plateau de beille

En enero, a Igor González de Galdeano le preguntan por la nueva camada de Euskaltel-Euskadi, los cachorros que han asomado descarados el hocico en el pelotón profesional en 2010. Le interrogan, claro, sobre Romain Sicard y ensalza su clase y su carácter; le hablan de Castroviejo y él resume: "Un talento". Pero es, de todas maneras, cuando escucha el nombre de Gorka Izagirre cuando se descubre. "Gorka es valiente, fuerte y de esos que se entregan hasta el límite de sus posibilidades. Es el ciclista que más me ha sorprendido este año". Lo hizo desde la primera concentración de enero. "Un día de frío, 4º o menos, y lluvia, fue el único que salió a entrenar. Se hizo tres horas y media solo. Increíblemente, se motiva con el mal tiempo. Eso es de valientes". De tipos a los que no les asusta nada. Ni el Tour.

Izagirre ganó dos carreras en 2010, su segundo año profesional, el primero en Euskaltel-Euskadi tras su debut en el Contentpolis-Murcia: la última etapa del Tour de Luxemburgo y la Klasika de Ordizia. "Es clasicómano, claro", le dijeron a Galdeano y este negó porque, esgrimió, tiene motor para pruebas por etapas. ¿Carreras como el Tour? "Veremos".

Se le está viendo. En la primera semana, en la escapada que murió cerquita del Muro de Bretaña, un día de agua, frío y viento. Izagirre es hijo del barro, de José Ramón Izagirre, sobresalientes ciclocrossista de los 90. Cuando su aita corría, él y su hermano Ion, 21 años, otro talento del equipo naranja, iban con ama a verle cada domingo. "Fue inevitable que fuese ciclista. Nadie se lo pudo quitar de la cabeza", suele contar con resignación cariñosa su ama, que, conocedora del sacrificio que exigía la vida ciclista, prefería que siguiese jugando a pelota, el deporte que practicó de pequeño. Nadie le pudo retener. Es testarudo. Creció como ciclocrossista. Eso endurece. En el Seguros Bilbao aficionado, la cantera en la que también se curtieron Beñat Intxausti y Jonathan Castroviejo.

Dicen que Izagirre es un impulso hecho ciclista. Sus piernas corren más que el pensamiento. Antes de que el Tour se adentrase en los Pirineos, Philippe Gilbert dinamitó el pelotón en una cota de cuarta categoría cercana a meta. Al belga le siguieron el líder Voeckler, un par de ciclistas más, y, al de un rato, surgió el guipuzcoano de Euskaltel. "¿Descarado? Le tengo respeto al Tour, pero no miedo. Es mi manera de ser. Soy así dentro y fuera de la carretera", dijo ayer tras su tercera escapada en el Tour, un día de montaña por los Pirineos, la cordillera por la que Gorka ha pedaleado ojiplático todos estos días. "El ambiente, la afición, el aroma euskaldun que se respira en cada metro de cuneta? Eso es lo que más me está sorprendiendo de mi primer Tour". Al Tour le sorprende su desparpajo, la manera en la que, como ayer, decidió atacar e irse solo durante unos kilómetros tras el sprint por los puntos en el col de Agnes. El grupo de los favoritos le cogió en Plateau de Beille. Como a Rubén Pérez, otro de los ciclistas valientes que gustan a Galdeano. De los que no tienen miedo a nada. Ni al Tour.