bilbao. Koldo Alvarez de Eulate, el seleccionador nacional de Andorra, es vasco, gasteiztarra de padres navarros, nacido en 1970 y euskaldun. Llegó al país de los Pirineos en la temporada 1993-94, para jugar en el FC Andorra, que por entonces competía en la Segunda B y el verano anterior había ganado la Copa de Catalunya superando al Espanyol en la final. Le llevó el entrenador del primer equipo del Principado, Peio Bengoetxea, también alavés, irakasle, con quien había coincidido en el Aurrera gasteiztarra. Y se quedó. Hasta hoy, salvo unos meses que, con el equipo en descensos constantes hasta la Regional catalana, hizo un paréntesis de cuatro o cinco meses en el Balaguer, capital de la comarca lleidatana de L'Urgell, en Tercera.
A poco de la llegada conoció y después estuvo casado durante años con Patricia Molné, una de las primeras presentadoras de Andorra Televisión, la única, y pública del país. Con ella tuvo los dos hijos, Iker, hoy de 10 años, y Naia, a punto de cumplir los seis. Desde que empezaron a hablar, entre los tres no existe más lengua de comunicación que el euskera. Lo curioso, afirma Koldo, es que todo el mundo piensa que el nombre de la elección de los nombres fue cosa suya, y no. "Como suele pasar, los escogió la madre, me preguntó si me gustaban y, por supuesto, le dije que sí". Hay que recordar que hace diez años, la elección de Iker habría tenido poco que ver con la popularidad del capitán del Real Madrid, como pasaría luego en muchas familias españolas. El padre comenta, orgulloso: "No sé si el idioma les servirá para gran cosa en el futuro. De momento les hace vivir con naturalidad cuando volvemos al país. A Iker, este año, le ha facilitado participar en el campus del Caja Laboral, que se desarrolla en euskera".
El matrimonio comportó la naturalización del deportista, adquirir la nacionalidad a pesar de la restrictiva legislación vigente en el país de adopción. El deporte es una de las actividades, no siempre profesión, donde abunda la inmigración vasca en las parroquias andorranas. Las otras son la hostelería y, en menor medida, la banca. En total la Euskal Etxea de Andorra la Vella, extinta por falta de recursos, llegó a reunir medio centenar de socios y los directivos calculaban la comunidad llegada de Euskal Herria en poco más de cien personas, sin contar hijos menores. La mayoría, miembros de parejas mixtas, formadas con andorrano/a, catalán/a o español/a.
Koldo acortó así, muchísimo, el plazo de residencia (20 años) exigido para nacionalizarse. Y como la constitución del 93 exige la renuncia a la nacionalidad de origen para garantizar la exclusividad del pasaporte que firma personalmente el presidente del gobierno del país, nos encontramos con uno de los escasos ejemplares humanos de euskaldun, pero sin la documentación española por imperativo legal.
Dada su calidad y rendimiento deportivos, la nacionalización convirtió a Alvarez de Eulate en el portero titular, también, de la selección andorrana, sin necesidad de buscar resquicios jurídicos para salvar las exigencias normativas de FIFA y UEFA sobre los "seleccionables" por cada país reconocido. De hecho, en el conjunto nacional coincidió con jugadores de orígenes familiares diversos, incluidos portugueses como los hermanos Lima y, al menos, un hindú, Oscar Sonejee, hijo de los tiempos de la emigración de naturales de la India que montaron comercios en el país pirenaico, como lo hicieron en Canarias.
Días de gloria Nuestro interlocutor lleva, con orgullo, la cuenta de internacionalidades: 79. En otro equipo más competitivo, capaz de superar fase previas y con calendarios de amistosos más amplios, sin duda habría entrado en el club de los cien. Algunos de aquellos partidos hicieron historia y pertenecen al recuerdo colectivo de los aficionados del país. Con él bajo los palos la tricolor consiguió los cinco únicos puntos acumulados en competición oficial, cinco: "empatamos con Macedonia y le ganamos en casa, donde empatamos con Finlandia". Pero sobre todo ha quedado grabada la derrota dulce ante la Francia ya campeona del mundo, en el preEuropeo siguiente, el 7 de junio de 1999. Con Zidane al frente, no consiguió marcar el único gol a los amateurs andorranos hasta el minuto 88, y de penalti, que ni Koldo pudo atajar.
Hoy, el despacho del seleccionador en la sede de la Federación, conserva en lugar destacado de la pared, al lado derecho de la mesa, la fotografía de aquel equipo y el banderín conmemorativo ofrecido según la costumbre por el seleccionado francés. El momento de colgar las botas por la ley inexorable del paso de los años, lo eligió este gizon en un momento difícil de olvidar: "acabada la temporada, pensé que el partido oficial en Wembley contra Inglaterra era el hito adecuado". Para entonces había superado ya dos cursos de entrenador y el seleccionador del momento, David Rodrigo, le hizo entrenador de porteros, título también añadido. El primer año fuera de la competición lo aprovechó para superar el curso de técnico nacional de la Federación española, merced al convenio de colaboración con la andorrana -"hoy podría entrenar a cualquier equipo del mundo", evoca- y rápidamente se convirtió en el primer técnico de la selección del país adoptivo.
Desde el banquillo no ha podido añadir más puntos oficiales al palmarés andorrano. Estuvo a punto, frente a Eslovaquia, con una ocasión clarísima de empate en el minuto 93. En la actual fase de clasificación para el Europeo de 2012 tiene pendientes aún cuatro enfrentamientos: contra Armenia y Macedonia en septiembre; frente a Irlanda y Rusia en octubre. Y lo ve difícil, incluso ante los macedonios, superados una vez pero ahora más potentes. Incluso los armenios son superiores a la plantilla disponible, donde los únicos profesionales son los veteranos Marc Bernaus, la temporada pasada en el Girona, y el incombustible Ildefons Lima, actualmente en una Liga suiza después de pasar por la serie B de Italia. El resto, puros aficionados.
El día de la entrevista, Koldo acababa de regresar de las vacaciones en Gasteiz. El exalumno de la ikastola Ikasbide, con la fuerte añoranza intacta, insuperable, recordaba: "Los niños se han quedado una semana más. Haber aprendido euskera lo agradecen, además de permitirles conservar las raíces. El último viernes antes de la vuelta entramos en lL Blanca, estuvimos en los bares de la zona, en la calle… Aquí falta aquella vida social, el callejeo, el tomar algo con los amigos...". Por ahora, este andorrano nacido en Gasteiz, uno de los escasísimos profesionales a tiempo completo en el fútbol del país de adopción, no parece necesitarlo. Salvo que le tienten con la oferta de un banquillo en Euskadi.
El seleccionador euskaldun de Andorra
El euskera es la vía de comunicación con sus hijos, Iker y Naia, "para que conserven las raíces y el vínculo con su tierra"