el sprint que decidió la Gante-Wevelgem, una caída le arrastró hasta empotrarle contra el suelo. Se habría mirado las heridas frescas de las piernas, los parches de sangre en la rodilla, los paños blancos que cubren uno de sus dedos… "No, no, olvídate, está prohibido pensar en ese momento en nada. Y menos en una caída anterior", contó luego Rojas. "En ese momento solo sabía una cosa: o pasaba por ahí y ganaba o me caía". Cuando quiso responder, tenía un ramo de flores en la mano y un beso de cera estampado en la mejilla. Los esprinters son más rápidos que su pensamiento.

"Quería ganar porque yo vivo de las victorias, caerme me daba igual", resumió el murciano. "Es lo que hay: sabemos que en cualquier maniobra nos dejamos la piel". La suya, la azul del Movistar, la cambió por la amarilla de líder.

Klöden, K.O. Ese maillot se lo llevó a casa Andreas Klöden tras la crono de Zalla del año pasado. Por eso corre con el dorsal 1. Este año, pero no en 2013. Rojas se jugó la piel en el sprint y el alemán se la dejó en la etapa. La piel y la vuelta. Perdió más de cinco minutos tras pasar un calvario en la primera etapa. Su físico se resquebrajó en la París-Niza. Salió con fiebre de la carrera francesa, se recluyó en casa, pasó por un periodo de problemas estomacales, dejó de entrenar, renunció incluso al Criterium Internacional, y de su presencia en la ronda vasca, dijo ayer tras llegar molido al autobús, solo espera sufrimiento. Es el primer favorito en caer. En el primer asalto. Quedan cinco.

Como Klöden, entre la cama y la bicicleta, está buena parte del pelotón. El Movistar, sin ir más lejos, tuvo que dejar a Beñat Intxausti, su gran baza, en casa porque de la Tirreno-Adriático se trajo un extraño virus que le ha tenido en barbecho durante dos semanas. Valverde, su líder, no anda mejor. Desde París-Niza no levanta cabeza. Cabizbajo, el equipo de Unzue hacía malabarismos para recomponer el equipo de la vuelta. El sábado aún dudaba: ¿Cobo o Rojas? Eligió al murciano pese a que tras la caída del domingo no había entrenado durante tres días. Pese a que el hermano del recordado Mariano Rojas llevaba una temporada desconcertante porque los problemas físicos no le daban respiro. No acertaba a dar con la tecla de las zapatillas, lo que le sumergió en el frustrante y milimétrico mundo de las tendinitis hasta bien entrado marzo. Luego enfermó de gripe y la semana pasada arrastró su cuerpo por el asfalto de la meta de la Gante-Wevelgem. ¿Por qué le eligió Unzue en lugar del último ganador de la Vuelta a España?

Por días como el de hoy -probable llegada al sprint en Gasteiz-, el del viernes en Oñati y el de ayer, una etapa tan corta, nerviosa y exigente como inservible, por descompensada e ilógica. Concentraba en mitad de recorrido una dureza emparentada con la belleza, una travesía deliciosa por un ovillo de montes: Ubal, La Escrita y el desconocido y tremendo ascenso a El Suceso. Ocurrió que no sucedió nada -salvo la manifestación de la debilidad de Klöden, escoltado por Voigt y blanco como la nieve en El Suceso- porque quedaba un universo favorable hasta Güeñes. 80 kilómetros, media etapa, para ordenar el sprint. Es lo que pasó. En ese tramo acabó la galopada, 121 kilómetros, de David de la Fuente y Davide Mucelli. El pelotón volaba. Olía a sprint porque esta vez, raro, no había un repecho de cemento y rampas imposibles que lo impidiese. Se pensó en uno, el de Goikouria, pero se borró del trazado por peligroso. Aún así, una caída a los pies de San Cosme, a 12 de meta, aumentó la histeria. El sprint, inevitable, fue eso, algo anárquico. En el caos, Rojas vio el hueco. Entre la valla y el codo de Poels. Ni se lo pensó.