las aspiraciones del Deportivo Alavés de ser reconocido como el más serio candidato a alcanzar una de las cuatro posiciones que dan derecho a jugar la promoción de ascenso pasaban por ganar a su adversario de ayer para corroborar algunas buenas sensaciones extraídas de la contundente victoria la semana pasada ante un disminuido, no lo olvidemos, Palencia. Con el empate cosechado ayer ante otro rival menor se vieron inesperadamente truncadas y han creado nuevamente una atmósfera de escepticismo en los aficionados. Demostraron que en casa la presión les puede y tampoco demostraron el carácter que se les supone.
Y es que el conjunto albiazul sigue teniendo una asignatura pendiente en el estadio del Paseo de Cervantes, tanto con el pobre juego ofrecido hasta el momento como, sobre todo, con los resultados ante equipos débiles. Un estadio que lo considero como el mejor del grupo pero, mira por dónde, es donde menos a gusto se encuentran los albiazules: con el de ayer ya son cuatro encuentros consecutivos en los que obtiene el mismo resultado. Es un campo donde la afición exige el máximo a sus jugadores, donde están pasando continuamente su reválida particular y donde los fallos continuados no se perdonan tan fácilmente. En cambio, para los rivales actuar en él es una motivación añadida. Tienen mucho que ganar y poco que perder, arriesgan algo más y juegan muy tranquilos, sin apenas presión. Y si su rival (mal físicamente y sin ideas como ayer) apenas ofrece oposición juegan a sus anchas.
Algunos jugadores son conscientes de que no pueden ganar a sus rivales, vayan con el resultado a favor o en contra, y se bloquean delante de sus aficionados que asisten con asombro a lo que se les está mostrando. Querrán hacerlo lo mejor posible, nadie lo duda, pero siguen fallando y mostrando una falta de acierto preocupante. Cuando tratan de jugar al fútbol tienen demasiados problemas para llegar al área rival enlazando cuatro pases seguidos. ¡Ah! Y les siguen marcando goles de la manera más peregrina: ayer fue el portero, de saque de puerta, el que dio la asistencia. Un equipo, el albiazul, sin arrestos y débil de carácter que, a las primeras de cambio, ante cualquier conjunto con empaque, conjuntado y competitivo, no sabe sacar lo mejor de sí mismo, si es que realmente lo tiene, pues cada vez lo dudo más.
Tampoco demuestra superioridad ante ningún adversario e incluso termina siendo dominado por cualquier equipo que se muestre medianamente serio, como ayer el Sestao, y con los jugadores alavesistas asistiendo impasibles al acontecimiento e incapaces de reaccionar. Si tedioso fue el primer periodo aún nos reservaban lo peor tras el descanso donde fueron dominados totalmente y sacaron de sus casillas tanto a los jugadores como a la afición puesto que estuvo más cerca el gol visitante (parecía que jugaba en su terreno) que el local. Por lo visto, el encuentro ante el Palencia fue solo un espejismo ya que solo se aprovecharon de un equipo a la deriva y de sus concesiones. Pero ¿es real lo de ayer? En sus botas está aclararlo.