Samuel Sánchez (Euskaltel)3h46:07

Jelle Vanendert (Omega Pharma)a 7"

Frank Schleck (Leopard)a 10"

GENERAL

Thomas Voeckler (Europcar)51h54:44

Frank Schleck (Leopard)a 1:49

Cadel Evans (BMC)a 2:06

Etapa de hoy, 13ª: Pau-Lourdes, 152,5 kms. 'ETB1', 'Teledeporte' y 'Eurosport', 15.00 h.

Luz Ardiden. Llegado el momento, Samuel Sánchez abandonó el universo del cálculo, se soltó de la tenaza de la conjetura y, simplemente, se dejó llevar por el instinto, el sentido de los privilegiados. Digamos que vio la luz. Se lanzó hacia ella.

Fue el ataque de la inspiración, de una iluminación repentina, el acto reflejo de los felinos que esperan agazapados y silenciosos entre las hierbas altas a que un giro del aire en el cielo les anuncie el momento de saltar. Samuel, el más alejado de los favoritos que siguen en carrera y enteros después de aquel primer fin de semana nefasto -recuerden: dos minutos y medio de rémora en apenas dos días tras el corte camino de el Monte de las Alondras y la crono por equipos-, llevaba días rumiando en la intimidad el momento del zarpazo. La presa, la etapa. El instante y el lugar que quiso imaginar en tantas noches de habitaciones de hotel anónimas se le apareció súbitamente, de improviso. Bajaban el Tourmalet, donde hace veinte años empezó el sueño más hermoso jamás contado del ciclismo vasco. Aquel de los cinco Tours. El del lustro maravilloso. El de Indurain. Allí, también, inicio Samuel su descenso al cielo.

Fue en Bareges, un pueblo de montaña. Descendían en grupo, en pelotón, porque ni el Tourmalet fue capaz de ponerlo a dieta, a excepción del penar de Velits o Gesink que, estos sí, sucumbieron al ritmo del Leopard, y el bombo machacón de Jens Voigt. Por aguantar, aguantaba hasta Philippe Gilbert, el rey de los repechos, el gobernador de la primavera que se lanzó en Bareges hacia una quimera de verano. Le siguió Vanendert, su gregario en las clásicas. Bajaban zumbando. Hacia Luz St. Sauver y luego hacia Luz Ardiden. Demasiadas señales. La luz. La vio Samuel. Cegadora. Se dijo: "Este es el momento". Y se dejó caer.

Como Laiseka en 2001 Era el día. Los Pirineos, Luz Ardiden, Laiseka… "El día más importante", dijo luego Samuel. Hace una década Roberto incendió Luz Ardiden, una montaña naranja e histérica después de que el de Algorta lograra la primera victoria del Tour de Euskaltel-Euskadi. Allí nació el mito. Entonces, Samuel ya era ciclista de Euskaltel-Euskadi. Vio aquello desde casa. Ojiplático. Laiseka entró en su salón a través del televisor. Sintió gozo y orgullo. Y algo de envidia. Él también quería ser como Laiseka, el pionero. Abantos, Luz Ardiden… Samuel heredó algo de esa virtud de Roberto de romper barreras. Fue el primer ciclista de Euskaltel-Euskadi en ganar una gran clásica, el Gran Premio de Zurich en 2006; el primero, también, en subirse al podio de una grande, el de la Vuelta de 2007 -tercero- y la del 2009 -segundo-; el primero en ganar una crono en una carrera de tres semanas, la Vuelta de 2007, el primero, por supuesto, en lograr una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, en Pekín 2008. Ahora, es el tercero, tras Laiseka, Mayo y Astarloza, en ganar una etapa en el Tour.

"Samuel logra todo lo que se propone porque es terco", dice Igor González de Galdeano. Es una certeza aritmética. O casi. También falla. En 2010 se propuso subir al podio del Tour y no lo hizo. Aquello le escoció porque lo tuvo tan cerca que solo Menchov en la última crono de Burdeos le pudo echar de la foto de París. Más profunda era otra herida: la etapa que dejó volar en Avoriaz ante Andy Schleck. Dicen que el Tour nunca da segundas oportunidades. A veces, hasta la historia se equivoca.

El cálculo De la iluminación pasó Samuel al cálculo. Algo sabe de eso. Hizo sus cuentas: "20 segundos me sirven". Acertó. Fue con lo que llegó al inicio de Luz Ardiden. "Atrás no había más de dos ciclistas por equipo, así que nadie tirará a por mí". Pleno. Cuando cedió Voigt, el grupo de los favoritos se abrió. Fue como si empujaran a Samuel. Cogió más de un minuto.

Iba a solas con Vanendert, una bestia belga que tiraba de Gilbert en las clásicas. "Me acordaba de él", contó Samuel, que le probó dos veces durante la subida, "dos cambios de ritmo", y el resultado le preocupó. Resistía. Y relevaba. Lo habían acordado. Amigos hasta la meta. Allí, a cara de perro. "Llevaba el estoque preparado para ganar; solo pensaba en ello". Del pensamiento a la seguridad pasó tras un ataque de su amigo-enemigo belga en los últimos quinientos metros, cuando llegaba también por detrás Frank Schleck con el fantasma de Avoriaz a cuestas. "No, no sentí miedo. Frank no tenía fuerzas para luchar por la etapa". Ni el gigante Vanendert pudo responder al impulso final con el que se subió Samuel, como hace diez años a Laiseka, a una nube. Desde allí disparó una dedicatoria. "Por la gente que ya no está". Su madre, sus abuelos… En el podio le bailaban las lágrimas en la pupila. "Esas personas siguen significando mucho para mí", dijo Samuel tras descender al cielo de Luz Ardiden.

Contador, cortado A Samuel le cegó la victoria. "Quiero disfrutar". No vio nada más. Solo que el mejor de los demás era Frank Schleck. Pero no que Basso, Andy y Evans había llegado a medio minuto suyo después de soltar a Contador en el último kilómetro. "Me ha dolido la rodilla desde el Tourmalet. Luego no he llevado el desarrollo adecuado y me ha molestado más al final", contó el español para explicar la debacle final después de una lucha tremendamente estratégica, un baile de máscaras, un juego de nervios y sangre fría, en Luz Ardiden, donde resistió, con entereza además, Thomas Voeckler, que sigue líder. Tiene 1:49 de ventaja sobre Frank; 2:06 sobre Evans; 2:17 sobre Andy y 3:16 sobre Basso. Contador está a cuatro minutos. Y Samuel a 11 segundos del español. "Pero no pienso en ninguna otra cosa que no sea disfrutar de este momento. El podio y lo demás… No, soy de los que piensan a corto plazo. En un futuro inmediato". En ayer.