ALEMANIA Benzing (10), Hamann (7), Schaffartzik (7), Kaman (15) y Nowitzki (19) -cinco inicial-, Herber (7), Schultze, Schwethelm (3), Pleiss y Staiger.

ESPAÑA Pau Gasol (19), Rudy (6), Navarro (14), Calderón (2) y Marc Gasol (24) -equipo inicial-, Reyes, Ricky, San Emeterio (12), Llull e Ibaka.

Parciales 15-16, 18-20, 22-20, 13-21.

Árbitros Christos Christodoulou (GRE), Fernando Rocha (POR) y Marek Cmikiewciz (POL). Sin eliminados.

Pabellón Siemens Arena de Vilna, ante unos 3.500 espectadores.

Desde que lo inventó James Naismith, hace 120 años, el baloncesto ha destacado siempre como un deporte eminentemente colectivo. Rara es la vez que un solo hombre puede ganar un partido. Los encuentros los ganan los quintetos. Y los torneos, los equipos que disponen de más soldados dispuestos para la batalla. España cuenta desde ayer con dos más. Si en los primeros compases de este Eurobasket se había cuestionado el uso y la aportación de los elementos del banquillo, ayer fueron los secundarios quienes acudieron al rescate de un favorito sin brillo, atascado, que volvió a complicarse en exceso la vida pero que acabó sumando una victoria que puede resultar definitiva en su pelea por hacerse con una plaza en los cuartos de final.

Ricky Rubio y Fernando San Emeterio irrumpieron en un duelo que volvió a evidenciar las carencias de un equipo que, aun manteniendo su vitola de principal favorito al oro, se muestra más humano y accesible conforme avanza el calendario. El joven niño prodigio deshizo e hizo. Tiró de picardía e inteligencia en el momento preciso. Enmendó errores previos, sobre todo en defensa. El santo del Baskonia se sacudió los complejos y por fin logró enfundarse el chaqué de talismán que tantas noches ha disfrutado el público del Buesa Arena. Con Pau Gasol tocado, renqueante aún del esguince de tobillo que le impidió actuar ante Turquía, el cántabro se sumó a Navarro y Marc Gasol para mantener la producción ofensiva y elevar el ritmo de un encuentro al que Alemania pretendía meter cloroformo.

Los germanos asumieron por obligación una distribución más democrática de sus posesiones. España se volcó en la defensa sobre Nowitzki. Reducir los daños, inevitables, que el MVP de las pasadas Finales de la NBA podía provocar con sus plásticos fade away se convirtió en una misión prioritaria. Pau Gasol, de nuevo faro, héroe, mártir, asumió el reto. Se sacrificó de inicio. Saltó a la cancha con dolor y con esa misión entre ceja y ceja. Cedió los trastos en ataque durante los dos primeros cuartos. Y en cierto modo logró mitigar los habitualmente devastadores efectos de la estrella de los Dallas Mavericks.

Dirk Bauermann reaccionó buscando espacios para el otro pívot. Kaman supo sacar partido a su duelo individual con Marc. El jugador de los Clippers hizo daño. El suficiente como para, abriendo espacios para los hombres del backcourt, permitir que el marcador se mantuviera en un desconcertante abrazo cuando el encuentro llegó a su ecuador (33-36). La sensación era extraña. España había sido mejor. Pero el partido continuaba abierto.

Sergio Scariolo, preocupado, mantuvo una conversación con su estrella que a la postre resultaría clave. Pau, incapaz de anotar un solo punto en los dos primeros cuartos, se conjuró para ofrecer una nueva lección de compromiso. El equipo lo necesitaba. Y respondió. Con diez puntos casi consecutivos propició el primer despegue del campeón continental (43-52), aunque resultaría insuficiente. Alemania había encontrado la manera de hacer daño. Ahora era el equipo germano el que corría.

La intensidad de Herber, que sacó petróleo daño cargando el rebote ofensivo, y la velocidad y el acierto en el perímetro de los dos exteriores, Hamann y Schaffartzik, volvieron a sembrar de incógnitas el desenlace del partido. Con el recuerdo de lo que sucedió en el choque anterior frente a Turquía aún fresco, a los pupilos de Scariolo pudieron haberles temblado las piernas. Pero no lo hicieron. El preparador transalpino varió, por una vez, su habitual rotación y apostó por mantener a Ricky y San Emeterio sobre la cancha en los momentos decisivos. No todo el mundo aceptó de buen grado esta decisión. Según recogieron las cámaras de televisión, a Rudy Fernández le supo a cuernos. Pero el tiempo acabó por dar la razón al seleccionador.

San Emeterio se había ganado la confianza que hasta este punto del torneo le había vuelto a negar Scariolo. Con dos triples que mantuvieron las constantes vitales del equipo en la primera mitad, mucha brega en defensa y decisiones valientes, apoyadas en la seguridad adquirida, se convirtió en uno de los argumentos que decantaron el duelo. Ricky, víctima de la estrategia defensiva planteada para secar a Nowitzki, sufrió para detener a sus pares. Sin embargo, un robo y un rebote ofensivo en los momentos determinantes bastaron, junto con un mate del héroe Gasol, para zanjar las dudas. España sigue creciendo. Ahora tiene más armas.