Madrid. Cristiano Ronaldo afronta un nuevo reto ante su 'talón de aquiles', un Barcelona que se ha convertido en su bestia negra, que desata su ansiedad sobre el campo, y ante el que solo ha sido protagonista en uno de trece enfrentamientos, con un testarazo de gloria que dio al Real Madrid la última Copa del Rey. Asoma una nueva oportunidad para que pueda resarcirse Cristiano. Mañana llega un clásico que eleva a ídolos y baja del altar a grandes jugadores. Lo sufrió en el último capítulo. En Liga, el pasado 10 de diciembre. Con el Real Madrid en su mejor momento. Sus ganas de brillar, de quitarse una espina clavada desde su etapa en el Manchester United, le condujo a la precipitación. Con 1-0 a favor del Real Madrid, dispuso de una ocasión de las que nunca perdona. Comenzó un murmullo en el Santiago Bernabéu. Se incrementó con la posterior superioridad del Barcelona (1-3).

Fue un nuevo duelo perdido con Leo Messi. Los clásicos se llevan al duelo personal. Y el argentino siempre acaba siendo decisivo. Salvo en la Copa del Rey en Mestalla donde intercambiaron los papeles. El discreto partido de Ronaldo quedó en el olvido por su brillantez en la prórroga. Cuando a la mayoría le flaquean las fuerzas, el portugués impuso su poderío físico. Acaparó el protagonismo final, junto a Iker Casillas por sus paradas salvadoras, con el gol que decidió el único título que ha conseguido como madridista.

Pero en el resto de clásicos que ha disputado, nueve, el protagonismo se lo roba Messi. El argentino aparece como falso nueve para enloquecer el Bernabéu. O revoluciona el duelo partiendo de una banda, asociándose con sus compañeros a su velocidad endiablada y marcando. Justo lo que el portugués no hace. Suele inmiscuirse en una guerra contra el mundo él solo. Víctima de la ansiedad.

Fuera del campo sus declaraciones van por un rumbo opuesto: "No pienso demasiado en lo que voy a hacer antes del partido, trato de que venga de manera natural. Tengo una rutina, como la mayoría de los jugadores. Yo soy diferente, más relajado", confiesa. Nadie le cree.