Haro. 33 años sin verse, la Vuelta no reconocerá Bilbao. Está tan distinto. Ha cambiado su viejo traje de acero oxidado por uno de titanio reluciente. Dice la gran mayoría que es más hermoso. Para gustos. Tampoco reconocerá, dicen, este ciclismo vasco que ha recorrido el camino inverso al de la Villa. Se oxida, alertan.
Ocurrió hace unos días. Fue una llamada. Y tras descolgar, una voz que pedía. No dinero, no apoyo, no manos, sino niños. Niños con sus bicicletas para que posasen en la foto de llegada y salida en Bilbao ahora que la Vuelta regresa, este viernes, a la capital vizcaína. Niños ciclistas, que ironía, qué sarcasmo. "¿Los quieren para mostrar la fuerza y buena salud de la cantera vasca?", se dijo uno de los que recuerda aquellas excursiones tremendas con los críos de las escuelas, los autobuses repletos, la algarabía, a Urkiola, a Montecalvo en la Klasika Primavera, a Getxo, claro, a Getxo, a tantos y tantos sitios. Los chicos rogaban a los ciclistas que les dieran un botellín. ¡Menudo botín! Una gorra era un tesoro. Del Reynolds, del Caja Rural, del Orbea, del Panasonic, del PDM… No hace tanto de aquello ¿Y ahora? Ahora nada, o casi nada. Habrá en Euskadi un 60% menos de licencias que en los felices años 80 y principios de los 90. Y el colmo de la ironía: la Vuelta regresa a Bilbao, que llegó a tener hasta 300 licencias de chavales en clubes como el de Santutxu, Casco Viejo, San Adrián, La Bilbaina y demás, y ahora, dicen, apenas cuentan con ¿seis? Con ese Bilbao, con esa Euskadi ciclista, se reencuentra este viernes la Vuelta.
La que dejó atrás hace 33 años, con la última llegada a Bilbao y Donostia en el 78, era otra. "La número 1, sin duda. En todo: en chavales, en aficionados y en profesionales. Éramos el espejo en el que se miraban todos los demás", recuerda Jaime Ugarte, que ese mismo año fue elegido presidente de la Federación Guipuzcoana, el primero que ocupaba el cargo tras ser votado democráticamente.
Aquello no venía de la nada porque la pasión por la bicicleta ya existía. Y tanto que existía. El Cojo, Ezquerra, Loroño, Gabika, Galdos, Barrutia, Langarica… "Euskadi siempre fue la envidia y el ejemplo para todos", cuenta Iñigo Mentxaka, presidente de la Sociedad Ciclista Punta Galea, fundada en 1975. En los 70, los años de Lasa, Perurena, Gandarias, Elorriaga, Mayoz y tantos otros, el ciclismo era el segundo deporte en Euskadi. Por encima solo estaba, claro, el fútbol. Las bicicletas competían en popularidad con la cesta punta y la pala, que tenían una repercusión internacional enorme.
Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi, suele recordar que la Vuelta se daba un baño de masas cada vez que entraba en Bilbao. Cuenta también, que para los vascos aquella carrera era la más importante del año.
Luego llegó el 14 de mayo del 78. La etapa que se acercó a las puertas de Donostia neutralizada porque a la altura de Durango tiraron unos troncos ladera abajo que cortaron la carretera. La crono de la tarde se suspendió. Hinault ganó la Vuelta, que ya no volvió más a Euskadi.
los maravillosos 80 Pero el ciclismo vasco no se resintió. "No había todavía estructuras, estábamos en ello, pero lo que sí había, a espuertas, era una pasión por el ciclismo, unas ganas de hacer, un subidón que no he vuelto a ver jamás", rescata Mentxaka. A principios de los 80 nació la Federación Vasca y Jaime Ugarte fue su primer presidente. "Fue, sin duda, la mejor época. Los años ochenta fueron excepcionales para el ciclismo vasco", analiza Ugarte. "Éramos una potencia imparable. Durante doce años, del 82 al 94, no paramos de crecer como deporte. Entonces fue cuando más licencias hemos tenido en toda nuestra historia. De todo: desde escuelas, cadetes, juveniles, aficionados y profesionales. Teníamos una salud inmensa también en infraestructura, en organizaciones, en sociedad y, sobre todo, en algo que ahora escasea, en voluntarios a los que nos apasionaba este deporte", dice Mentxaka.
Tan enraizado estaba aquel ciclismo en la sociedad que ni siquiera acusó el tornado de la crisis industrial que azotó Euskadi, sobre todo, en 1982 y 1986.
La curva ascendente del ciclismo vasco, según el metro patrón de las licencias, tocó techo en el 94, en plena era Indurain y su boom ciclista. Paradójicamente, es entonces cuando el ciclismo en Euskadi empezó a caer. Más grave aún, cuentan que nunca antes el ciclismo navarro había sido tan pobre como entonces. El dinero, que desbordaba, se quedó en la zona más alta de la pirámide, los profesionales, mientras que la base, el futuro, no veía un duro. "A Bélgica", compara Mentxaka, "le ocurrió lo mismo con Merckx. Los políticos se olvidan de la base cuando hay una figura de ese nivel. Ocurrió en Euskadi. Y se empezó a vivir de las rentas, de lo trabajado anteriormente". Eso se acaba pagando.
Al cambio de siglo se llegó a gatas. "Vivíamos del pasado". De ahí en adelante… "El decrecimiento ha sido estrepitoso en todo: en calendario, en entusiasmo, en la atención de los medios, en la captación de chavales, en el altruismo que es la única forma de sostener las sociedades ciclistas", describe Mentxaka el paisaje del ciclismo vasco con el que se encontrará la Vuelta en su regreso. No lo reconocerá. Habla de una caída en torno al 60% de las licencias en 15 años, de los 80 y principios de los 90 hasta hoy; habla de las carreras suspendidas, la Subida a Urkiola, la Bira, la fusión de la Euskal Bizikleta y la Vuelta al País Vasco...
la vuelta no es el problema "Pero en todo eso, en esa supuesta crisis de los organizadores vascos, no tiene nada que ver la Vuelta", se defiende Javier Guillén, director de la Vuelta, de las acusaciones de los que critican que la carrera española ocupa el lugar, y la atención económica, que merecen las organizaciones y sociedades vascas. "La llegada de la Vuelta a Euskadi no resta ni un solo euro al ciclismo vasco", abunda.
"Nadie está contra la llegada de la Vuelta. Como aficionado, deseo siempre que cuanto más ciclismo haya en Euskadi, mejor. Sea la Vuelta, el Tour o cualquier otra carrera; como organizador, lo único que espero es que eso no nos reste apoyo a nuestras carreras. Eso, de momento, no ha ocurrido". La mayoría de los organizadores de carreras suscriben las palabras de Ugarte, organizador de la Vuelta al País Vasco y la Klasika de Donostia. El problema, dicen, sin embargo, no es que la Vuelta deba o no deba llegar a Euskadi, sino que el Gobierno Vasco hace un desembolso para cubrir un acontecimiento de primer nivel como la carrera española pero luego, amparado en la delicada situación económica, recorta de una manera importante la aportación a sus carreras, que subsisten de mala manera.
Dicen que en El Vivero no quedará el viernes un hueco de la cuneta libre para ver de cerca al pelotón de la Vuelta. Tampoco habrá mucho espacio el domingo en Urkiola.