burlata. "Este es mi pueblo, Burlata, donde me crié y ahí -señala al pórtico de la iglesia, ahora cerrado con verjas y donde se imposibilita jugar a los chavales- empecé a jugar. Ahora está prohibido. Luego nos quejamos de que los críos están todo el día con las consolas", analiza Rubén Beloki, quien pasea contento a una semana de despedirse. Ya son casi dos décadas como profesional...
Diecinueve años y medio que se acaban en una semana, ¿se le han pasado rápido estos años?
La verdad es que sí. Suena a tópico el parece que era ayer cuando debuté pero me veo igual que hace 19 años y medio y casi ni me he enterado. Te metes en esa dinámica de partidos, entrenamientos, campeonatos y tal y la verdad es que ni me he enterado. Pasan muy rápido.
Sin apenas descansar.
Todos los fines de semana, partido, siempre con el ambiente de los partidos oficiales, siempre pensando en la competición, unas veces ganas, otras pierdes, y al día siguiente otro partido.
¿Demasiada carga de estrés?
Ha habido momentos, quizás no de estrés, pero de mucha carga sí. Hace poco leía una entrevista a Irujo en la que decía que cada vez más necesitaba desconectar. Cuando estás ahí y eres un primer espada juegas todos los campeonatos, todos los torneos, con revanchas del mano a mano. Ha habido años que casi tienes que fastidiarte la mano para irte de vacaciones. Aun así, soy un privilegiado: 20 años haciendo lo que me gusta.
¿Y se despide tocado?
Tengo tanta afición y me gusta tanto jugar que no me voy quemado de la profesión. He disfrutado. Hay mucha gente que tiene un paso más corto, que igual no disfrutan todo lo que ellos quisieran. Yo he tenido bastante suerte: he ganado títulos, cuando los he perdido he sabido reponerme, he conocido a gente interesante, tengo buenos amigos en este mundo y todo es positivo.
En este deporte, además, se necesitan habilidades y fortaleza mental para saber ganar y perder.
Psicológicamente hay que ser muy fuerte. En el deporte individual hay que ser muy fuerte. Aquí no hay diez compañeros tuyos que te apoyan, que si tienes el día malo vas al banquillo y sale otro. Aquí tú tienes que dar el callo día tras día y eso solo se consigue haciendo de lunes a viernes un trabajo para estar bien el fin de semana, tanto físico como mental, y año tras año es duro, pero a los que estamos en esto nos gusta el sacrificio desde pequeños. Pero no ha sido tanto sacrificio: cuando mi cuadrilla salía por ahí, yo me iba al cine con la moza. No ha sido tanto.
¿Le tocó responder desde muy joven?
Yo debuté con 18 años y ahí cambias el chip. Tienes que ser muy organizado, tener mucha responsabilidad, tienes que saber soportar la presión, te lo tienes que creer. Todos sabemos de gente que no ha sabido soportar esa presión y no le han ido bien las cosas. Es complicado, es duro y hay que rodearte de buena gente que te ayude en el recorrido: compañeros, que durante la semana entrenes con ellos, preparadores, entrenadores... Todos ayudan.
¿Qué tal llevaba las derrotas y las presiones de los duelos importantes?
Nunca he dejado de dormir por un partido, nunca me ha durado una derrota más de dos o tres días malhumorado. Luego tienes que renacer y tienes que saber distanciarte de las derrotas. Hay que saber desconectar para rendir mejor.
¿Cuál será su función tras despedirse como pelotari?
Estoy hablando con la empresa y ellos quieren que siga. Me gusta el deporte, me gusta la pelota y en cualquier cosa que haga quiero llevar la línea que he mantenido como pelotari, que no ha sido otra que trabajo, trabajo, disciplina, decir las cosas a la cara, querer mucho a este deporte y darlo todo.
¿Le sorprendió la oferta?
No te voy a decir que me ha sorprendido cuando la empresa me lo ha comentado, pero he podido intuir que cuando haces una carrera tienes un valor que puedes transmitir a la gente joven. Has vivido muchas experiencias, muchos campeonatos y es lo mejor que sabes hacer.
Entre la gente joven, usted siempre ha sido un referente, ¿son ellos con los que le gustaría trabajar?
Creo que lo puedo hacer bien y con la gente joven hay que empezar cuanto antes. A un chaval que está en la órbita de la empresa con 16 años tienes que enseñarle cuanto antes, porque según vas cumpliendo años cuesta más, adquieren vicios. A un pelotari como Olaizola o Irujo tienes que decirles otras cosas más adecuadas a un partido: cuestiones de estrategia, de ánimo, de que vaya hipermotivado... A los chavales jóvenes hay que trabajar a saco el trabajo de técnica, en el frontón. Estaremos ahí e intentaremos sacar a otro campeón vizcaino.
Ahí le veo.
El frontón Bizkaia ha supuesto aire fresco. En la pelota hacía mucha falta y los pelotaris de Bizkaia lo agradecerán. Ahora la gente que vemos que va al frontón de Bilbao es gente nueva, gente joven, de 30, 40 o 20; gente que ha ido hasta ahora mucho al frontón y gente que va con hambre de pelota. Hay que llevar pelota buena a Bilbao, pelota de calidad y eso le hace falta a la pelota. A Gipuzkoa y Araba igual, pero a Bizkaia especialmente.
¿Qué supone emocionalmente el Labrit para usted?
