Lisieux. 7 de julio. San Fermín. Primer encierro en Iruñea. 25 minutos y cuatro heridos. Lejos, al norte de Francia, en Dinan, la Bretaña de Hinault, el Movistar, que lo ha heredado todo de los equipos de Unzue, hasta su raíz navarra, reparte pañuelos rojos que muchos se anudan al cuello. Es una tradición en el Tour. Como la primera semana esquizofrénica que tiene a medio pelotón doliéndose de alguna cornada.

"El Tour cada día es un encierro, ¿verdad?", le preguntan al pie del autobús a José Joaquín Rojas, el sprinter del Movistar que lleva clavada en las costillas la cornada -un puñetazo- de Alessandro Petacchi en el último kilómetro de la llegada a Cap Frehel. "Lo que más me duele no es el golpe", dice el murciano, que la víspera, con la lengua a 200 pulsaciones, llamó "guarro" al italiano; "he visto el vídeo de la desclasificación -le borraron de la clasificación del sprint intermedio por una maniobra irregular y perdió, por eso, el maillot verde- y lo que más rabia me da es que perdemos en los despachos lo que ganamos en la carretera. Y, peor aún, a mí me sancionan y a otros que pegan puñetazos, nada". Unos metros más allá está Alberto Contador, que nunca ha estado en San Fermín, "mis amigos iban, pero yo siempre tenía que quedarme en casa entrenando", pero se imagina que la embestida de un toro tiene que dejar el mismo cuerpo de escombro que arrastra él en la mañana de Dinan.

Justo antes de salir a otro encierro, Contador, que estima que necesitará dos días para reponerse de la cornada en el costado derecho que le propinó el asfalto el miércoles, mira al cielo y como si se chupara el dedo y lo levantara al cielo dice que pegará de culo todo el día, lo que es señal de un día pacífico, y, por tanto, de alivio, después de tanto disgusto.

Al cielo mira también Garate, pero con preocupación. Teme la lluvia. Otro día de infarto. No está para ello porque tiene el hombro, otra cornada de infarto, oxidado. Una fisura en el troquíter. Se sube a la bicicleta con ayuda, difícilmente. Pedalea sobre el pavés de la vieja ciudad de Dinan dolorido y se mezcla luego con los demás maillots del pelotón. Es como los corredores de los encierros de San Fermín. "Juanma, no hagas locuras", le dicen. "No, tranquilo, sé que todo tiene un límite".

La lucha por el verde Sería un alivio si fuese verdad que el Tour cabe en una ecuación geométrica inalterable en la que existiera un límite conocido. "No sé lo que está pasando este año", dice el propio Garate, que lleva unos cuantos Tours y no acaba de entender la fuente del pánico que lleva al pelotón descontrolado. "Quizás tenga que ver con que el primer día, con la caída de Contador, marcó mucho. Provocó cierta histeria. Pero jamás había visto nada parecido a eso. Si te meten el manillar hasta en la neutralizada…". Jean-Françoise Pescheux, director de carrera, achaca el subidón de adrenalina de los ciclistas a los cambios para incentivar la lucha por el maillot verde del Tour. "Ahora hay dos esprines en cada etapa. Y eso ha generado más tensión".

En el primero de ayer, intermedio, a casi cien de meta, Rojas, pura rabia, le recuperó tres puntos a Gilbert en la carrera por el maillot verde -en meta le quitó otros cuatro al belga y se quedó a uno-. Llovía como temió Garate, hacía viento como señaló Contador, pero reinó una calma desconocida solo turbada por el repecho que se levantaba a dos kilómetros de meta. Se catapultaron allí Van den Broeck y Voeckler. Y asomó el hocico Contador. Solo por precaución. Para evitar otra cornada. Ayer no había toros en el Tour. Solo renos. Edvald Boasson Hagen y Thor Hushovd, los dos noruegos de la carrera.

El primero, joven, 24 años, y prometedor, lanzó un sprint largo y demoledor como un trueno y nadie pudo remontarle. Ganó su primera etapa del Tour, la primera, también, del Sky. El segundo, no se quita el maillot amarillo. "Ha sido emocionante estar junto a Thor en el podio", dijo Boasson Hagen; "un gran día para Noruega". Cuando era un crío, el primer triunfo de etapa en el Tour de Hushovd le montó en una bicicleta. "Yo también quería ganar una etapa en el Tour. Eso me motivó". "Ahora", bromeó Thor, "es él el que me motiva a mí, porque le veo que viene tan fuerte y eso me hace trabajar más para seguir a este nivel y que no me supere".

Poco después de los renos, con la cornada del miércoles taladrándole el hombro, llegó Juanma Garate, que se bajó de la bicicleta con la misma dificultad con la que se había subido, suspiró como si hubiese contenido la respiración durante todo el día y dijo: "A veces, los milagros ocurren". Hoy, necesita otro. Que no haya encierro en el Tour.