PARÍS. Todo fue tan rápido, la urgencia de la televisión, los horarios, el protocolo, que a Samuel Sánchez, cansado y desubicado, apenas le dio tiempo a darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Solo cuando se quedó a solas con Evans, Cavendish y Rolland, la foto de grupo de los ganadores de los diferentes maillots, él con el de lunares, rey de la montaña, se detuvo un momento y pudo observar, sentir y asimilar lo que hasta ahora sabía pero no había terminado de entender: "Desde el podio he comprendido la verdadera inmensidad del Tour". Lo cuenta a DEIA en el hotel Concorde Lafayet donde duerme el Tour su última noche, sobre las 21.30 horas, tranquilo y sereno tras una tarde inolvidable.

Última etapa, París, los Campos Elíseos… ¿qué iba pensando mientras se iba acabando el Tour?

Pensaba en que esto es un premio. En que todos los ciclistas deberían tener en sus carreras la posibilidad de sentir algo así. En que, quizás, este deporte sea un poco injusto en ese sentido y que tras tanto sufrimiento y dolor son pocos los que consiguen subir allí arriba, al podio de París. También pensaba en que después de todo lo que aposté este año para llegar bien al Tour, todo el sacrificio, al fin me sentía feliz y orgulloso, y que todo lo que me estaba pasando en ese momento era justo.

¿Y en ponerse guapo para la foto que siempre soñó colgar en la pared del salón de su casa?

No, no, no (ríe), en eso no. No había tiempo. Pensaba en que tenía que abrazar a mi mujer y coger rápido a los críos para subir. Después de 21 días, la cara, por mucho que te maquilles, no deja de parecer demacrada.

Usted lo ha vivido, ha subido al podio de París, ¿qué se siente?

Es algo especial, sin duda, pero pasa todo tan rápido y estás en una especie de estado de shock que apenas te das cuenta de lo que ocurre en realidad. Va todo con horarios de televisión, tan urgente, que no te da tiempo a disfrutar. Sí lo hice algo más cuando me quedé a solas junto a los otros ganadores de los maillots, Evans, Cavendish y Rolland. En ese momento, desde el podio, he comprendido la verdadera inmensidad del Tour. Estaba atónito, impresionado viendo cómo aplaudía la gente. Estremece pensar que en ese momento eres el centro de atención de todo el mundo.

El podio de París es el techo del ciclismo, la cima, ¿se ha sentido así, más arriba que nunca?

No me he sentido ni poderoso ni grande, sino satisfecho por poder estar en un lugar adonde ha llegado muy poca gente, solo los elegidos. He subido adonde antes lo habían hecho grandes campeones. Soy un privilegiado.

¿Tan arriba se siente vértigo?

No, vértigo no.

¿Es el mejor momento de su carrera?

A ver, hay que relativizar las cosas. Este es un gran momento, pero es uno más. Cada instante que uno vive es especial y hay que saber disfrutarlo. Casi nadie se acuerda de aquella victoria, pero yo recuerdo que cuando gané el Gran Premio de Zurich gocé muchísimo. El primer podio en la Vuelta a España también fue increíble. Y lo de los Juegos Olímpicos es algo imborrable, lo que ocurre es que el ambiente allí, en Pekín, era muy frío y no había la gente que puede haber en París. A cambio, la trascendencia de aquel oro fue muchísimo mayor.

¿Mayor que ser el rey de la montaña del Tour?

Diferente. Esto es el Tour, un mundo aparte… Las cosas no son siempre tan complejas. Cuando subí con los críos al podio para ponerme el maillot, simplemente traté de disfrutar el momento pensando que era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo, quizás desde Pekín.

¿Y Luz Ardiden?

Se vive de manera diferente. Aquí ya sabes lo que espera. Por la mañana ya sabía que cuando acabase la etapa tenía que subir al podio y cumplir con el protocolo. Lo de Luz Ardiden fue una explosión de alegría, de energía… Aquel día nos quitamos un gran peso de encima. El equipo necesitaba que yo ganara en el Tour; y yo mismo necesitaba hacerlo. Era lo que necesitaba. Por eso aquel instante fue pura emoción.

Dice que el triunfo de etapa en el Tour era lo que le faltaba por conseguir, ¿quiere decir que ha logrado en el ciclismo todo lo que se había propuesto?

Mmmmm… No exactamente. El sueño este año era subirse al cajón, ser uno de los tres primeros del Tour.

¿Llegó a pensar que podría remontar y entrar en el podio?

Estuvimos muy metidos en carrera y creo sinceramente que tuvimos opciones de llegar más lejos. He sido muy regular en la montaña. He sido segundo en dos cimas míticas y he ganado en otra. He visto cómo se me ha presentado una oportunidad muy buena, pero el Tour y el ciclismo no perdonan. Fallé en un momento muy delicado. Mi día malo llegó en el lugar más inoportuno, en el Galibier. Eso me condenó.

¿Lo dice con pena?

Sí porque lo teníamos tan bien que… Pero el Tour es así, a veces sonríe a unos mientras a otros les crucifica. A mí, y a Alberto, nos tocó el día del Galibier. De todas maneras, tampoco nos podemos quejar.

¿La pena del podio quiere decir que se queda usted con ganas de volver?

Todo ciclista quiere volver al Tour porque todo lo que se hace aquí vale por dos. Pero no sé qué ocurrirá el año que viene. No quiero darle vueltas aún, pero vamos a pensar en que tengo que volver en 2012 a pelear por lo que nos ha quedado pendiente.

Se ha sacrificado más que nunca para llegar en la forma de su vida al Tour, ¿podría volver a repetir esa preparación estajanovista una vez más?

El día que pierda la ilusión por montar en bicicleta como lo hago ahora, el día que piense que no puedo sacrificarme tanto para llegar a un objetivo, ese día será el que decida colgar la bici y empiece a pensar en hacer otra cosa. Puedo volver a prepararme igual de bien por una sola razón: la recompensa fue enorme. Solo por eso, merecerá la pena volver a sacrificarme.

Tan analítico como suele ser, ¿le ha dado tiempo a descifrar por qué ha ganado el Tour Cadel Evans?

Porque ha sido el más regular, el que menos ha fallado de todos. Y mira, Andy lo ha perdido por un mal día, el de la crono de Grenoble.

¿Por qué casi lo gana Voeckler?

Porque el poder de la mente y la capacidad de sacrificio de un deportista son incalculables. Hemos visto en Voeckler que querer es poder, y si no ha ganado el Tour ha sido por circunstancias de carrera.

Contador queda quinto, pierde la imbatibilidad y, sin embargo, sale reforzado del Tour. Se ha ganado el cariño del público o, por lo menos, la admiración.

A Alberto le ha pasado algo parecido que a mí. Perdimos tiempo en la caída de la primera etapa y tuvimos un mal día en el Galibier. En ese cóctel se nos fueron al traste los planes. Alberto, de todas maneras, ha salido fortalecido porque ha demostrado la casta que tiene. No se ha rendido en ningún momento. Ni cuando tenía la carrera perdida después del Galibier. Al día siguiente cogió y puso el Tour patas arriba. Es un ciclista extraordinario.

¿Por qué Samuel ha hecho el Tour de su vida, ha ganado una etapa y ha sido rey de la montaña, y, sin embargo, se le ha escapado el podio?

Porque el ciclismo es así. Lo mismo que Andy no tuvo su día en la crono y perdió el Tour, yo no lo tuve en el Galibier y me dejé el podio. Es lo bonito de este deporte, la incertidumbre.