vitoria. Juanjo Cobo ganará hoy, si Froome y las bonificaciones no lo impiden, la Vuelta tras sobreponerse a una depresión de año y medio. Entró en el túnel a principios de 2010, cuando fichó por el Caisse d'Epargne, y quiso salir el pasado mes de mayo. Descolgó el teléfono, llamó a Matxín y le dijo que, definitivamente, colgaba la bicicleta, que no aguantaba más. El director basauritarra le convenció para que siguiera. "Tú solo disfruta", le dijo. Es lo que hizo. En la Vuelta sufrió en Sierra Nevada, se defendió en La Covatilla, asomó en La Farrapona y se catapultó en el Angliru. Luego, padeció más fuera de la carretera, la presión y el agobio, que dentro.
¿Aún no se siente vencedor?
Es que está claro que matemáticamente no lo soy. Queda una etapa en la que hay en juego 32 segundos en bonificaciones y yo tengo trece de ventaja. Tengo muy cerca la Vuelta, más que nunca, pero hay que correr la última etapa.
¿Ha hablado con Froome? ¿Le ha preguntado si luchará aún por ganar la Vuelta?
Me gustaría que lo de mañana fuese una fiesta, pero no sé si lo será. Froome tiene su derecho a correr la etapa como si fuese otro día más. No he hablado nada con él, pero lo puede hacer perfectamente.
Quedan esprines y bonificaciones, pero Urkiola era la última montaña donde le podían plantear batalla. ¿Cuando ha pasado por allí sin que le atacaran se ha sentido más cerca de ganar la Vuelta?
He respirado. Antes del puerto estaba muy tenso porque sabía que era la última oportunidad de Froome para dejarme de rueda. Al ver que no me atacaba y pasábamos todos juntos me he liberado y he ido algo más relajado.
Quedan la etapa de hoy y las bonificaciones, ¿pero puede descubrir cuál ha sido su peor día durante esta Vuelta?
El peor fue el de Sierra Nevada. Sufrí más de la cuenta. Gracias a que pegaba el aire de cara y a que el ritmo no era muy fuerte pude llegar sin perder tiempo. Pero iba mal. Me costó mucho salvar el día, pero a partir de ahí fue cuando me cambió el chip. Empecé a pensar de otra manera de cara al resto de la Vuelta. En estos últimos días pasé el mal momento de Peña Cabarga, pero entonces ya solo era una guerra entre Froome y yo. Su rueda ha sido lo único que me ha preocupado.
¿De veras está preocupado?
Es que seguro no tengo nada ganado. Está claro que estoy más cerca que nunca, pero no está conseguido. No tengo la tranquilidad de sentirme ganador.
Si usted fuera segundo y estuviese a 13 segundos de distancia de Froome, ¿lucharía por ganar la Vuelta?
No lo sé. No puedo ponerme en su lugar. No me lo planteó. Yo estoy en otra situación, la del primero que tiene que defenderse. Y entiendo que él tiene derecho a seguir compitiendo hasta el final. Yo solo tengo que tener cautela.
Aunque falte una etapa y la Vuelta no esté ganada, ¿le sorprende estar donde está ahora?
Claro que lo es. Estoy casi con una Vuelta a España en mis manos. En principio venía en muy buena condición. Lo demostré en la Vuelta a Burgos y entonces tenía aún dos semanas para mejorar. Quería intentar hacer una buena general y echar una mano a Denis -Menchov- y Carlos -Sastre-. Luego me he encontrado con esto. Nunca lo hubiese pensado.
Más que una cuestión física, su lucha por la Vuelta se ha centrado en el aspecto mental. Se hablaba de si sería usted capaz de soportar la presión y no venirse abajo. ¿Cómo ha gestionado esa situación?
El año y medio que tuve de depresión me ha ayudado a mantener la calma estos días. No me he querido presionar. Iba día a día. Si ganaba la Vuelta, bien. Y si la perdía, también. Estaba satisfecho con lo que estaba haciendo. Esa ha sido la clave. No pensar que podía ganar me ha ayudado a estar aquí.
¿Es consciente de que ganar la Vuelta le puede cambiar la vida?
Ganarla va a ser importante. No es fácil lograr una victoria así, por lo que tengo que pensar que estando bien puedo estar disputando grandes cosas. Espero que esto me ayude a conseguir la regularidad que no he tenido estos años y pueda estar luchando más a menudo por ganar. No una vez cada dos años como ahora.