En el Labrit gané mi primera txapela con nueve años y es mi frontón. De los 14 a los 18 entrené allí. Yo creo que es el frontón en el que más a gusto juega el pelotari, sea de la provincia que sea: Pablito juega a gusto allí, Titín juega a gusto allí, Aimar también. Es un frontón agradable al que la gente va a divertirse... La pelota necesita al Labrit.
Y su despedida no podía ser en otro lugar.
Me comentaron la posibilidad de hacer varios partidos, pero eso no va conmigo. Soy navarro, soy de Pamplona y ya está. Lo hago en mi casa con los pelotaris que sea.
Además, con Titín, otro veterano en las canchas.
Podría haber sido con Pablito, porque con él he jugado muchísimo. Pero Titín es especial. Debutamos los dos en el 92, en septiembre, y me dijeron: Quieres que juegue Titín. Pues yo encantado.
¿Cómo espera el sábado, cuando se encuentre ante su último partido como profesional?
Va a ser un día en el que no sé si voy a disfrutar, por los nervios, las emociones... Quiero hacerlo bien, pero habrá muchos sentimientos ahí y quiero que salga un buen partido.
Le quedaban dos meses de contrato, ¿cómo se decidió?
Creo que era un buen momento para decir adiós. Me ha costado mucho decidirme. Ya no tengo ese pelotazo que tenía antes, pero disfruto jugando. Lo he hablado con mis familiares, con mis amigos...
Comentó antes del pasado Manomanista a DEIA que si no entraba en las competiciones oficiales, era el momento de dejarlo.
Por suerte llevo toda la vida en la competición y desde los quince años me he visto en competiciones. Desde que he estado en profesionales he entrado en todas. Me he visto en la distancia y ya son 19 años y medio. ¿Quién me iba a decir que iba a aguantar casi veinte años? Pues ya está bien. Tengo txapelas, tengo campeonatos y era el momento de decir que no.
No se siente lo mismo.
Ya no tenía la misma motivación. La mía es jugar para ganar y sin competición a mí me faltaba algo.
¿Qué le dijo su familia cuando les comunicó la noticia?
Mi mujer, cuando se lo dije, sintió pena. Era mi novia antes de ser profesional, su padre fue mi entrenador en Burlata, su hermano fue pelotari y ha vivido la pelota. Ella se lo ha tomado muy bien y me dijo que me retirara cuando yo quisiera, pero a ser posible estando bien. Mi padre también ha sido un grandísimo pelotazale y también me decía que tenía mucha pena.
¿Y sus hijos?
Con mis críos ando aún peleando. Mi hijo tiene siete años y me dice: No te retires, aita. Pero ya le he explicado que este será mi último partido, contra Bengoetxea VI además, que es su ídolo. También tengo dos hijas, una de cinco años y otra de tres.
¿Irá con usted el sábado?
Ese día ya me ha dicho que va conmigo a tope, pero cuando jugamos a pelota yo me pido a Beloki y él a Bengoetxea, siempre.
Y con Eugi, empezaron a llenar frontones en los 90.
Por aquel entonces la pelota profesional estaba muy mal. No iba gente al frontón. Y fuimos el revulsivo que necesitaba. En Navarra llenábamos los frontones en aficionados. También eran otros tiempos, pero el campo profesional estaba de capa caída, la gente no iba mucho. Entonces, entramos nosotros y se empezaron a llenar los frontones un día tras otro. Y sobre todo era gente joven: cuadrillas de Burlata, cuadrillas de Agoitz...
¿Qué le une con Eugi?
Con Eugi me une una amistad muy buena. En aficionados fuimos contrarios, pero también compañeros...
Ganarían seguro.
Sí, sí. Y en profesionales éramos eternos contrarios. Pero cada vez que nos juntamos en la distancia la verdad es que los partidos contra Eugi son el mejor recuerdo. Cuando Irujo se acuerde de la época de los partidos contra Aimar, se dará cuenta de que él ha sido grande, porque Aimar era grande, y viceversa. Me encantaba jugar contra Eugi, porque lo grande que era él, me lo hizo a mí también.
¿Ha vuelto a ver sus finales?
No soy de ver vídeos, porque solamente veo los fallos. Ahora ETB está echando finales, como la primera mía contra Errandonea y alguna del Parejas. Sientes melancolía por cómo le pegaba entonces, que ahora le pego la mitad. Sentimientos contrapuestos. Y lo veo con mis cuñados, que son muy pelotazales, con mi hermano, con mi padre...
¿Qué le comentan?
Mi cuñado me decía: ¡Cómo te movías! ¡Qué rápido! Oye, que no tenía mucha fama de ser rápido, pero ya corría, ya.
¿De dónde vino su sobrenombre: 'El látigo de Burlata'?
Eso vino de una crónica de Jon Trueba en el Diario Vasco. Le gustaban mucho ese tipo de comparaciones. A Eugi le puso la Ardilla de Agoitz, por cómo se movía por la cancha para todos los lados, y a mí, el Látigo de Burlata, porque mi derechazo era mi mejor golpe.
Cuándo era un primer espada se metió de lleno en la pelea por los derechos de sus compañeros pelotaris, ¿era necesario?
Lo era entonces y yo creo que era necesario que estuviéramos los de arriba, porque en situaciones como esa tenemos que estar. Se consiguieron cosas muy importantes para la pelota, como tener una seguridad social, cotizar, tener paro...
¿Qué echará de menos?
Más que la competición ponerme el pantalón blanco y la camiseta de jugar. Lo he hecho desde los ocho años. Todos los fines de semana haces la bolsa y te vas a jugar. También echaré de menos el vestuario, las tertulias con los compañeros, en los que hablas de todo. Lo echaré todo de menos.