Salamanca. A Joaquim Rodríguez la crono de la Vuelta de 2010, la de Peñafiel, 40 kilómetros rectos que parecían no tener final, infinitos, le mató. Salió líder, rojo, y acabó sonrojado. Le metieron seis minutos entre pecho y espalda y le echaron del podio. Aquella tarde Purito se sintió pequeño y quemado. Así que cuando le dijeron que la crono de esta Vuelta, la de ayer en Salamanca, pasaba de cuarenta kilómetros a tener siete más, 47, más infinita aún que la de Peñafiel, por problemas de tráfico, el catalán se sintió, otra vez, morir. "Es la etapa reina", dijo preocupado. Una etapa reina horizontal. Plana como la palma de la mano. Es donde encalla Joaquim, que no pesa una libra, 55 kilos. Es un juguete para el viento. Ayer, cuando acabó de dar pedales como un autómata impotente para volver al centro de Salamanca, lo primero que dijo fue: "Por favor, que las quiten -las cronos-. Es el único día que no me gusta andar en bicicleta". Había perdido otra vez 5:24 con Tony Martin; 59 segundos menos con Christopher Froome, gregario de Wiggins en el Sky y primer africano que lidera una grande, aunque con matices. Nació en Nairobi, Kenia, pero sus padres tienen antepasados británicos y su pasaporte es inglés. "Y todo lo que he hecho como ciclista, incluso mi formación, lo he hecho bajo esa bandera".
Como en la verdadera identidad del primer líder africano de una grande, nada es lo que parece, tampoco el lamento de Joaquim Rodríguez es lo que realmente es. O, por lo menos, no tiene que ver con el bajón moral tras la paliza que recibió en Peñafiel hace un año. "Entonces estaba reventado, me dolía todo el cuerpo y no tenía ganas de nada. Ahora, es otra cosa".
A lo que se refiere el escalador catalán es a que su cuerpo está fresco y dispuesto y no en ruinas como entonces. También, a que queda un mundo para que acabe la Vuelta. Un mundo montañoso, toda la cornisa cantábrica, de este a oeste, dos semanas duras que empiezan mañana -hoy es día de descanso- con la subida a la Manzaneda, en Ourense, y sigue luego rumbo a Euskadi por la sierra de Ancares, La Farrapona, L'Angliru, un respiro en La Rioja, y la traca final en Peña Cabarga, Bilbao y Gasteiz. Lo que quiere decir Joaquim Rodríguez es lo que dijo ayer Sergio Pardilla, el escalador manchego del Movistar, que cuando le preguntaron por lo más duro de la crono respondió que "todo". El viento que pegaba por todos lados, o, al menos, eso le parecía a él, y el recorrido que no daba un respiro, no dejaba coger ritmo, era llano sin serlo. "¿Comprendes?". Lo explicó más claro: "He llegado reventado, sin fuerzas". Se tiró en el suelo. Desde ahí anunció lo que se avecina. "Ahora empieza lo bueno". La montaña.
Para entender a los escaladores que aún tienen voz para desafiar a los ciclistas completos basta con saber castellano y chapurrear el italiano. Dicen cosas como reconquista. Cosas como vendetta. Son, principalmente, Purito y Pardilla, que están 14º y 15º, ambos a 3:23 del líder británico-keniano; pero también Dani Moreno, a 3:59. Y Scarponi, a 4:22. Sirve, también, el euskera de Mikel Nieve, que está en la frontera de los cinco minutos, aún con opciones de estar delante en la general, tras dejarse seis ayer. Carlos Sastre está perdido a casi siete minutos; como Antón, que ayer levantó el pie, se fue hasta el infinito de los nueve y piensa ya, como los grandes cazadores, en cobrarse alguna pieza codiciada. Le apetece L'Angliru, pero sería tremendo que la liase en El Vivero y entrase solo en Bilbao. ¿Se lo imaginan? Un pelotazo.
Desde esa lejanía ambigua, queda mucha montaña, miran los escaladores ibéricos a los ciclistas regulares que gobiernan la general, que vienen un poco de todos lados. De aquí y de allá. Como los Erasmus, ahora que la Vuelta está en Salamanca. Está de rojo Froome, inglés y keniano, joven, 25 años, y dicen que resistente en la montaña. Le sigue a 12 segundos un danés, Fuglsang, el gregario de los Schleck que estudia en la Vuelta para licenciarse como líder y hasta ahora va aprobando todas las asignaturas. Wiggins está a 20 segundos, pero, paradójicamente, ha estado mejor en la montaña, soberbio en La Covatilla, que en la crono, su terreno, donde ayer salió endemoniado, marcó el mejor tiempo en los primeros 13 kilómetros y acabó tercero y fundido, a más de un minuto de Tony Martin y a 23'' de Froome, pero, eso sí, por delante, cinco segundos, de Cancellara, al que sueña como batir dentro de unas semanas en la crono del Mundial.
Nibali, el más peligroso A su rueda, agazapado y peligroso, a medio minuto solo del maillot rojo pese a sufrir en los tremendos repechos de Valdepeñas de Jaén y San Lorenzo, Nibali, el campeón vigente que corre como tal. A ganar la Vuelta sin ser el mejor en nada. Con piernas, pero, sobre todo, con cabeza. Así escaló hasta el cajón más alto del podio de Madrid en 2010. "Ahora sé que puedo ganar la Vuelta", dijo el italiano, que pudo haber perdido menos con Wiggins si el tramo de mala carretera de mitad del recorrido no le llega a hacer perder el ritmo y, sobre todo, la concentración.
Hay más candidatos silenciosos. El sueco Kessiakoff, sorprendente, está a 34 segundos; Monfort a 59 y Mollema a 1:07. Cobo, que cuentan está en la mejor forma de su vida, mejor incluso que cuando ganó la Vuelta al País Vasco en 2007, después de que en junio se le pasase por la cabeza colgar la bicicleta y tuviese que rescatarle Joxean Fernández Matxín, su gran valedor de siempre, su conciencia, es octavo a 1:47 y amenaza, si mantiene la cordura, con hacer algo sonado. Brajkovic, astillado en el Tour, es noveno a 2:04. Y Zubeldia, primer vasco, décimo a 2:13. El guipuzcoano ha encontrado el equilibrio perfecto entre experiencia y fuerza física, pero teme, y eso le hace prudente, que el Tour se le caiga de repente encima y le transforme sus piernas frescas en dos palos duros y pesados.
Hasta aquí, esta Vuelta. Loca y extraña. La de los dos repechos tremendos de Purito Rodríguez, la de Sierra Nevada que desnudó la debilidad y el pobre estado físico en que se encontraba nuestro ciclista Igor Antón, la del viento de La Covatilla y la crono de Salamanca que elevó a Tony Martin y a un desconocido británico, Froome. Mañana empieza otra. La del norte. "Lo bueno". Lo dicen los escaladores.