grenoble. Esta vez, en la rueda de prensa del ganador del Tour no bastan las libretas y los bolígrafos, no es suficiente la grabadora, sino que es necesario un traductor. Cadel Evans vuelve a hacer del inglés el idioma oficial del Tour, lo que recuerda a los tiempos de Armstrong y finiquita la era de dominio español -Pereiro en 2006, Contador en 2007, Sastre en 2008 y Contador de nuevo en 2009 y 2010-. Es el primer australiano en ganar el Tour el que, tímidamente, sin alardes ni piruetas con la palabra, no son los grandes titulares de Armstrong, no son sus profundas reflexiones, no es, tampoco, su impacto, pese a que Australia ha pasado la noche en vela, cuenta cómo ha ganado la carrera francesa y se ha convertido, un viaje de diez años, tantas derrotas amargas, en el mejor ciclista del mundo.
Al fin, ganó el Tour.
Sí, fue un final de Tour interesante, con tres corredores luchando por él en solo un minuto de diferencia. Y lo gané yo gracias a que he tenido un magnífico día. No tan bueno como para ganar la etapa, pero sí para hacerme con la general y poder llegar mañana -por hoy- de amarillo a París.
Conocía la crono de la Dauphiné y los Schleck, no, ¿eso le ha beneficiado?
Cuando hice la crono en la Dauphiné entendí que si se llegaba con buenas piernas a la tercera semana del Tour podría hacer algo interesante. Era un circuito diferente al de otras cronos finales del Tour. Diferente, también, a las dos anteriores en las que me jugué la carrera -2007 y 2008-. En esta hacía falta energía y fuerza. Así, fuerte y con energía, me sentía esta mañana -por ayer- cuando reconocía el circuito, pese al desgaste hecho en los Alpes.
Ha necesitado diez años para ganar el Tour.
Sí, diez años para ganar el Tour de Francia, pero ha merecido la pena. Recuerdo bien todos los años, con alguna laguna, las decepciones y los días felices. No olvido 2007, cuando Contador resistió en aquella crono en la que parecía que yo podía ganar mi primer Tour. Y tampoco 2008, claro. Ese año pude haber ganado el Tour. Se me fue en Alpe d'Huez, cuando atacó Sastre y nadie por detrás quiso tirar. Sólo yo. Luego, en la crono no pude remontarle. Una lástima, pero es pasado. También lo es 2010, pero cómo dolió aquello. Hice una primera semana perfecta, me puse de amarillo en Morzine y tenía 1:42 de ventaja con Contador. Todo iba bien, salvo que el mismo día que me puse líder tuve una caída y me rompí el brazo. Sufrí mucho en la Madeleine, más mentalmente que físicamente. Ahora el sentimiento es muy diferente.
¿Qué siente?
No lo sé exactamente. Estoy feliz, claro, pero no sé describir lo que siento. No tengo palabras. Son tantas cosas juntas, tantos recuerdos? Mi primer recuerdo del Tour es Indurain, hace 20 años. A Miguel es al primero que vi ganar esta carrera. Y ahora soy yo el que estoy aquí. Me acuerdo de mucha gente, tengo que hacerlo necesariamente. Les debo mucho a los que me han ayudado. Primero en el mountain bike y luego en la carretera. Una de esas personas era Aldo Sassi -su preparador, fallecido este año-, que creía más en mí que yo mismo. El año pasado me dijo que yo iba a ganar el Tour, que esperaba realmente que yo me convirtiese en el mejor corredor de mi generación. Habría sido maravilloso que hubiera estado aquí, viéndome ganar este Tour que, además, pasaba a seis kilómetros de su casa en la etapa de Pinerolo.
¿Ha ganado el Tour porque ha sido el más consistente?
Bueno, también he tenido problemas. Ayer -por el viernes- sin ir más lejos, me falló la mecánica en un momento crucial que a punto estuvo de costarme el Tour. También me lo han puesto difícil Andy y los demás. Sobre todo en la etapa del Galibier, cuando tuve que tomar responsabilidades y tirar yo solo. El aspecto clave de este Tour ha sido la coherencia. He estado siempre en cabeza, desde el primer día, porque llegar vivo a la montaña era vital. Allí la única cuestión que importaba era yo y mis piernas, pero para llegar a ese punto con posibilidades de ganar el Tour mi equipo ha sido esencial.
Andy y Frank no habían visto el recorrido de la crono hasta la misma mañana en la que se disputaba. ¿Es un error?
No lo sé. No me toca a mí criticar su preparación.
Usted nunca tuvo un equipo tan entregado y servicial como este, ¿es otra de las claves?
Somos el resultado de cuanto nos rodea. Nos contagiamos con lo que pasa alrededor. Cuando todo va mal yo también me siento mal. Así yo, así mis compañeros? Estamos en el mismo barco. Era lo que todos teníamos que entender.
¿Cuando se levantó por la mañana sintió que era el día?
Me desperté muy temprano y me dije: ¡vaya, todavía puedo dormir más! Oía música ahí fuera y me puse a darle vueltas a la cabeza. Pensé en que había corrido bien durante todo el Tour, que había habido signos alentadores en varios momentos, pero que jugándomelo todo a una carta, en 42 kilómetros, todo podía ocurrir. Los Schleck no son rivales fáciles. Por la mañana pensaba en que me hubiera gustado haber llegado con algo menos de tiempo perdido a la crono.
En 2008 vistió por primera vez el amarillo, el año pasado repitió y esta vez, la tercera, es la definitiva.
Recuerdo muy bien la primera vez. Fue algo emocionante. 24 horas antes había caído en una curva, me había arrancado la piel y me preguntaba si podría seguir en carrera. Cambiar la situación de ese modo y vestirme de amarillo fue una sorpresa. Lo recordaré siempre, pero esta vez es diferente: es la definitiva.
Después de perder el Tour de 2008 ante Sastre se dijo que aquella había sido su última ocasión porque desembarcaba en el ciclismo una nueva generación de talentos que le cerrarían el paso a París. ¿Usted lo sintió así?
No.
En 2009 ganó el Mundial, al fin un triunfo de los grandes. ¿Aquello le cambió? Dicho de otra manera: ¿hay un Cadel anterior y posterior a ese día?
Sinceramente, no lo creo. Personalmente no hubo muchos cambios desde aquella carrera. Entonces ya estaba rodeado de un entorno óptimo para trabajar y es lo que he seguido manteniendo. Los resultados son la prueba de que no estaba equivocado.
¿El día del Galibier, con Andy fugado con cuatro minutos y usted decide ponerse a tirar solo, es el momento clave del Tour?
Puede ser. Yo ya había estado anteriormente en ese tipo de situaciones. Por ejemplo, en 2008 con Sastre y los Schleck. Y más veces. En los viajes se aprende y yo he aprendido a estar tranquilo, a mantener la calma en esas situaciones complejas.
Hay quien piensa que aquel día Cadel Evans dio por fin la cara y que por eso ha ganado el Tour.
He asumido responsabilidades cuando he creído que tenía que hacerlo, fundamentalmente ha sido porque tenía piernas para hacerlo. Además, no tenía elección. Hice lo que tenía que hacer y, sí, es cierto que por aquello estoy ahora aquí, de amarillo.