Zaragoza. Manolo Jiménez se convirtió anteayer en el octavo técnico del mandato del presidente del Real Zaragoza, Agapito Iglesias, tras la destitución del mexicano Javier Aguirre, que se produjo en la madrugada del pasado viernes. El preparador andaluz es a quien se ha encomendado el máximo dirigente del club aragonés para salvar al equipo de la complicada situación en la que se encuentra.
Manolo Jiménez (Arahal, Sevilla, 1964) permaneció vinculado la mayor parte de su carrera profesional al Sevilla Fútbol Club, donde fue jugador desde 1983 hasta 1997, así como entrenador del Sevilla Atlético (de 2000 al 2007) y del primer equipo (de 2007 hasta 2010). En su última experiencia como entrenador, en el AEK de Atenas, logró la Copa de Grecia en la temporada pasada.
Jiménez disputó como jugador 354 partidos en Primera División, llegando a debutar con la selección española, con la que jugó en quince ocasiones como lateral izquierdo, su puesto natural. Como entrenador ascendió al Sevilla Atlético de Tercera División a Segunda División B. En la categoría de bronce alcanzó durante cuatro temporadas consecutivas (de 2003-04 a 2006-07) la clasificación para la fase de ascenso a Segunda División A, ascenso que finalmente logró en esa última temporada.
Al frente del Sevilla logró clasificar al equipo en quinta y tercera posición (temporadas 2007-08 y 2008-09 respectivamente), consiguiendo en su segunda temporada al frente del cuadro andaluz la clasificación para la Liga de Campeones.
El nuevo entrenador del Real Zaragoza fue presentado ayer, primer día de 2012, a una hora poco habitual (21:15 horas) y en las oficinas del club aragonés.
Jiménez se convierte en el octavo entrenador que tomas las riendas del Zaragoza con el actual presidente. Bajo el mando de Iglesias han pasado varios técnicos. Es el caso de Víctor Fernández, su primera apuesta cuando se hizo cargo del club maño en 2006 tras hacerse con el paquete mayoritario que tenía el anterior presidente, Alfonso Soláns, y al que despidió cuando cumplía su segunda campaña.
Su sustituto fue un hombre de la casa, el exjugador Ander Garitano, que estuvo una semana en el cargo y que lo abandonó aduciendo motivos personales.
Su puesto fue ocupado por Javier Irureta, cuya brevedad no llegó a la de su antecesor, pero que apenas dirigió al equipo durante un par de meses (de enero a marzo) y que acabó dimitiendo. Manolo Villanova, otro hombre de la casa, acabó la temporada pero no pudo impedir que un equipo roto descendiera a Segunda División.
Para intentar regresar a la elite en el menor tiempo posible Agapito Iglesias optó por hacerse con los servicios de Marcelino García Toral, que la anterior temporada había sido nombrado mejor entrenador español, y lo convirtió en unos de los técnicos mejor pagados del país. El preparador asturiano logró el objetivo de regresar junto a los mejores en un solo ejercicio, pero ya en Primera sus desencuentros con el presidente acabaron por costarle el puesto.
Un exzaragocista de la Recopa, José Aurelio Gay, con una leyenda viva del club maño como Nayim de segundo entrenador, consiguieron enderezar una nave zozobrante y que el equipo siguiera un año más entre los mejores, pero en la siguiente temporada sus nefastos números al inicio de la campaña terminaron por convertirle en una nueva víctima de un banquillo devorador de entrenadores.
Para intentar repetir lo que Gay había hecho en la temporada precedente llegó el mexicano Javier Aguirre, que obró el milagro con un triunfo épico en el campo del Levante en la última jornada de liga y con el mayor desplazamiento que ha realizado una afición a un campo rival, 11.000 seguidores.
Por desgracia para el conjunto zaragozano la historia se volvía a repetir y en la presente temporada, y con la continuidad ganada por su buen hacer, las cosas se torcieron para Aguirre a poco de iniciada la campaña, hasta el punto de que el equipo es ahora colista, a cinco puntos del descenso y sumando once partidos consecutivos sin ganar (nueve de liga y los dos de Copa del Rey en la que acabó siendo eliminado por el Alcorcón).