Enviado especial a Saint-Flour

cuesta arriba por el muro de Super-Besse, el auricular le quemaba a Rui Costa de tal manera que se lo arrancó de la oreja de un manotazo antes de entrar en el último kilómetro. "No te puedes imaginar la tensión que llegaba a través de la radio. Todos hablaban a la vez, todos gritaban nerviosos. Eusebio estaba? Pocas veces le habrás visto así". Lo que cuenta Imanol Erviti en la salida de Issoire bajo un cielo de diez minutos antes de llover y un ambiente festivo en torno al bus del Movistar al que se suma, botella de champán en mano, Carlos Barredo, que se acerca a felicitar a Rui Costa para apagar así los pocos rescoldos, si los hubiera, de aquella pelea barriobajera de hace un año -"fue nuestro peor día como ciclistas", coinciden ambos-, muestra la pasión con la que el equipo de Eusebio Unzue disfruta de los pequeños grandes placeres de la carrera francesa.

Es, también, el enésimo testimonio de las vueltas que da la vida, una certeza. El Movistar, el equipo de los ganadores del Tour -siete: cinco de Indurain, uno de Perico y otro de Pereiro-, pelea cada escapada, cada punto de Rojas en su lucha fratricida por el maillot verde, cada etapa. La del sábado de Rui Costa le supo de maravilla a Unzue, que cuando se le pregunta ni sabe las victorias parciales que lleva en la carrera francesa.

"Se disfruta más" Movistar corre en Francia por una carretera paralela a la de Contador, Evans, los Schleck, Samuel y todos los demás que aún se mantienen en pie soñando con la foto de París, y eso, más que a ningún otro, hace sentirse extraño a José Iván Gutiérrez, que tiene más Tours que nadie en el equipo, ocho, y en todos los anteriores obedeciendo la misma consigna de la voz serena de Unzue. "Yo crecí en el Tour escuchando a Eusebio explicarnos siempre lo mismo antes de empezar cada edición. Las clasificaciones secundarias, las escapadas, los minutos de televisión? todo eso no era relevante, no importaba. Había que ir tranquilos porque solo había ojos para el amarillo, el trozo más gordo del pastel del Tour", dice el cántabro, que en lo que va de Tour se ha metido en dos escapadas "que me sirven para huir de las caídas e ir más tranquilo", bromea, y en realidad ese esfuerzo lleva cosida la intención de atraer la atención de la cámara "para que se vea el maillot".

Pequeños éxitos van agrandando al Movistar. Las fugas, los días verdes de Rojas y la lucha por un sueño mayúsculo en París -de conseguirlo, sería, después de Freire, el segundo español en ganar la regularidad del Tour-, la etapa de Rui Costa? "Todo se vive con más intensidad", aprecia José Iván. "Y todo se disfruta más", abunda Erviti, que menciona la pasión de los festejos como prueba del fervor que provoca cada metro de Tour conquistado y la "improbabilidad" como explicación plausible de ese fenómeno. "Este grupo está acostumbrado a Valverde, que daba una seguridad del 110%. Cuando trabajabas sabías que no era en balde. Pero todo lo demás quedaba olvidado. Las escapadas, el brillo personal? todo. Ahora es distinto. Luchamos por nosotros, por el equipo, pero de una manera más individual y, también, más improbable para alcanzar la victoria. Para que lo hagamos se tienen que alinear Marte con Júpiter y con Plutón. O un día genial de Rui -Costa-. Que cueste más hace que lo valores todo más", reflexiona el navarro, que de la nueva situación ya sacó tajada en 2010, una etapa de la Vuelta a España. Y, como él, David López, siempre al servicio de Valverde en la montaña. "Ahora formamos parte de la guerra de guerrillas", dice José Iván Gutiérrez, que, de todas maneras, "echa de menos los tiempos del trabajo concreto y seguro para los líderes".