vitoria. La Liga española ha estallado por los aires. Los jugadores se han plantado ante las situaciones de impago y penurias que se han convertido en algo habitual. Por primera vez, ante la gravedad del contexto actual, los futbolistas se han mostrado unidos, han mantenido una postura firme y han exhibido una solidaridad que puede traducirse en que, tras muchos avisos, el balón no eche a rodar este fin de semana. Salvo intervención divina en forma de acuerdo de última hora, la primera jornada del campeonato liguero en Primera y Segunda División, que arrancaba este sábado, queda suspendida. Los representantes de los jugadores y los rectores de la LFP (Liga de Fútbol Profesional), incapaces de aproximar posturas ayer, volverán a reunirse durante los próximos días -en principio tienen fijada una cita para mañana- con el fin de evitar que el conflicto afecte también a la segunda jornada, de igual modo incluida en la convocatoria de paros que ha declarado la AFE.

La resolución del conflicto se antoja compleja. La reunión que ayer sentó en una misma mesa a ambas partes sirvió precisamente para confirmar que las posturas se encuentran cada vez más alejadas. La crisis global que afecta al fútbol incentiva las ambiciones y los miedos. Los clubes pierden dinero, arrastran asfixiantes deudas, mientras los jugadores denuncian que el número de casos de impago se ha multiplicado en los últimos años.

El apoyo a la causa mostrado por algunas figuras como Casillas, Puyol o Xabi Alonso, que obviamente no padecen las angustias que afectan a otros profesionales, ha resultado crucial para que por primera vez las amenazas de la AFE tuvieran fundamento. Aunque hasta la misma mañana de ayer muchos dudaban de la firmeza de la convocatoria de la huelga, a la salida del encuentro se disiparon las incógnitas. Los futbolistas se niegan a convertirse en paganos de un modelo de negocio que resulta a todas luces inviable. Y lo más grave es que la tendencia que siguen los resultados económicos del fútbol español resulta aterradora.

Por eso se han plantado los jugadores. Han considerado que ha llegado el momento de decir basta conforme se multiplicaban los casos de impago y quedaba constancia de que los clubes, amparados por su propia normativa y la legislación vigente, iban a salir indemnes. La polémica Ley Concursal, a la que numerosos equipos -entre ellos el Deportivo Alavés- se han acogido para evitar la liquidación tras alcanzar volúmenes de deuda inasumibles, se ha convertido en uno de los principales motivos de discordia, aunque en el fondo se está abriendo un debate sobre el actual modelo del fútbol español, sobredimensionado, incapaz de generar los recursos que requiere para equilibrar sus cuentas.

Los rectores de la LFP, con su presidente José Luis Astiazaran a la cabeza, consideran inasumibles las reivindicaciones de los futbolistas, que en el fondo lo que reclaman son garantías de que se les pagará el dinero firmado en sus contratos. La refinanciación y el aplazamiento del abono de las deudas que permite la Ley Concursal, cuyo anteproyecto de reforma se inició el 17 de diciembre de 2010 tras ser aprobado en el Consejo de Ministros, deja a los jugadores en una situación muy delicada. Al margen de otras demandas, como cierta parte de los ingresos de las colecciones de cromos de la Liga, un pedazo del pastel de los ingresos televisivos o un porcentaje del fondo social del convenio, la principal reivindicación de los futbolistas pasa por exigir a la LFP la ampliación del fondo de garantía -pretenden que sea ilimitado- para poder cubrir todas las deudas, en el caso de que se produzcan, con los jugadores de los clubes en concurso.

En pocas palabras, los jugadores buscan avales que les aseguren el cobro de las cantidades pactadas y cuando los clubes, que han estado viviendo por encima de sus posibilidades con la aquiescencia de las instituciones, los seducen para firmar los contratos. Ahí radica la esencia del conflicto. Los representantes de la patronal, como es lógico, se oponen y se amparan en la legislación. Seguramente si se redimensionara el modelo de negocio que rige el fútbol español, si se ajustaran los salarios a la realidad económica, a los ingresos, se acabaría con estos conflictos. Hoy por hoy, la realidad es que los clubes arrastran onerosas deudas y los jugadores no cobran. Y que, si nada cambia, el fin de semana no hay fútbol.